Días muy oscuros en los Warriors

Los Warriors no han ganado cuatro partidos seguidos en toda la temporada y en Toronto perdieron una ocasión preciosa para hacerlo: perdieron tras prórroga (141-127) después de pegar un par de hachazos que parecieron cerca de ser definitivos, en el tercer cuarto (88-100 a falta de menos de dos minutos para el cierre) y en el último (98-110, 113-120 otra vez con menos de dos minutos por jugar). Pero volvieron a completar todo el listado de errores que se está convirtiendo en, finalmente, la personalidad de un equipo que no es capaz de desprenderse de él. Ya no son casualidad los problemas con el rebote, ni la sangría con las pérdidas ni que los rivales sean mejores en los partidos resueltos en el clutch time (últimos cinco minutos en ventajas de cinco puntos o menos): ahora 6-11 en los 17 que han desembocado en finales igualados para el equipo de un Steve Kerr que lo explicó así: “Es un asco”. Pues eso.

Por ahora, y mientras no se demuestre lo contrario, los Warriors son un equipo mediocre: entre rachas mejores y peores vuelven a estar en el 50% de victorias (16-16), octavos del Oeste a cuatro victorias del sexto, el primero que escapa del play in. De hecho están ahora más cerca (tres y medio) de quedarse fuera incluso de la repesca. En marzo, Stephen Curry cumplirá 38 años y el mandato obvio era intenta aprovechar los últimos brochazos de una carrera de dimensión histórica, legendaria. En eso, los Warriors han fallado a su estrella, que acabó esta vez con 39 puntos y 4 asistencias por 4 pérdidas. Anotó 24 en la segunda parte, pero no pudo cerrar el partido antes de la prórroga (le pitaron una falta de ataque muy protestada por su equipo) y se quedó sin anotar en el tiempo extra. Este dato habla por sí solo: lleva diez partidos de 30 puntos o más y el balance de los Warriors en ellos es 4-6. Inadmisible.

En Canadá, el base jugó más de 41 minutos. Y Jimmy Butler (19+6+5) y Draymond Green (21+4+7, 4/8 en triples) cumplieron sin hacer precisamente partidos perfectos. Pero dio igual, todo eso fue desperdiciado porque los Raptors cogieron 18 rebotes de ataque (55-42 en el total) y sacaron 29 puntos de ellos. Y porque los Warriors acabaron con 21 pérdidas que les costaron 35 puntos más. Así no salen las cuentas, claro. Desde ese 113-120 al que le faltaba un broche que no llegó, el poco cuidado de la bola de los visitantes y los rebotes de ataque de Scottie Barnes (ese jugador tan particular) decidieron el partido. El alero acabó con un monstruoso 23 (11/17 en tiros)+25 (9 en ataque)+10, e igualó el récord de rebotes de los Raptors, de Bismack Biyombo.

Un equipo con la experiencia y el pedigrí de los Warriors, con dos teóricos finalizadores como Curry y Butler, no debería tener tantos problemas para ganar partidos igualados; y, desde luego, no debería dispararse en el pie con tanta frecuencia. El tercer cuarto se cerró con un 8-0 en menos de dos minutos que cambió el tono del partido (de 88-100 a 96-100) por dos pérdidas de unos Warriors empeñados en encerrarse en el lateral de la pista, botando sin otro plan hacia las trampas, muy básicas, de la presión de los Raptors. En el final de partido, Kerr apostó por quintetos pequeños a pesar de los gigantescos problemas que estaba teniendo sus equipos para cerrar el rebote. Y el castigo en las segundas oportunidades fue definitivo.

En los últimos seis minutos y medio, prórroga incluida, el marcador fue 28-7 para unos Raptors que llevaban cinco derrotas seguidas en su pista y que no tenían a su pívot titular, Jakob Poeltl. La prórroga se abrió con un 10-0 entre fallos de un Curry desesperado que ya sabe lo que hay, por ahora, para un equipo muy veterano, en el que los defectos pesan tanto como las virtudes, incapaz de progresar en asuntos vitales que acaban limitando drásticamente sus posibilidades y que ahora queda pendiente del mes y pico que queda hasta el cierre de mercado. En teoría, saldrá Jonathan Kuminga (esta vez sí, sí que sí, de verdad), una de las historias más frustrantes y extraña de la NBA en los últimos años. Y ya se habla de un posible interés en Anthony Davis, que va camino de los 33 años, no para de lesionarse y tiene más pretendientes. El interior, sería una operación difícil de cuadrar, sumaría otro veterano en formato última oportunidad a un equipo que se está quedando a mucha distancia de lo que pretendía. Parece difícil que se concrete y los riesgos son exageradamente obvios… pero viendo a Scottie Barnes ganar el partido a base de rebotes de ataque, también se entiende, como mínimo, el interés. Supongo.

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