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¿Por qué Wembanyama se ha apartado de la Euroliga?

Va a ser número 1 del draft y se habla de un jugador histórico, generacional. Pero Wembanyama ha elegido dejar el ASVEL.

EMMANUEL DUNANDAFP

A estas alturas, hay que darlo por hecho, todo el mundo sabe quién es Victor Wembanyama. Demonios, seguramente todo el mundo sepa ya hasta escribirlo en Estados Unidos, meses antes de su llegada a la NBA. Con Giannis Antetokounmpo costó un poco, en parte porque había atajo (Giannis, a secas). Pero, ahora, todo el mundo escribe bien ese apellido evolucionado del nigeriano (Adetokunbo) al griego. Por la cuenta que les trae.

Giannis, precisamente, ha sido un unicornio de primera categoría: la denominación ya requetesobada con la que hace unos años se empezó a definir a un nuevo perfil de jugadores hasta hace no mucho imposibles por su combinación de facultades físicas y cualidades técnicas. Así que, seguramente, él reconocerá rápido a otro de lo suyos cuando lo tenga delante. Pero el griego, del que se puede discutir con argumentos legítimos si es ahora mismo el mejor jugador de baloncesto del mundo, fue más allá y dijo que Wembanyama (ya Wemby para los angloparlantes más perezosos) era otro cosa, el jugador del futuro: “dentro de muchos años todos los jugadores serán como él, pero tenemos que prepararnos para su llegada ahora”. Suena a nave nodriza aterrizando, y LeBron James también fue por ahí: “¿Unicornio? Es más bien una alienígena. ¿Cómo puede alguien de ese tamaño moverse con esa gracilidad?”. Richard Jefferson, ilustre exjugador y ahora personalidad televisiva, fue campeón con los Cavs del propio LeBron, y también lo tiene claro: “Si este tío hubiera llegado en 2003, LeBron habría sido número 2 del draft”.

En los despachos la cosa también está caliente: un ejecutivo le dijo a Adrian Wojnarowski, el pope de la información NBA, que la franquicia que le de a Wembanyama un cantadísimo número 1 del draft sumará a su valor, antes incluso de que el chico debute, 500 millones de dólares. Este periodista habló del “mayor proyecto de estrella en toda la historia de los draft” y de “una carrera nunca vista por hacerse con él”. Se refiere al tanking, perder muchos partidos para abrazar más opciones de hacerse con el número 1 del draft en la lotería que, con opciones ponderadas según los resultados deportivos de la temporada anterior (cuantas más derrotas, más posibilidades de acabar en las primeras posiciones), decide el orden de selección. Es decir, Wembanyama está afectando ya a la NBA antes de su llegada. Casi un año antes. El comisionado Adam Silver se desvive en pedir responsabilidad en el tanking, sin circos ni constante debate público y mediático. No quiere que el producto de futuro dañe al del presente, y hasta deja caer el globo sonda de los descensos, algo que en todo caso no va a suceder.

Una estratégica gira promocional por EE UU

El número 1 está tan decicido que muchos ejecutivos pedían al agente del chico, Bouna Ndiaye (un personaje muy importante en el actual baloncesto francés) que este no jugara más. Que se dedicara a prepararse y cuidar su cuerpo, que su siguiente partido fuera ya en la NBA. Ya habían visto lo suficiente, ya sabían lo que había que saber: no había opciones ni de número 2. Para terminar de cebar a las franquicias y a la opinión pública en EE UU, Wembanyama viajó con su club (Metropolitans 92) para jugar dos partidos amistosos, en plena pretemporada y en Las Vegas, contra el equipo de Scoot Henderson, el base que también apunta a súper estrella y que va como un tiro hacia el número 2 del draft (”si yo no hubiera existido, sería el número 1″, dijo Wembanyama). Contra ese Ignite de la G League (la NCAA está totalmente fuera de este baile mediático, y supone un buen escarnio), Wembanyama firmó en el primer partido 37 puntos, 5 tapones y 7 triples. En el segundo, 36 puntos, 11 rebotes, 4 asistencias y 4 tapones. Con un 50% en tiros de campo y un 50% en triples 9/18. Con, claro, este es el quid de la cuestión, el punto al que queríamos llegar pero el que todo el mundo conoce ya, 18 años (no cumplirá 19 hasta enero), 2,20 de altura, 2,31 de envergadura y unos movimientos de base con tiro de alero y envergadura de pívot. El término jugador total se ha usado muchas veces, pero parece a punto de redefinido.

Ah, Wemby también pesa solo 95 kilos, es ahora mismo un junco que combina esa gracilidad imposible que bien explica LeBron con una constante sensación de fragilidad, una presencia inacabable pero liviana, que no parece pensada para la pelea (grind) de esas fases regulares maratonianas de la NBA: 82 partidos en seis meses, tres o cuatro por semana con viajes constantes de punta a punta de un país que es en realidad un continente. Ese es el peligro, la única luz roja de alarma. Pero es una parte importante de esta historia, claro.

Wembanyama el chico de Le Chesnay, un suburbio a menos de 20 kilómetros de París en dirección oeste, jugaba en el Nanterre 92 y de ahí pasó, en 2021, al ASVEL que preside Tony Parker, el mejor jugador francés de la historia y una leyenda de la NBA: cuatro veces campeón (un MVP de Finales) con San Antonio Spurs, precisamente uno de los equipos en plena reconstrucción y que más interés y opciones reales tiene de llevarse el número 1 del draft. Hay una conexión ahí obvia que, además, acaba en Gregg Popovich, uno de los mejores entrenadores de la historia y un sueño, seguramente, para cualquier promesa que piense en aterrizar en la NBA con unas posibilidades inacabables… y la presión de unas expectativas descomunales.

Una nueva ruta, con bofetada para la Euroliga

Pero Wembanyama, aunque Parker lo peleó de todas las formas que pudo (intenta construir un ASVEL de primer nivel tras asentarlo en la Euroliga), aprovechó una cláusula de salida en su contrato de tres años y se fue al Metropolitans 92, un equipo del área metropolitana de París que es de inversión totalmente pública y cuyo futuro a medio plazo está seriamente cuestionado, pronto (o eso parecía) sin pabellón y con el presupuesto recortado al mínimo. La Euroliga perdió así un enorme reclamo para venderse al otro lado del Atlántico, algo que sigue sin ser capaz de hacer. Después de los partidos en Las Vegas, parece claro que cada minuto de Wembanyama en la competición europea habría sido un caramelo, cada highlight una sensación. Pero no, la nueva Euroliga de Dejan Bodiroga y Marshall Glickman tampoco pudo hacer nada. El mayor proyecto de estrella de la historia decidió no competir contra los mejores de Europa y apartarse de los focos todo lo posible. Ni siquiera buscó el segundo nivel con ese Paris Basketball que anda metido en Eurocup y que, además, ha formado al número 46 del último draft, Ismael Kamagate.

Así que la pregunta es obvia: ¿Por qué Wembanyama, en el que sabe que será su último año en Europa, renuncia a la Euroliga, su principal competición?

Es obvio que se puede hablar de poca ambición deportiva (¿solo en el corto plazo?). De que ya no queda, en este tipo de chicos que dirigen así sus carreras desde tan jóvenes, ese deseo por demostrar cada día que son los mejores a quien se ponga delante. Ya lo dejará claro cuando toque. Es fácil suponer que es una jugada a la defensiva, ¿por qué exponerse más si ya tenemos el 1 del draft en el zurrón? Y parece, también, que la Euroliga no es considerada el puente de plata que parece, al menos en los entresijos de agentes y franquicias. Queda en EE UU un cierto prejuicio, un asterisco que sobrevive, aunque cada vez más difuminado en un baloncesto global: ¿cómo se trasladará su juego a la NBA? Luka Doncic fue número 3 aunque, con 18 años, fue campeón y MVP de la Euroliga y campeón de Liga con el Real Madrid. En ese último año de zurra por Europa, jugó 73 partidos. En la Euroliga promedió 18,6 puntos, 4,9 rebotes y 4,3 asistencias. Dominó: y eso, en el baloncesto FIBA y con 18 años, solo está al alcance de un elegido, un jugador en ruta de leyenda. Todo eso es muy cierto: pues fue número 3.

Pero hay más: a nivel deportivo, desde Francia se sugirió que Wembanyama acabó quemado con el ASVEL la pasada temporada. No le gustó el plan de juego, la forma de utilizar sus facultades, la rigidez táctica y ciertas cosas (no especificadas) que vio fuera de la cancha. En el Metropolitans 92 se le prometió convertirlo en el eje deportivo de la temporada: el juego pasaría por él, el seleccionador Vincent Collet se quedaría este curso para dirigirlo y se ficharía todo un equipo de trabajo específico para él: nutricionistas, preparadores físicos, entrenadores personales… Esa es otra de las claves. Con un físico tan especial, Wembanyama quiere cuidar su evolución, maximizar sus facultades y huir del riesgo de hacer crack. La pasada temporada se perdió un mes, al principio, por una lesión en dedo. Cuando había cogido después ritmo, se perdió casi dos meses más por un percance en un hombro. Y terminó sin jugar los playoffs en Francia y el Eurobasket por un problema muscular. ¿Frágil? El caso es que jugó solo 13 partidos de Euroliga (6,5 puntos, 3,8 rebotes y 5,5 de valoración) y 16 en la LNB Pro A, la Liga francesa (9,4, 5,1, 11,1). Si la única duda es como responderá su cuerpo en la máxima exigencia de partidos, minutos, contactos y viajes, parece claro que prefiere mantener la incógnita. Y, mientras, trabajar para ser más resistente. Más duro.

Un año más en el ASVEL significaba un mínimo de 68 partidos entre Liga y Euroliga, con dos o tres casi todas las semanas. En el Metropolitans 92 solo jugará competición doméstica. Un partido a la semana, menos viajes, menos hoteles y más tiempo de recuperación, puesta a punto y entrenamientos personalizados. Los números y los highlights siguen ahí, al alcance de quien quiera: en cinco partidos de Liga, y con 18 años, juega casi 30 minutos de media y produce 18,6 puntos, 8 rebotes, 2 tapones y 21 de valoración con un 36% en triples.

Nuevos tiempos, nueva gestión de los primeros años de carrera. Unas conexiones más obvias entre los dos lados del Atlántico, en este caso la certeza de que el premio gordo está asegurado el próximo junio. Un cuerpo diferente a todo lo vista hasta ahora en una cancha de baloncesto, con unas necesidades particulares... No hay una única razón, parece obvio, pero el caso es que esos 13 partidos de la pasada temporada es todo lo que dejará en la Euroliga Victor Wembanyama, que se ha hecho un lado para consumir a su manera su último año en el Viejo Continente. En su decisión y su camino, claro, así que así quiere él que sea.

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