Ahora o nunca: redención o canción triste en Philadelphia
Año crucial para los Sixers, uno en el que pueden ser aspirantes al anillo o dejar finiquitado su proyecto. Clave para Joel Embiid.
Existe la tentación de descartar mentalmente a los equipos que año tras año se quedan cortos. Si no cambian lo fundamental, si su transformación es en los márgenes (por muy importantes que sean estos muchas veces) se desconfía hasta que se demuestre lo contrario. Y ese contrario se demuestra en playoffs. Pasa con Philadelphia 76ers: va a costar creer de verdad en ellos por muy bien que avancen a través de la regular season. Y creer de verdad, en su caso, implica creer que tienen posibilidades muy reales de ser los campeones de la NBA en el verano de 2023.
Joel Embiid llegará a los playoffs con 29 años. Fue número 3 del draft de 2014: ya va lloviendo. No debutó, eso sí, hasta 2016. Y desde entonces ha sido uno de los mejores jugadores de la NBA. De los más dominantes. Ha tenido problemas de lesiones, sus 68 partidos de la última regular season fueron un tope personal, que le han lastrado de forma drástica en su frustrante relación con las eliminatorias por el título, all-star las últimas cinco temporadas de forma incuestionable y aspirante perpetuo a Defensor del Año y MVP, premio en el que lleva dos segundos puestos seguidos, con la cantinela de si es mejor o peor que Nikola Jokic, que le ha limpiado esos dos premios para los que, sorpresa, que pueda ser injusto que no los gane Embiid no significa que sea injusto que los gane Jokic. Ambos conceptos pueden coexistir, aunque no lo parezca. Porque que gane uno no deslegitima al otro: solo demuestra que no hay sitio para dos en un mismo lugar. Es más una cuestión de física que de baloncesto.
La realidad detrás de los sueños del Proceso
En este prime de Embiid, que constantemente tememos que se nos acabe pronto (espalda, rodillas, pies…), los Sixers llevan seis años seguidos en playoffs y no han jugador ni una final de Conferencia. Resulta extraño, de hecho se está convirtiendo (viendo sus plantillas en ese tramo) en una improbabilidad estadística. Por esa ronda han pasado Bucks, Heat, Celtics, Raptors, Hawks y Cavaliers. Nunca los Sixers. La ventana ha estado tan abierta que en los últimos cinco años, el Este ha enviado cinco equipos distintos a la pelea por el anillo: Cavaliers, Raptors, Heat, Bucks y Celtics. El turno de los Sixers no ha llegado en todo ese tiempo. Por lesiones, algún toque de mala suerte y unas cuantas actuaciones calamitosas. Es más fácil sentir lástima por el gran equipo (todavía con Jimmy Butler) que cayó en el séptimo partido de semifinales del Este contra los Raptors, futuro campeón, por aquel lanzamiento milagroso de Kawhi Leonard que por el bloque descosido y apocado, en el que todos señalaban a todos, que se hundió de forma inexplicable en la misma ronda y el mismo séptimo pero en 2021, contra unos Hawks que parecieron limitarse a pasar por allí.
Ese partido, por cierto, acabó con la etapa Ben Simmons-Joel Embiid, un mundo de posibilidades sobre el papel y la clausura de The Process, el Proceso, la industrialización del tanking que se convirtió en mainstream y asunto de moda pop con esos Sixers del directivo/gurú Sam Hinkie, despedido hace siglos. Cuando Joel Embiid dijo, hace años, que sentía que él era el proceso, que todo estaba en realidad sobre sus anchísimos hombros, no podía ni imaginarse hasta qué punto tenía razón. Él es lo que queda, si es que queda algo de esos años nefastos para una institución gloriosa, un clásico del deporte estadounidense que no juega unas Finales desde 2001 (de 0-1 a 4-1 contra los Lakers de Kobe y Shaquille) y que no gana un anillo desde 1983 (también contra los Lakers): ha llovido demasiado en la ciudad del amor fraternal. Uno de los epicentros del destino estadounidense y un lugar en el que esos años del Proceso (75 victorias en cuatro temporadas, menos de un 23%) hicieron mucho daño: obviamente por detrás de los intocables Eagles (NFL), los Sixers cedieron cada vez más terreno también con Phillies (MLB) y Flyers (NHL).
Para cambiar eso, la franquicia está en manos de una extraña pareja: Doc Rivers (60 años), un entrenador muy (muy) de vieja escuela y Daryl Morey (50), un presidente que fue genio precoz de las matemáticas y es uno de los grandes padres (tal vez, el principal) de la revolución de la estadística avanzada en la NBA. El advenimiento de los analytics como mantra y, sobre todo, unos años en los que construyó un equipo que, con James Harden como alfa y omega, era aspirante curso sí y curso también en Houston Rockets.
Ambos pasan examen ahora, seguramente más un Rivers que fue Entrenador del Año hace ya demasiado (2000) y campeón en una temporada (2007-08) que se sigue alejando. Este será su tercer intento en Philadelphia, donde ha perdido dos semifinales del Este y ha agrandado lo que ya empieza a ser un estigma: es el único entrenador a cuyos equipos les han remontado un 3-1 a favor en tres ocasiones. También ha perdido más séptimos partidos que nadie (nueve, los últimos cuatro seguidos) y cinco en total con sus equipos ejerciendo de local, otro récord nefasto en la historia de la NBA. En partidos con opciones de cerrar una serie y clasificarse, también es el técnico con más derrota, 29, y con el peor porcentaje de victorias (34,1%) entre los que han dirigido al menos veinte. Quizá la mezcla sea mala, porque los Sixers son también la franquicia con más game 7 enviados al limbo (11).
La durísima eliminación contra los Hawks en los playoffs de 2021, desde el primer puesto del Este con un 69% de victorias y con traca final ante los micrófonos por los poco disimulados recados de Rivers y Joel Embiid a Ben Simmons, acabó con la etapa del base australiano, deshecho psicológicamente, en el equipo. No jugó ni un minuto más con la franquicia, y se pasó la última temporada orbitando alrededor de su actualidad entre rumores de traspaso y líos legales sobre cuánto tenía que cobrar y cuánto era justo que perdiera por multas de su salario de más de 33 millones de dólares. Morey, sin embargo, aguantó su mano hasta febrero y orquestó el megatraspaso que devolvió a su regazo, ahora en el Este, a James Harden, el depositario durante tantos años en Houston de sus sueños analíticos. Con 33 años y lejos de su versión física óptima, Harden defraudó en playoffs, especialmente cuando Embiid no pudo jugar. Y la temporada acabó cubierta por el manto gris de la manifiesta inferioridad en semifinales de Conferencia, otra vez, contra unos Heat más físicos y mucho mejor entrenados.
Examen final para la versión elite de Harden
Este es el eje de personalidades (Morey-Rivers-Harden) en el que hay que creer para sentir que los Sixers están en el primer vagón de aspirantes al anillo en la temporada 2022-23. Joel Embiid es lo más parecido a una certeza. Con 28 años, lleva dos pensando que le han robado el MVP y jugando a un nivel digno, sea justo o no que no se lo lleve, de hacerse con el premio. La pasada temporada promedió 30,6 puntos, 11,7 rebotes, 4,2 asistencias y 1,5 tapones. Y, ese citado asunto crucial, jugó más partidos que nunca (68 de regular season) y volvió a tener una lesión mermadora en playoffs... pero esta vez coyuntural: fractura de la órbita por un codazo de Pascal Siakam (Raptors) en primera ronda.
Un año de líos, traspasos y poca fe en las opciones reales de ser campeones, tuvo noticias no del todo malas para los Sixers. En los 21 partidos de regular season con Harden y Embiid jugaron juntos tras la llegada del primero, el equipo promedió un tremendo +15,5 por cada 100 posesiones. Después faltó banquillo, faltó volumen, faltaron ciertos especialistas defensivos y faltó tiro exterior. La solución de Morey ha sido peculiar, al menos porque permite plantearse si el gran genio analítico de la NBA no estará en realidad firmando un sentimental ejercicio de nostalgia: llegan PJ Tucker y Danuel House, dos miembros de aquellos brillantes Rockets suyos. Además, han llegado De’Anthony Melton y Montrezl Harrell, y la baja más importante es la de un Danny Green que tiene ya 35 años y se rompió los ligamentos de la rodilla en playoffs.
Esté haciendo cuentas o escribiendo sonetos, Morey ha construido un equipo con más sentido, más defensa y más físico. Más duro. Tucker, sacado además de un rival directo como Miami Heat, aspira a ejercer de factor X en un quinteto con Harden y Embiid, un clásico como Tobias Harris al que todavía le quedan dos años (37,6 y 39,2 millones) de aquel (realmente) increíble contrato de años y 180 millones que recibió en el verano de 2019. Y una fuerza emergente como Tyrese Maxey: 21 años, número 21 del draft de 2020 y un guard en ascenso y con techo de estrella que convirtió 15 minutos como rookie en 35 por noche en pista en su segundo año. Ocho partidos como titular en 74. 8 puntos y 2 asistencias en 17,5 y 4,3… y más de 20 puntos por noche en playoffs.
Melton, que era importante en la coraza competitiva de los jóvenes y arrebatadores Grizzlies, es otro jugador que muerde en defensa. Un especialista que permite pensar en quintetos muy duros en combinaciones con Embiid, Tucker, House y veremos si un Matisse Thybulle que necesita añadir algo de juego de ataque, aunque sea un poco, para que su tremenda capacidad como alero defensor no acabe importando poquísimo. De momento, su incapacidad para no ser un lastre cuando su equipo tiene la pelota le ha hecho pasar, ya, de intocable a cuestionado. Harrell asegura producción numérica como suplente de Embiid, Tucker permite pensar en nuevos quintetos pequeños pero físicos, Korkmaz y Niang pueden meter tiros desde la segunda unidad... Los Sixers tienen, sobre el papel, un equipo legitimado para sentirse capaz de ganar a cualquiera en playoffs. Si se quiere, una versión de aquellos temibles Rockets multiplicada por el devastador poder de un pívot generacional como Embiid.
Así tendrá que ser. Exprimido el volumen de salarios y con sus rondas de draft ya invertidas, los Sixers llegarán hasta donde llegue este bloque de jugadores: hasta dónde les lleven Embiid y Harden, que arranca con 33 años (y Tucker, con 37). El base/escolta promedió en playoffs 18,6 puntos con 8,6 asistencias por 4,2 pérdidas y un 40% en tiros de campo. Solo superó los 20 puntos una vez en los seis partidos contra los Heat. Una sombra. Su talento nunca se ha cuestionado, pero ahora maridan las dudas sobre dónde está físicamente y cuánto ánimo tiene por sacar las cosas adelante cuando las cosas se tuercen en playoffs. Rivers tiene la pizarra anticuada y las musas en contra en esos partidos clave de las eliminatorias. Embiid es un gigante diferencial pero también, para los agoreros, una lesión trágica a punto de suceder. Y sobre los Sixers ha caído una de esas amargas capas de equipo maldito: aquello que puede salir mal, saldrá mal. ¿O no? Los que le ponen sonrisas a la vida pensarán que este es el año. Los que tienden a echarse a temblar, que como este no sea el año... Lo verdaderamente interesante es que los dos bandos tienen buenos argumentos para defender sus posturas. Así que, veremos...