Pasa un mes en Los Ángeles y lo que vive para entrar en EEUU tiene tanta tela que prefiere esperar a volver a España para contarlo
La influencer Paula Laguno ha contado en sus redes sociales la odisea que pasó para entrar en Estados Unidos, recalcando el problema del alcohol y la edad.
Antes de viajar por el mundo es obligatorio tener la documentación en vigor. Preparar el pasaporte y visado –si es necesario- meses antes, comprar vuelo de ida y vuelta, reservar un alojamiento e incluso organizar un itinerario a seguir cada día puede ayudar en el momento de pasar los controles fronterizos de los aeropuertos.
La influencer Paula Laguno ha estado un mes de vacaciones en Los Ángeles y al volver a España ha contado a sus seguidores de TikTok las dificultades que tuvo ella para entrar en Estados Unidos. “Agárrate a la silla o coge unas palomitas porque este vídeo es largo”, comenzaba diciendo.
De primeras, la joven iba a pasar tres semanas, pero finalmente decidió alargar su estancia allí una semana más. Esta cuenta que “tenía mi visado, tenía todo en regla, no iba a ir ni a trabajar, ni a quedarme, ni nada”, simplemente acudía para conocer la ciudad, la cultura y su gente, la gastronomía... Mientras se quedaba en casa de un amigo de su padre. “Una vez llegas a Estados Unidos tienes un primer control, yo cuando vi el panorama me acojoné”, confiesa la chica, quien relata también que “había comprado una botella de vino en el aeropuerto de España para dársela como muestra de agradecimiento” a la persona que la iba a acoger durante esos días.
En el control le preguntaron si llevaba alcohol o algún otro producto en concreto, a lo que contestó que llevaba esa botella; el problema estaba en que no tenía 21 años, edad con la que consideran mayor de edad a una persona en EE. UU., de hecho, la creadora de contenido admite que ella pensaba que “únicamente tú no podías comprar alcohol si no tenías 21 años, pero resulta que también era que no podías tenerlo en posesión”.
A pesar del precio, decide entregársela a los policías aduaneros para que le permitieran marcharse cuanto antes, ya que asegura que el amigo de su padre ya estaba en el aeropuerto esperándole. Además de preguntarle si llevaba alcohol, le hicieron el resto de preguntas reglamentarias: ¿Cuánto dinero llevas en efectivo?, ¿a qué vienes a EE. UU.?, ¿es la primera vez que vienes?, ¿tienes billete de vuelta?, ¿cuántos años tienes?, etc.
Paula confiesa que “no sé qué le pasó al oficial que empezó a dudar de mí, me preguntaron si conocía a alguien en Los Ángeles, le dije ‘sí, conozco a esta persona’ y me dijo ‘llámale’, yo le iba a avisar y me dijo ‘dame el móvil’, le di el móvil y le preguntaron ‘¿espera usted visita?’ Y dijo ‘sí, claro, estoy esperando en el aeropuerto’”. Después de eso, parecía estar todo en orden, pero le avisaron que tendrían que revisar el tema de la botella de vino porque no la podía llevar encima; tras comentarlo los oficiales, de repente le confiscan el pasaporte y le dicen “acompáñame”.
Paula entró en tensión cuando el agente le informó que iba a entrar en una sala en la cual no podía utilizar el teléfono. A pesar de que en un primer momento le dijo que iba a ser rápido, pasaron cinco horas hasta que le atendieron. A la catalana se le pasaron mil cosas por la cabeza en ese tiempo, puesto que a una persona cercana a ella la habían deportado a España tras aterrizar en ese mismo condado de California porque no les había cuadrado.
“Yo soy una persona que me fijo mucho en los detalles y en lo que me fijé es que la mayoría de personas que había en esa sala eran latinoamericanos, eran todos latinos, todos menos un chico de Portugal y yo”, declara algo que la hizo sospechar. Allí dentro parecía que el tiempo se había detenido y no pasaban las horas, una vez pasaron tres horas, miró el reloj de aguja de su muñeca, lo que provocó el grito de los policías: “Me chilla una de las oficiales de ahí ‘deja el puto reloj’ y yo me quedo a cuadros, digo ‘¿qué cojones está pasando?’”.
Como no sabían cuánto más iban a estar ahí, los demás avisaron a sus familiares, lo que llevó a que requisaran los móviles. Esta cuenta que “había dos opciones de quitarte el móvil si lo estabas usando. Una era que se acercaban sigilosamente a la persona y le extendían la mano, sin una palabra, y la segunda opción era chillarle y que la otra persona se lo entregara. No había manera educada de pedir el móvil”. Una hora más tarde, llevando ya cuatro allí, la joven española se acercó al mostrador, explicó su situación y preguntó el por qué estaba retenida, pero los guardias no le hacían caso: “Te miraban y se iban”.
Un chico latinoamericano le advirtió que mantuviera la calma, puesto que si la veían nerviosa la iban “a putear más”, pero el panorama no ayudaba. “Yo estaba, de verdad, que no daba crédito, pensaba que estaba en una película y que tenía que luchar por mi vida para salir de esa sala”, confiesa con un toque de humor. “A la quinta hora llega mi turno [...] y me empiezan a hacer las preguntas reglamentarias otra vez, le digo ‘mira yo creo que me han parado por la botella de vino’ y me dice ‘por la botella de vino ya te digo yo que no ha sido, porque habría sido pimpam’”, contestó la agente refiriéndose a que, si ese fuera el motivo, la hubiesen dejado marchar rápidamente, por tanto, la chica preguntó de nuevo por qué había sido retenida y la respuesta fue: “No te lo puedo decir”.
A continuación, pasaron a otra sala y le pidieron el móvil, acto que no se esperaba, por lo que preguntó “¿cómo que el móvil, que lo quieres ver?” y le exigieron que lo desbloquease para revisarlo, “sal fuera y en 10 minutos te lo devuelvo”, le impusieron. “No encontró nada porque no tenía nada que ocultar, me entregó el móvil y me dijo ‘ya te puedes ir’”, manifiesta. Aunque este suceso no pasó desapercibido para ella, quien preguntó con qué autoridad le quitaba el móvil, “porque esto en España es superilegal, cogió y me dio el típico folleto que te ponen en el buzón [...] y me dijo ‘aquí tienes tus derechos’, le dije ‘mira, ¿sabes qué? Me dan igual’, o sea es la primera vez que yo he dicho que me da igual el derecho”. Y, finalmente, salió del aeropuerto.
A pesar de este contratiempo, Paula Laguno asegura que su “estancia en Los Ángeles ha sido maravillosa, me he encontrado con gente maravillosa, he hecho amigos, he conocido mil historias sobre todo de gente latinoamericana porque eran, normalmente, los conductores de ubers o taxis. Tengo mil ganas de visitar Latinoamérica, de verdad os lo digo, que yo creo que mi próximo viaje largo va a ser a Latinoamérica porque es gente asombrosa. Ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida, me ha cambiado la vida”.
La creadora de contenido justifica en la descripción de la publicación que quiere “recalcar que este vídeo no contiene ningún tipo de fin político, simplemente estoy contando mi experiencia personal; mi estancia en Estados Unidos fue maravillosa. Es un viaje que me ha cambiado la vida, pero pienso que también es oportuno explicar que no todo ha sido de color de rosas y, aunque yo ahora lo explique de manera muy calmada y tranquila, fue una situación un poquito desagradable”.
Reacción de los usuarios
La polémica se desató en los comentarios. Muchos daban a entender que la razón de su detención fue la xenofobia de los estadounidenses: “Te han visto muy morena para ser europea, esa fue la situación”, decía uno, otro comentaba que “seguro creyeron que España está en Latinoamérica, no saben de geografía”. Varias personas explicaban su situación concreta: “Lo de revisar el teléfono me pasó a mí (vivo aquí en Estados Unidos, soy de España también) y cuando me mudé, la última vez que vine me revisaron el teléfono, de hecho, antes de hacerlo te dan un papel en el que explican que están en todo el derecho legal de revisar tu dispositivo ya que estás en territorio americano, bajo sus reglamentos. Me preguntaron si tenía más de un dispositivo y la contraseña, y nada, ahí estaba yo sentada y el guarda revisando todo mi teléfono, galería, mensajes, etc.”
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Sin embargo, hay quienes reconocen saber con anterioridad que esto puede ocurrir, pero personalmente no les ha acontecido: “Me vi la peli ‘Upon entry’ y sabía que esto podía pasar, pero cuando fui a Miami el año pasado (yo solo) literalmente salir del aeropuerto fueron 5 minutos, me preguntaron a qué iba y por qué y chao jajaja. También es cierto que el aeropuerto de Los Ángeles es el más grande del mundo y con más seguridad, pero estoy flipando”. Diversos usuarios admitían que ya no visitarán Norteamérica: “Teníamos planeado un viaje a EE. UU., lo hemos cancelado, no vamos a dar dinero a esa administración ni a someternos a esos controles absurdos” y otro confiesa que “no podría soportar tantas preguntas ni esperar tanto tiempo sin saber qué va a pasar. Es que me descompongo y empiezo a llorar”. Un sujeto da algunos tips para pasar la aduana sin dudar: “Nunca digas que tienes conocidos en EE. UU., siempre viajo sola y vengo de turismo”.
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