NBA | LOS ANGELES CLIPPERS

El fracaso histórico de los Clippers

El faraónico proyecto piensa más en su mudanza a Inglewood que en un futuro deportivo totalmente hipotecado tras el enésimo fracaso en ‘playoffs’. Kawhi y Paul George, más señalados que nunca.

ERIC THAYEREFE

Los Clippers son lo que son, para la NBA y para el mundo, por una cruenta historia llena de sonados fracasos. Tradicionalmente perdedores, siempre a la sombra de todo lo que han tenido al lado y sin más bagaje que la triste final de Conferencia de 2021, esa que les permitió escapar de esa corta lista de franquicias que jamás ha pisado dicha ronda y en la que sólo quedan Hornets y Pelicans. El problema es que los Clippers nacieron en 1970, han pasado por Búfalo, San Diego y Los Ángeles y siempre lo han tenido todo en contra. Por errores ajenos, pero también propios, conducidos por el que probablemente sea el peor propietario del deporte estadounidense, un Donald Sterling que se hizo con el control de la entidad en 1981 y que forzó el traslado a una nueva ciudad sólo para vivir de las migajas de los Lakers de Jerry Buss, que fue al mismo tiempo el hacedor del Showtime entre bambalinas para permitir que la NBA volviera a presumir del juego más cautivador del planeta después de la crisis televisiva de la década de los 70 y una enorme batalla por el control del baloncesto norteamericano con la ABA, esa competición desaparecida pero que tanta herencia ha dejado.

En los albores de su creación, los Clippers tuvieron a un entrenador respetable como Jack Ramsay y a su único MVP, un Bob McAdoo que luego fue parte de esos Lakers que ganaron cinco anillos en los 80, saliendo desde el banquillo. Ese equipo pisó las semifinales de Conferencia tres años consecutivos para luego ir directo a la clandestinidad. De 1981 a 2011 hubo 30 años de mandato de Sterling, que lo único que hizo fue protagonizar una vida llena de lujos y tomar decisiones pésimas en lo referente a lo deportivo. En ese periodo, los Clippers pisaron cuatro veces los playoffs y superaron una sola ronda, en 2006, con Mike Dunleavy de entrenador y Elton Brand de líder en pista, con Sam Cassell de escudero. La bonanza económica y los deseos de grandeza nunca satisfechos de Chris Paul llevaron al base a Los Ángeles, pero no a los Lakers como se quiso en un momento, en un traspaso vetado por la NBA. Fue en los Clippers donde desarrolló su magia, con el cuestionado Vinnie del Negro en el banquillo y un Blake Griffin al alza que se chocó con el techo de tanto saltar para hacer mates. En los últimos años de Sterling al frente, empezó una bonanza económica que culminó con la expulsión del propietario por comentarios racistas y la compra de la franquicia por parte de Steve Ballmer, cofundador de Microsoft.

Los Clippers han pisado playoffs en 10 de las últimas 13 temporadas, tres más que en las 41 anteriores. Pero la cantidad de dinero invertido a mansalva por Ballmer, uno de los hombres más ricos del mundo y cuya fortuna ya supera los 100.000 millones de dólares, no está dando sus frutos en la parte deportiva. Algo que no parece importar a un propietario que ha gastado todo lo que ha querido y más para convertir al equipo en relevante, importante dentro del espectro norteamericano. Sus ínfulas de grandeza trasladarán el año que viene la entidad a Inglewood, lejos de la alargada sombra de unos Lakers que, en una de las peores etapas de su historia, han fichado a LeBron James y han ganado un anillo (2020) mientras los Clippers se siguen dando cabezazos contra la misma pared. Una que será distinta: el Intuit Dome será la nueva sede de un proyecto mastodóntico que ha costado casi 2.000 millones de dólares. Y que está situado, cosa del destino, al lado de ese viejo Forum en el que los Lakers se convirtieron en lo que son, gracias a la asociación de Kareem Abdul-Jabbar y Magic Johnson en pista, la sabiduría de Pat Riley en los banquillos y el buen hacer de un visionario eterno como Jerry Buss en los despachos.

Cuando es que no, es que no

La mudanza puede dar a los Clippers una nueva dimensión, pero no arreglar absolutamente nada en lo deportivo. Han perdido contra los Mavericks en primera ronda (4-2), demostrando que el tiempo carcome a cualquiera, también a un proyecto que eliminó a Luka Doncic de los playoffs en 2020 y 2021 y que hoy ha sucumbido ante él porque las cosas cambian y los años pasan, como se demuestra en la acumulación de fracasos que lleva este equipo. Uno que llegó en 2021 a las finales de Conferencia, cayó fuera de playoffs en 2022, perdió ante los Suns en primera ronda la temporada pasada (4-1) y ha vuelto a caer en el mismo sitio en la presente. De donde no hay, no se puede sacar. Y la franquicia lleva secuestrada desde que Kawhi Leonard decidió mudarse a Los Ángeles junto a Paul George para formar un proyecto que se dejó remontar un 3-1 en la burbuja de Orlando ante los Magic y que venía para conformar una dinastía.

Nada más lejos de la realidad: los Clippers ni siquiera han sido un equipo medianamente competitivo, ni con el gafe eterno de Doc Rivers ni con un entrenador respetable como Tyronn Lue, que ha sonado para los Lakers pero tiene un año más de contrato garantizado y ya ha expresado su deseo de seguir donde está. Esta temporada, por fin, llegaron a las 50 victorias, 51 en total tras cuatro temporadas sin ni siquiera dar la sensación de que esa cifra que suele acompañar a los equipos ganadores sea significativo de algo para ellos. Con las dos primeras de ellas, eso sí, de 72 partidos por la pandemia del coronavirus y con 49 y 47 respectivamente. Parecía que esos iban a ser los años del anillo, de la bonanza, de las Finales. Pero siguen sin pisar esa ronda y ni en la mejor etapa de su triste historia han salido de otra lista negra, esa de cinco equipos que jamás ha llegado a la eliminatoria que decide el título. Los Nuggets fueron, el curso pasado, los últimos en escapar de ese dudoso honor. Y lo hicieron con un anillo en el bolsillo.

Para más inri, si es que puede haber más, Kawhi Leonard sólo ha disputado dos partidos en los presentes playoffs, los mismos que la temporada pasada. En 2021 se fue a 11, pero también se lesionó por el camino. Y en 2020 jugó los 13, pero su nivel fue más que pobre en los momentos en los que más se le necesitaba. La otrora estrella está ya muy lejos de serlo, a años luz de volver a representar a ese hombre que sacaba un suspiro de frustración a LeBron James cuando saltaba a pista o que lideraba a los Raptors a una hazaña histórica para Canadá. Salió mal de los Spurs, esa franquicia de la que nadie sale mal; y no muy bien de Toronto, una ciudad a la que nunca quiso ir pero en la que se vio forzado a jugar. En los Clippers ha hecho lo que ha querido, ha mantenido su perfil bajo habitual y se ha rodeado de su entorno, esa palabra crepuscular que puso en boga porque sí y que da la sensación de consistir en algunas personas cercanas que saben cuándo puede jugar y cuándo no, pero no están relacionadas con una franquicia que casi nunca sabe nada de su jugador franquicia.

El resto de palos van para Paul George, porque sí y porque se los merece. No hay ya medias tintas para definir a una estrella cuyo techo es tan alto como suelo bajo. Un hombre que atesora un talento enorme, pero que dio tumbos por Indiana y Oklahoma saliendo (otro) mal del primer sitio y regular del segundo, donde se unió a Russell Westbrook y Carmelo Anthony para formar un proyecto lleno de jugadores top que se ha puesto muy de moda en la última década (véase: los Suns) y que también trasladó a los Clippers. Y ni en un sitio ni en otro ha sabido dar la talla: apenas un 40% en tiros de campo durante la serie contra los Mavs, en la que se ha ido a menos de 20 puntos de media. Sin poder zafarse de los defensores ni tener una regularidad en el lanzamiento. Y perdiendo todo el poder defensivo que tuvo en su día y que le convertía en un auténtico todoterreno, uno de los jugadores más completos y polivalentes de la NBA. Parece que han pasado milenios de eso. El pasado es el pasado. Y George, igual que Kawhi, es parte de él.

Un futuro sin esperanza

El pasado de los Clippers no es igual que el presente porque nada puede ser tan malo, pero tampoco hay esperanzas de que las cosas vayan a cambiar a corto plazo. Tienen casi 172 millones de dólares comprometidos para el curso que viene, Kawhi (que cumplirá 33 años a finales de junio) tiene casi 200 hasta 2028 y George una posible player option de más de 48 para la temporada que viene a la que ya veremos si se acoge o si decide, por el contrario, buscar otro nuevo gran contrato con 34 años recién cumplido. Su valor ha bajado mucho en el mercado, pero en la época de más bonanza económica de la historia de la NBA, todo puede pasar. También hay que ver qué pasa con James Harden, que será agente libre tras los más de 35 millones que se embolsó de la renovación de los Sixers y la supuesta traición de Daryl Morey. Otro jugador que ha sido un talento ofensivo histórico, inequívoco, y que no ha sido el culpable de la derrota ante los Mavs, pero en verano cumple 35 años y ha dejado de ser lo que era en pista, mientras sigue siendo lo mismo fuera de ella, vicios mediante.

Y luego está Russell Westbrook, que es lo que es y que no da para más. Un hombre explosivo antes, casado con la estadística y con el triple-doble, MVP de la temporada y Máximo Anotador, pero reducido ahora a contratos mínimos tras embolsarse más de 350 millones durante su carrera y con fama de perjudicar todo lo que toca. Tiene 4 millones pendientes para la semana que viene, va camino de los 36 años, es todo corazón sin cabeza y energía sin virtud. Otro protagonista de historias de hace años y esa recordada oportunidad perdida con Kevin Durant, con quien fue uña y carne hasta que dejó de serlo: 3-1 ante los Warriors del 73-9 y 11 triples de Klay Thompson en el sexto encuentro que precipitaron un divorcio muy sonado y le dieron el poder de los Thunder a un jugador que empezó su particular caída a los infiernos precisamente cuando se hizo con el control de la situación. Un poder estéril para alguien que nunca ha sabido ejercerlo.

Más allá de eso y del resto de movimientos que puedan hacer (Ivica Zubac y Terance Mann seguirán), los Clippers seguirán siendo recordados como una franquicia maldita, como lo demuestra una serie que confirma que no les da para más. Kawhi ha disputado 68 partidos, más que nunca desde que salió de los Spurs. Paul George 74, su tope con los Clippers. Y ni por esas han visto la luz, con uno de nuevo lesionado y el otro mostrando un nivel que dista mucho de ser el adecuado para una estrella que ya no es. De hecho, ya no quedan estrellas en el equipo angelino, que acabó los playoffs con P.J. Tucker de titular (38 años) para confirmar que no viven en el presente. Ya sólo hay recuerdos, añoranza, nostalgia y hojas de servicios hechas trizas, pedazos. Y otro sonado fracaso, una mudanza para escapar de los Lakers y una imposibilidad manifiesta para realmente escapar de su propia historia. Una franquicia con un pasado horroroso que tiene una plantilla que vive del pasado. Y ya sabéis lo que dicen: el pasado, pasado está.

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