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Chicago Bulls: ¿reiniciar o retocar?

Después de caer ante Miami y quedarse sin ‘playoffs’ tras una temporada regular decepcionante, viene un verano de decisiones importantes en Chicago.

Icon SportswireGetty

El último viernes, en el partido de play-in ante el Miami Heat, Zach Lavine perdió la oportunidad de jugar unos playoffs por segunda vez en su carrera. En su noveno año como profesional, y el sexto en Chicago, una de las grandes estrellas de la NBA solo registra una victoria de postemporada, conseguida el año pasado ante los Bucks, en la primera ronda, que solo sirvió para decorar un aplastante 1-4.

La historia de Lavine está, por supuesto, estrechamente ligada a la de los Chicago Bulls. Es la historia de una de las franquicias más queridas y populares de la liga, pero que ha caído en la intrascendencia básicamente desde la rotura de ligamentos de Derrick Rose, en el 2012. Desde entonces, salvo algunas apariciones fugaces en playoffs, los Bulls no han logrado meterse en la conversación con los grandes, por más que han tenido algunas oportunidades.

Luego de una temporada 22-23 más bien irregular, en la que consiguió meterse en el play-in asegurando el último lugar clasificatorio de la conferencia Este, Chicago sorprendió al eliminar a Toronto, pero cayó ante Miami, favorito absoluto, y cerró así un año olvidable, y que obliga a la franquicia a tomar una decisión trascendental: ¿reconstruir desde la base un plantel que nunca funcionó del todo o retocarlo mínimamente con la esperanza de que pueda competir con los pesos pesados?

Un plantel pegado con babas

Luego de caer ante Miami, Artūras Karnišovas, General Manager de los Bulls, quien suele operar tras bambalinas y en silencio, tuvo que responder a las preguntas de la prensa. Consultado sobre si reconstruirá o retocará, señaló, de forma ciertamente escueta, que observaría el panorama. “Se trata de quién está disponible, no me comprometo con nada”, indicó.

Lo cierto es que deberá comprometerse con algo: o reventar un proyecto fallido o seguir confiando en los pilares que lo componen. Léase: Zach Lavine, DeMar DeRozan y Nikola Vucevic. La situación de Lonzo Ball, el cuarto jugador mejor pagado y posiblemente el más completo de los mencionados, es muy compleja, y el lituano lo dejó claro al mencionar que se desconoce cuándo volverá a jugar.

Ball firmó un contrato de 80 millones de dólares por cuatro años en el 2021, pero solo ha jugado 35 partidos. En junio del 2022 se rompió los meniscos ante los Warriors y desde entonces no ha vuelto a la cancha. Su lesión es particularmente complicada, requerirá de una nueva operación y podría alejarlo para siempre del baloncesto de élite, según sostienen algunos especialistas.

Volvamos a Lavine, DeRozan y Vucevic. Ese fue el trío por el que apostó Karnišovas cuando, para sorpresa de todos, firmó al montenegrino, dándole al Orlando Magic a Wendell Carter Jr., Otto Porter y dos primeras rondas antes del cierre del mercado, en marzo del 2021. Los Bulls formaban, de pronto, un inusual big-three, con jugadores muy talentosos en ofensiva pero de los que quedaban muchas dudas en defensa.

La apuesta funcionó a medias: los Bulls tuvieron una buena temporada regular en la 21-22, con un DeRozan estelar, pero fallaron en los playoffs ante un Milwaukee demasiado superior. Para esta temporada, Billy Donovan logró armar un equipo defensivamente sólido -fue la quinta mejor defensa de esta temporada regular- con las presencias de Alex Caruso desde el inicio y Patrick Beverley desde febrero, pero no logró cuajar del todo, como quedó claro en Miami. Ya está probado que estos Bulls, con un DeRozan de 33 años y un Vucevic de 32, han llegado a su techo.

Vucevic y DeRozan podrían dejar el equipo este verano. Jeff HaynesGetty

Sin ‘picks’ ni una agencia libre prometedora, a hacer malabares

Esta es la parte en la que volvemos a Karnišovas. El lituano deberá hilar muy, muy fino para conseguir devolver a los Bulls el gen competitivo que se merecen. A inicios de la temporada 2022, Lavine firmó un contrato máximo de poco más de 215 millones de dólares por 5 años, aún con su historial de lesiones y sus inconsistencias defensivas. Será, en principio, la cara de la franquicia en las temporadas venideras, algo que no suena demasiado mal teniendo en cuenta que ha logrado recuperarse bien de sus dolencias y que acaba de cerrar uno de sus mejores años.

Los problemas vienen más por el balance de activos y pasivos de los Bulls. Sus primeras rondas hasta el 2026 pertenecen, aunque con protecciones, a otros equipos –en buena medida por el trade de Vucevic y el de DeRozan-, y solo podrán conservar la de este año si quedan entre los primeros cuatro puestos de la lotería del draft. Hay un 1.7% de chances de que eso suceda.

Sin primeras rondas y con contratos difíciles de mover, como los de Ball (lesionado, 40 millones más por las próximas dos temporadas) y DeRozan (28.6 millones la próxima temporada), y Vucevic quedando como agente libre no restringido al final de este curso, los Bulls no tienen casi opciones de mejorar este equipo con una gran transferencia.

El problema es que tampoco está claro que reiniciando todo desde cero se pueda llegar más lejos. Quizás si hubieran tankeado, podrían utilizar esa primera ronda en un draft absolutamente cargado de talento, pero ese tren está a punto de llegar a la siguiente estación. Por si fuera poco, pescar en la la agencia libre, un recurso más del pasado que de estos tiempos, no parece demasiado tentador: pueden llamar la atención Kyrie Irving -aunque parece que firmará con los Mavericks- o Fred VanVleet, sin mencionar a los Khris Middleton, James Harden o Draymond Green, que parecen deseos más imposibles que improbables. Nada que pueda cambiar drásticamente el rumbo del barco.

Puesto todo sobre la mesa, una conclusión es innegable: los Bulls están entre la espada y la pared. Lo sabe Karnišovas, que tampoco tiene el puesto asegurado para la próxima temporada, y también ese big-three que nunca llegó a serlo. Con los playoffs ya en juego y la temporada de fichajes a la vuelta de la esquina, se viene un verano muy, muy caliente en Chicago.

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