La decisión de LeBron: Kyrie, Lakers, Bronny...
LeBron amenazó con la retirada tras la eliminación de los Lakers. Su futuro es una incógnita que depende de varios factores. La NBA, pendiente del Rey.
Hay un hecho impepinable tanto en la vida como en el deporte: que todo se acaba. Da igual la sensación de eternidad que tenga cualquier tipo de récord, para bien o para mal. Es una historia impuesta por la lógica. Una parte del camino es el final. Eso sí, hay veces, aunque sean pocas, que se puede elegir como vivir este proceso, entendido esto como perteneciente a la siempre corta estirpe de titanes que pueden permitirse semejante cosa. En esas está LeBron James. El Rey amenazó con la retirada tras la eliminación de los Lakers ante los Nuggets, una serie que los de Colorado resolvieron por la vía rápida (4-0) y defendiendo, en la última jugada del cuarto asalto, una penetración de la estrella. No pudo ser: la revolución angelina finalizó y deja una sensación agridulce a una temporada en la que empezaron 2-10, bailaron en el puesto 13 del Oeste durante muchas semanas, llegaron 27-32 al parón del All-Star y acabaron llegando a las finales de Conferencia tras acabar séptimos y resolver el play in contra los Wolves. Luego cayeron Grizzlies y Warriors, estos últimos tras seis partidos maravillosos en los que se cerraba una era. Pero el camino se acabó, el vuelo se estrelló contra el techo y se puso punto y final. No hubo anillo. Y eso, por muy divertidos que hayan sido los Lakers este curso, es lo que cuenta.
Ahora, LeBron tiene que decidir. Han pasado 9 días desde que pronunció esas extrañas palabras en rueda de prensa en las que ponía en duda su continuidad y no se presentó al día siguiente ante la prensa en el cierre de temporada y las cábalas típicas sobre el futuro. En principio la sensación es que seguirá, por varias razones. Pero el veredicto final nadie lo sabe. Es una nueva The Decision, 13 años después de que un terremoto sacudiera la NBA con el anuncio de su marcha de Ohio a Florida para cambiar la camiseta de los Cavs por la de los Heat. Esta vez, eso sí, no habrá una críticas en demasía hacia su persona como ocurrió entonces, en lo que fue una pésima gestión de imagen por el entorno del jugador y el periodista Jim Gray, de la ESPN. Ya no es el enemigo público número 1, se ha reconciliado con la opinión pública y es por derecho propio y todo merecimiento uno de los mejores jugadores de la historia. Su lucha contra la lógica y el tiempo le han convertido en un ser eterno. Una sensación, hay que insistir, irreal: al fin y al cabo, todo se acaba.
Los Lakers entran en una vorágine de toma de decisiones pendientes siempre de lo que decida LeBron. La apuesta por Darvin Ham ha sido positiva, Anthony Davis tiene contrato y deberán pensar ahora cómo le rodean. Ya se van a tener que gastar, todo apunta a ello, casi 100 millones en Austin Reaves, el nuevo héroe de la afición. Y no tienen margen salarial para hacerse con otra estrella sin pagas una cantidad ingente de dinero en el impuesto de lujo. Todo ello, mientras se empiezan a sentar las bases del nuevo convenio, que entrará en vigor de forma paulatina y se certificará de forma neta y completa a partir de 2025. Con todo eso tienen que jugar los Lakers mientras esperan a saber cuál es la decisión de un LeBron que sigue siendo competitivo, pero no como antes, y que más allá de si seguirá o no, también tiene que ver si pasa por el quirófano para operarse esa lesión en el tobillo derecho que le ha mermado durante los playoffs pero que no le ha impedido seguir siendo sólido. Otro ejemplo de resiliencia de ese ser celestial que, se retire o no, sí parece estar dando sus últimos coletazos en la NBA.
La balanza de la verdad
Hay varios puntos a tener en cuenta en la decisión de LeBron. El primero de todos es obvio: tiene 38 años y lleva 20 temporadas en la NBA, un tiempo de vida con el que más de uno ya ha puesto punto y final a su carrera. Es más, solo 10 jugadores en la historia han disputado 20 o más campañas. LeBron, si sigue, se uniría a otros cuatro jugadores que alcanzaron el número 21 en esa estadística. En solitario sigue Vince Carter, que llegó a las 22 para un total de 1.541 partidos. El Rey, en dos cursos menos, lleva ya 1.421. El tope en ese dato lo tiene Robert Parish, que alcanzó los 1.611. Si lo desea, LeBron podría alcanzar ambos récords, para lo que tendría que disputar tres años más, con más de 60 partidos en cada uno de ellos. Algo que se vuelve a escapar de la lógica pero que parece posible, siempre y cuando posponga su amago de retirada y lo haga efectivo más adelante.
Hay un aliciente para que LeBron juegue, al menos, hasta 2025. Dos, en realidad: una es que tiene contrato hasta 2025 si ejerce la player option que tendrá en 2024, algo que le permitiría embolsarse los más de 97 millones que apalabró con los Lakers el pasado verano. Una cifra que se une al otro argumento: jugar con su hijo Bronny, algo que ya se ha planteado en más de una ocasión y que responde a los deseos del jugador. Bronny llegaría a la NBA en el draft de 2024, dentro de un año, y su primera temporada completa como profesional sería en la 2024-25. Los tiempos, por lo tanto, cuadran para que se de un hecho histórico, insólito en la NBA, con un padre y un hijo jugando juntos. Y ya veremos si en el mismo equipo, algo que si es un condicionante para James podría llevarle a otra franquicia en la que estuviera su primogénito, renunciando así a la opción de jugador de 2024, algo que negoció inteligentemente en su momento por si esta situación se daba.
La despedida, con Kyrie en el horizonte
Estos no son los únicos motivos que hacen pensar que LeBron va a continuar. Es muy difícil no imaginarse un anuncio previo al desenlace a inicios de un curso baloncestístico. Un “esta será mi última temporada”, antes de que la misma empiece. Una hipotética gira de despedida del Rey sería algo mágico, único, místico, poético. Más grande incluso que las vividas en el pasado por Kareem Abdul-Jabbar o Kobe Bryant, que recibieron ovaciones cerradas y merecidos homenajes durante campañas que ya se sabían que eran las últimas. Un último All Star (lleva 18, los mismos que Kobe y a uno de Kareem, otro récord) con estruendosos aplausos es necesario, como un último partido en Akron, Ohio, con o contra unos Cavaliers a los que puso en el mapa, dando el premio más grande (en 2016) al mercado más pequeño. Sería cruel para el espectador no tener la oportunidad de decir adiós a uno de los más grandes, no sólo de la historia del baloncesto, sino de la historia del deporte.
En todo este meollo emerge de nuevo la denostada figura de Kyrie Irving. Muchos han sido los rumores que situaban al base en el radar de los Lakers y el anuncio de LeBron puede ser un método de presión para que se lancen a la por él. Kyrie no ha vuelto a ser el mismo desde que abandonó los Cavs en verano de 2017 para escapar de la alargada sombra de su por entonces compañero, ha ido dejando cadáveres por el camino y convirtiéndose él en uno. Sus problemas extradeportivos (oposición a las vacunas, promociones antisemitas...) han causado estragos en la NBA y su nivel deportivo ha pasado de ser cuestionable a verdaderamente pobre. Es agente libre, va a pedir mucho dinero, nadie sabe si continuará ligado a los Mavericks de Doncic (con los que ha cerrado una temporada paupérrima para el equipo texano) y da muchos problemas mientras aporta pocas soluciones. La posibilidad de que vuelva a jugar contra LeBron es mínima por lo comprometidos económicamente que están los Lakers. Pero, si existiera dicha opción, ¿sería una solución?
Una decisión histórica
LeBron James cumplirá 39 años el próximo 30 de diciembre. Lleva 20 temporadas en la NBA, ha diputado 10 Finales y ha ganado 4 anillos. Lleva 18 All-Star, 4 MVPs, otros tantos de las Finales, dos oros olímpicos, 19 inclusiones en los Mejores Quintetos (récord absoluto, con 13 además en el primero) y una infinidad de premios y galardones que no caben en un sólo artículo. Sus 8 Finales consecutivas (de 2011 a 2018) le convierten en alguien único, similar a los 11 anillos en 13 años que consiguieron los históricos (y prehistóricos) Celtics de Bill Russell. En ese caso, el equipo era la dinastía. En el de LeBron, él es la dinastía. Un Rey que no reina desde 2020, pero cuya corona luce de forma perpetua en su carrera. Además de todo ello, es el Máximo Anotador de la historia de la NBA, algo que consiguió tras superar a Kareem y aporrear la puerta que da acceso a lo más alto del Olimpo. Junto al legendario pívot y Michael Jordan es también uno de los tres mejores jugadores, ya sin debate de por medio, de todos los tiempos. Un trono que parecía que nadie le iba a quitar a His Airness y que está ahora más cuestionado que nunca.
Todo apunta a que seguirá. Pero tiene todo el derecho a no hacerlo. Los deberes están hechos, ha cumplido con creces. Ha jugado al baloncesto como nadie, mejorando su lanzamiento en suspensión, atreviéndose en el triple, teniendo todas las armas que alguien puede tener. La versión más completa de su carrera, añadiendo a todas sus armas su versión defensiva más increíble, fue en la 2012-13, donde ganó el MVP y quedó segundo en el premio a Mejor Defensor, que le arrebató Marc Gasol. Sus playoffs de 2018 son parte de los anales. Y sus exhibiciones constantes en la fase final han sido el pan de cada día, un típico convertido en típico que han permitido a la NBA presumir de una estrella generacional y, al mismo tiempo, del juego más cautivador del planeta.
LeBron puede hacer lo que él quiera. Retirarse como quiera, cuando quiera. Se lo ha ganado. Y que a nadie se le olvide: ha promediado 28,9 puntos, 8,3 rebotes y 6,8 asistencias en su 20ª temporada en la mejor Liga del mundo y en el último partido en playoffs llegó a los 40 tantos. Con menos tiempo de balón que nunca, se ha mantenido competitivo y sigue cargando a canasta con una facilidad inusitada. Ahora, falta por ver si va a seguir en activo. Y, de ser así el caso, si puede optar a un último anillo antes de decir adiós. De todas formas, da igual que no sea así: no le debe nada a nadie. En todo caso, sería al revés. Es una leyenda inconmensurable que sigue, hasta que la noticia sea la contraria, en activo. Y no nos queda más remedio que disfrutar de cada gota de sudor que continúe derramando en una NBA que es imposible entender sin su eterna figura. Todo se acaba. Pero cuanto más tarde en acabarse la historia de LeBron James, mejor para todos. Sin duda.