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NBA | ANÁLISIS

El Tanking, de Tim Duncan a Zion: ¿solución o catástrofe?

Cada vez más equipos tratan de acelerar sus procesos de reconstrucción y la NBA busca soluciones. Pero, ¿es el tanking verdaderamente útil?

El Tanking, de Tim Duncan a Zion: ¿solución o catástrofe?
Patrick SmithAFP

El tanking o ser malo como virtud. Al final del pasillo, ser malo como objetivo y, por lo tanto, un problema en esencia para cualquier competición. La cuestión es de qué magnitud y en qué medida. Y en eso ha estado en los últimos tiempos la NBA, que hasta hace año no había pasado de la regañina de boquilla porque existir, el tanking ha existido siempre. Casos hay para aburrir en prácticamente cualquier franquicia y, de hecho, en cualquier competición con un modelo de draft que (y tiene que ser así, el asunto está en los matices y las proporciones) reparta el mejor talento de las universidades entre los equipos más necesitados. Los Spurs, la franquicia ejemplar de las dos últimas décadas, un milagro en movimiento dentro de la historia del deporte, aprovechó las lesiones (David Robinson, Sean Elliott) para, con Gregg Popovich recién llegado al banquillo, dejarse llevar hasta 62 con las que compró muchos boletos de la lotería: les tocó un número 1 que era el gordo de Navidad y el Euromillón, todo en uno: Tim Duncan.

Pero por cada matrimonio Pops-Timmy hay un millón de carreras a ninguna parte, sueños que siempre están a la vuelta de la siguiente esquina y proyectos en eterno suspenso, siempre a un par de años de. Desde ahí, la certeza de que el caramelo es envenenado, hay que añadir otro hecho que muchas veces se pasa por alto: los equipos no juegan para perder, los entrenadores no entrenan para perder aunque a veces acepten sugerencias en la toma decisiones o acaten planes pensando en un medio y largo plazo que ayudan a construir pero del que seguramente no formarán parte. Al fin y al cabo, se trata de aceptar la producción de unos resultados que esencialmente servirán para justificar tu despido. El tanking, el de verdad, se orquesta en los despachos con fórmulas para dejar al equipo en disposición de ganar muy poco por mucho esfuerzo que se haga: gestión de lesiones, traspasos, ajustes de rotación…

Un ejemplo obvio de todo esto son los Mavericks, que pasaron de rondar la lucha por los playoffs a hundirse a las últimas posiciones de la liga, y de un quinteto Dennis Smith-Wesley Matthews-Luka Doncic-Harrison Barnes-DeAndre Jordan al actual (con Doncic lesionado y los demás traspasados) con Jalen Brunson-Courtney Lee-Justin Jackson-Dirk Nowitzki-Dwight Powell. 17 derrotas en 20 partidos les han acercado al escenario ideal para ejecutivos y, seguramente, para la franquicia: salir de la lotería del draft con un pick en el top 5. Si cae más abajo, será de los Hawks por el intercambio Doncic-Trae Young. Pero los Mavs no han dejado de intentar ganar partidos en la pista, y con el citado quinteto acaban de ganar a Thunder y Sixers, dos equipos de playoffs. Alguna victoria más reduciría sus probabilidades de top5 en el bombo que define el draft... pero, desde luego, los equipos no juegan para perder. Con poco interés a veces sí, aunque siempre hay contratos que acaban, otros por firmar o estadísticas que asegurar, en el peor de los casos.

El año pasado, saltaron todas las alarmas a las puertas de un draft que prometía ser histórico y que no está decepcionando (DeAndre Ayton, Marvin Bagley, Luka Doncic, Trae Young, Jaren Jackson, Wendell Carter... y muchos más, en realidad). Entonces, se superó de largo el All Star Weekend con ocho equipos en 20 victorias o menos. Era, además, la ruta hacia la última lotería con el sistema y la probabilística tradicional. Y esta (14 de mayo) será la primera con el nuevo reparto de opciones, pensado que evitar que la pelea por ser el peor se reduzca a una pelea por ser uno de los peores: el peor equipo, por ejemplo, pasa ahora de un 25 a un 14% de opciones de llevarse el número 1, de un 64 a un 40 de tener un top 3 y su pick más probable pasa del 2,6 de promedio al 3,7. Y los dos siguientes tendrán las mismas opciones que el peor en lo referente a los picks 1, 2, 3 y 4. Y el quinto por la cola tendrá un 10,5% de posibilidades de llevarse el 1, solo 3,5% menos ahora que el último.

Esta reforma, en ningún caso una revolución y cuyo efecto ha sido poco visible en esta temporada, se aprobó después de tener que convencer a unas franquicias, nada interesadas en principio porque finalmente saben que todos pueden verse en la peor de las situaciones y que cuando toca reconstrucción, toca reconstrucción. Y estas comienzan con elecciones de draft… o en el mercado de los picks. Y este año, claro, es uno de esos en los que del número 1 al 2 hay un abismo. En lo mediático, en lo económico, en lo social a priori también en lo deportivo: el número 1 del draft de 2019 será Zion Williamson.

Proceso circunstancial... o industrializado

Esta nueva fórmula, que nació con detractores y unas cuantas enmiendas sugeridas, no pretendía acabar con el tanking, no es lo suficientemente radical, pero sí disuadir lo suficiente para evitar planes demasiado industriales. Por un lado hay equipos a los que la realidad de la temporada siempre acabará llevando ahí, por lesiones y problemas deportivos de toda índole. Solo hay que ver, a cada en su medida, como les han ido las cosas esta temporada a Lakers, Wizards o Grizzlies. Pero también, cada vez más, hay otros que desde el verano anterior planifican la temporada con la vista puesta en el siguiente draft: esta vez Knicks, Cavaliers, Bulls o Hawks. Las nuevas fórmulas contractuales del último convenio colectivo, además, aumentan la importancia de tener a los grandes talentos desde rookies; en el mundo global sigue habiendo mercados muy poco atractivos para los agentes libres y en los últimos tiempos se está tratando de acortar las travesías del desierto y evitar la zona templada de la NBA con fórmulas cada vez más cortoplacistas. Y muchas veces no es el camino.

Pongamos el muy bien vendido en lo mediático proceso de los Sixers, que entraron en derribo porque se cansaron de estar en lo que les acabó pareciendo la tierra de nadie del Este. Joel Embiid y Ben Simmons son como para darse por satisfechos, riesgos relacionados con la salud incluidos, pero por el camino quedaron Markelle Fultz (número 1 que costó además una primera ronda extra), Jahlil Okafor (número 3), Michael Carter-Williams (11) o un ajuste para llevarse a Nerlens Noel (número 6) que costó un pick que luego fue Elfrid Payton (un número 10) y Jrue Holiday. Las mejores reconstrucciones, en realidad, tienen más que ver con cómo y cuándo se termina con el ciclo anterior, asunto más peliagudo cuanto más exitoso haya sido. Y solo hay que ver los caminos de Lakers y Celtics desde que se enfrentaron en las Finales de 2010. Los segundos han sido relevantes mucho más rápido por su gestión del fin del proyecto Ubuntu (Paul Pierce, Kevin Garnett y los Nets como aliados). Los Lakers, con el veredicto de la era LeBron en peligroso suspenso tras un año horrible, acabaron amasando talento joven después de sufrir lo indecible desde que se torció el traspaso por Chris Paul en el que iban a salir Lamar Odom y Pau Gasol. Todo ese talento, hay que recordar también, se habría ido empaquetado a Nueva Orleans si los Pelicans hubieran dado el sí a la operación Anthony Davis. Algo similar puede pasar en unos meses con la base joven de los Celtics.

En la temporada 2011-12, acortada por lockout, hubo ocho por debajo del 35,3% de victorias, el equivalente en temporada completa a 29 triunfos. Normalmente, recopila datos SB Nation, no hay más de cuatro o cinco franquicias por debajo de los 30 triunfos en la misma temporada. Esta vez serán cinco o seis en función de los Hawks (llevan 28). Así que los números gruesos apenas han cambiado. Hace un año, además, la NBA impuso a Mark Cuban la tercera multa más alta de la historia (600.000 dólares) por decir que lo mejor para los Mavericks (que acabaron con Luka Doncic a bordo), llegado al punto en el que estaban, era perder el mayor número de partidos. Luego a la franquicia texana le sobrevino el gran escándalo de su venenoso clima laboral y ese asunto quedó en una chiquillada. Ahora, y como casi siempre a partir del parón del All Star, la acumulación frontal de derrotas y el aroma evidente a planificación (quintetos, rotaciones…) han vuelto a convertirse en temas de bromas y debate. Y eso, es obvio, es lo que no le gusta a la NBA. Que se hable mucho del tanking acaba pareciendo, en definitiva, peor que el propio tanking.

Formas de perder... y formas de venderlo

El draft, para muchos equipos, acaba apareciendo como una solución obvia, Tanto que muchas veces termina por parecer la única solución. Pero no es un atajo mágico y muchas veces resta más la degradación de la cultura de una franquicia que conlleva la acumulación de derrotas que los réditos que se acaban obteniendo en la lotería. Planificaciones con tan buena publicidad como el citado The Process de los Sixers (una alegre industrialización del tanking) han ayudado a dar, en tiempos recientes, un exceso de buena prensa a una práctica que antes era poco más que una medida desesperada, maquillaje para malas temporadas. O se actuaba como si así fuera, al menos.

Pero, escrito está, las soluciones normalmente necesitan el mercado de una forma u otra: los Lakers, por ejemplo, han trabajado (con sensación de que era porque no les quedaba más remedio) con su base joven sin perder nunca de vista, hasta lo obsesivo, el mercado de agentes libres. Y en eso siguen. Del mismo modo, hay equipos que (casi) siempre toman malas decisiones y parecen anclados a la lotería a perpetuidad. Los Magic hacen y deshacen su proyecto y en los últimos seis años han tenido un número 2 (Victor Oladipo), un 4 (Aaron Gordon), un 5 (Mario Hezonja), un 11 (fue Domantas Sabonis) gastado junto a Oladipo para hacerse con Ibaka, que está en Toronto, y dos 6 (Jonathan Isaac y Mohamed Bamba). La mayoría han sido sin dejar nada en caja.

Los Suns llevan ocho años en la lotería, cinco de ellos con picks en el top 10, incluido el primer número 1 de su historia (Ayton). Pero, mientras se desarrolla el pívot, que apunta a estrella a medio plazo, el mejor jugador obtenido, de largo, ha sido desde un número 13: Devin Booker. También fueron 13 Markieff Morris y Kendall Marshall. Alex Len se llevó un 5, Marquese Chriss obligó a subir hasta el 8 y hay un 4 que ya parece claro que no va a romper (Dragan Bender) y otro con el que empieza a agotarse la paciencia (Josh Jackson).

Peor ha sido el caso, sin duda el más paradigmático, de Sacramento Kings, que este año por fin ha enseñado brotes verdes pero que volverá a quedarse sin unos playoffs que no juega desde 2006, la racha abierta más larga de toda la liga: 12 años en la lotería, 10 en el top 10 sumadas todas sus operaciones. Y ojo: Spencer Hawes fue número 10 en 2007, Jason Thompson 12 en 2008, Tyreke Evans 4 en 2009, DeMarcus Cousins 5 en 2010, Bismack Biyombo 7 en 2011 (traspasado para obtener a Jimmer Fredette en el 10), Thomas Robinson 5 en 2012, Ben McLemore 7 en 2013, Nik Stauskas 8 en 2014, Willie Cauley-Stein 6 en 2015 y, en 2016, el pick 8 (el citado Chriss) se cambió por Bogdanovic (fue un número 27), Skal Labissiere (28) y Papagiannis, un 13 que fue cortado y que sufre para tener incidencia en el Panathinaikos. A la espera de que la última camada acuda al rescate (De’Aaron Fox, número 5 y Marvin Bagley, número 2 en 2017 y 2018), un desastre: el romance con Tyreke fue muy breve y la presencia descomunal de Cousins no sirvió para jugar un solo partido de playoffs durante seis temporadas y media.

El camino es muy duro y nadie tiene la fórmula mágica. Otro dato: desde James Worthy y Hakeem Olajuwon (con Lakers y Rockets), estos son los números 1 que han sido campeones con el equipo que les drafteó: David Robinson y Tim Duncan con los Spurs y Kyrie Irving y LeBron James (previa estancia de cuatro años en Miami) con los Cavaliers. Así que la pregunta recurrente es: ¿Cuánto vale realmente un pick de draft? Se ha intentado sintetizar de varias maneras: un estudio analizó todos los picks entre 1995 y 2010 y concluyó que el 68% de los jugadores seleccionados no hacían carrera en la NBA, el 17,8% acababan siendo jugadores de rotación, el 8,1% de primer nivel y un 5,5% estrellas. Es decir, de las 60 selecciones totales que tiene un draft 41 no tenían gran utilidad, 11 eran de rotación, 5 jugadores de altísimo nivel y 3 súper estrellas. Las posibilidades de hacerse con una estrellas pasaban de un 32% si se escogía en el top-5 a un 11,8% si se bajaba el rango 5-10.

82games.com realizó su propio estudio y concluyó que este era el futuro más probable según número de pick (y acoto al top-10, en el enlace se puede consultar el artículo completo):

Número 1: 70% de opciones de ser una estrella, 25% de ser un jugador de primer nivel y 5% de ser un jugador de rol.

Número 2: 60, 25 y 15.

3: 85, 10 y 5.

4: 60, 30 y 10.

5: 60, 15, 10 y 15% de opciones de ser un suplente con pocos minutos.

6: 25, 30, 30 y 15.

7: 30, 40, 25 y 5.

8: 35, 15, 15 y 35.

9: 30, 10, 35, 20 y 5% de no tener ninguna relevancia.

10: 35, 25, 25, 10 y 5.

Son datos. Ahí están los equipos campeones y las intrahistorias sobre cómo se han formado, incluidos desde luego grandes aciertos en noches de draft (y ahí está el caso único de los Warriors). Pero, ¿qué es lo que compensa y cuánto compensa? Cuanto más se profundiza más difícil parece encontrar la gallina de los huevos de oro. El tanking existirá salvo revoluciones imprevistas en el sistema. También los equipos malos y los trances puntuales en los que conviene lo que conviene, muchas veces sin ponerle siquiera demasiado cinismo. Pero cuidado: por cada Proceso, con sus luces y sus sombras, hay unas cuantas travesías por el desierto que nunca parecen acabar. Aunque claro, finalmente llega otra primavera y, otra vez, todo esto suena a cháchara para muchas aficiones. Y más ahora que aparecen, al final del pasillo (20 de junio, draft 2019), los 130 kilos de Zion Williamson...