EUROLIGA | OLYMPIACOS 78 - MADRID 79

Chus Mateo devuelve la gloria al Madrid sin dramatizar

El madrileño cumple con una norma no escrita del club por la que solo triunfan entrenadores de la casa. En estos meses le han criticado ferozmente e incluso buscado sustituto.

Enric FontcubertaEFE

Baloncesto con pasión desde pequeño. No quiero dar mucha lata, solo ser feliz y ayudar a serlo a los que me rodean”, es lo que escribe Chus Mateo de sí mismo en el perfil de una red social. Frases que definen su carácter, el de uno de los protagonistas de la Undécima, por más que siempre reste trascendencia a todo, a lo bueno y a lo malo. “Desdramatizar”, suele decir. Un buen camino para afrontar las dificultades extremas de un banquillo como el del Real Madrid, en el que hagas lo que hagas siempre habrá críticas duras y no puedes salir a combatirlas todas, ni siquiera las injustas. A Messina le ocurrió eso, por ejemplo; no fue al único. Hay que convivir con lo arbitrario para abrazar el éxito, quitarle trance al asunto, saber que no se podrá controlar todo.

Los entrenadores que han triunfado en el baloncesto blanco siempre fueron gente de la casa que crecieron dentro y supieron mantener la calma en plena tempestad, que supieron lidiar con la directiva, con sus superiores, con la presión. Gente como Lolo Sainz y Pedro Ferrándiz, como Pablo Laso. “Él nos mostró el camino”, reconocía el propio Mateo, Jesús Alfonso, de nombre completo, por cierto, nacido en Madrid hace 54 años. Chus estuvo durante ocho temporadas como técnico ayudante del vitoriano, una figura cercana para los jugadores, con el que podían trabajar individualmente o mostrarle alguna inquietud para que se la transmitiera al jefe, incluso desahogarse.

Regresó al Madrid en 2014, en un verano convulso, en el que Laso estuvo a punto de dejar de ser el entrenador para ser sustituido por Katsikaris, no pasó, aunque sí se marcharon los dos ayudantes del vitoriano. Volvía al club, en el que casi le salieron sus primeros dientes, para ocupar una de esas vacantes. Desde 1990 está ligado a la entidad merengue. Previamente, se había formado en el Colegio Agustiniano con el que fue campeón de Madrid de Minibasket, siempre como entrenador, también le gustaba jugar al ajedrez. En el club blanco transitó por todas las categorías y contemplaba como aprendizaje algunos de los entrenamientos de los mayores cuando Obradovic, con Sabonis y Arlauckas, conquistó la Octava en 1995.

En 1999 pasa a ser ayudante de Scariolo, aquella Liga de Djordjevic…, y luego trabaja con Imbroda y Lamas. En 2004 se marcha a Málaga, repite éxito con Scariolo, y de ahí a Zaragoza, otra vez Málaga, el Fuenlabrada, la Selección (campeón de Europa en 2009 y plata olímpica en 2012 de nuevo con Scariolo), otra vez Unicaja, ahora como primero, también en el Fuenla, China… El 30 de abril de 2015 hacía debutar a Doncic porque Laso había sido expulsado y, en junio pasado, llevó las riendas del equipo en la conquista liguera tras el infarto del vitoriano, que acabó con su salida por “motivos de salud”, así rezaba el anuncio oficial, pero con unas formas que siguen sin comprenderse. De hecho, su relevo se barruntó en los meses previos.

La apuesta del Madrid era Mateo, que se lo pensó y respondió que sí; porque era casi imposible decirle que no al club de su vida. Y así comenzó el curso, con una lupa de aumento para escrutar su trabajo, cada paso. Ganó la Supercopa, lo que le dio algo de calma, poca hasta las primeras derrotas de octubre ante el Barça, el Olympiacos, el Baskonia, la Virtus y, sobre todo, la más estruendosa, el 6 de noviembre en Zaragoza. El equipo viajaba entonces con un balance de 10-5 (ahora 58-20, a punto de rebasar los 80 partidos). En la Copa hubo tropiezo en semifinales y el playoff de cuartos frente al Partizán pintaba mal (0-2), muy mal, el bloque no arrancaba, jugaba bien solo a ratos, es verdad que con dificultades en el puesto de base.

Los que le culpaban de haber sustituido a Laso recrudecieron las críticas; en el club, al mismo tiempo, se miraba al futuro, se hablaba con otros entrenadores con la eliminatoria aún caliente. Y Chus, mientras, a lo suyo, sin dramatizar, ya saben. Logró hacer piña en el equipo tras la tangana y las sanciones, la plantilla se unió, sacó todo su carácter, la vieja guardia transmitió a los jóvenes el gen competitivo del club, el Chacho más genial emergió de las aguas en plena tormenta, Hezonja maduró otro lustro en un mes, Tavares jugó lesionado y se convirtió en el coloso de Belgrado. Se veía química, se obró la hazaña, la remontada, se pasó por encima del Valencia y del Gran Canaria, el grupo creía en sus posibilidades, enésima remontada ante el Barça y a la final.

Chus Mateo gobernaba la nave; su baloncesto, con Tavares como pieza hercúlea que articulaba todo el engranaje, funcionaba; el equipo lucía y se agarraba a los partidos. El final ya lo conocen, la Undécima, el Madrid campeón continental, otra vez con un técnico de la casa, el sexto que une su nombre a la Copa de Europa tras Joaquín Hernández, Pedro Ferrándiz, Lolo Sainz, Zeljko Obradovic y Laso. De ellos, solo el maestro Obradovic desconocía la entidad, pero es el mejor de siempre, y aun así le costó horrores. Tres años y ninguna Liga ni ninguna Copa. La gloria abraza ahora a Chus Mateo, que no pudo evitar las lágrimas tras escuchar lo que opinan de él sus jugadores. Se lo ha merecido, sin dramatizar, seguro que apostilla.

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