Psicología

Teresa Herrero, coach de desarrollo personal, sobre los propósitos de Año Nuevo: “Es normal que se abandonen”

La experta ofrece claves prácticas para crear metas realistas, sostenibles y alineadas con tu bienestar emocional, y explica cómo evitar los errores de cada enero.

Su trayectoria en Prisa comenzó en AS, en 2006, en la sección de Cierre. Posteriormente asumió la coordinación de la revista AS Color y la redacción de los blogs Match Point y Erratas de Campo. En 2017 pasó a formar parte de PrisaNoticias, en el control de producción de El País y AS, y volvió a AS a finales de 2022, como redactora de Tikitakas.
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Con la llegada de un nuevo año, aparece casi de forma automática la lista de propósitos. Prometemos cambiar hábitos, cumplir metas pendientes y convertirnos en una versión mejor de nosotros mismos. Este impulso no surge solo del calendario, sino del significado simbólico que damos al cambio de año: un punto y aparte que nos invita a reflexionar, evaluar lo vivido y proyectar esperanza hacia el futuro.

Desde la psicología, los propósitos de año nuevo reflejan nuestra necesidad de sentido, control y crecimiento personal. Marcan un momento en el que la motivación se renueva y la percepción de nuevo comienzo reduce el peso de errores pasados. Sin embargo, también revelan tensiones entre deseo y realidad, disciplina y emoción. Comprender por qué nos marcamos estos objetivos —y por qué tantos se abandonan— es clave para transformar la ilusión inicial en cambios duraderos.

Tal como explica la coach de desarrollo personal y gestión emocional Teresa Herrero, “la mayoría de personas se marcan objetivos que no son suyos, que nacen del ‘debería’ o de la comparación. Sin claridad interna ni estructura externa, es normal que se abandonen”. Igual que ocurre en Navidad —cuando la gestión emocional determina cómo vivimos cada reunión familiar—, en enero sucede lo mismo: no es solo lo que te propones, sino desde dónde te lo propones.

Errores más comunes

Antes de construir una hoja de ruta, es imprescindible entender qué nos hace tropezar cada año. Según Herrero, cinco son los fallos más habituales. El primero de ellos es ponerse demasiados propósitos a la vez. “El cerebro no funciona por acumulación, sino por enfoque. Multiplicar metas aumenta la ansiedad y reduce la constancia”. Asimismo, también influye copiar los propósitos de otros. “Cuando la motivación nace del ‘debería’, del miedo o de la comparación, la adherencia se desploma”, explica.

En tercer lugar se encuentra elegir metas abstractas. “Cuidarme más”, “estar mejor”, “ser constante”…, no activan ningún comportamiento concreto, sostiene Herrero. El cuarto error es motivarse desde la culpa. “La culpa no impulsa: paraliza. Si el propósito nace de exigencia, difícilmente se sostendrá”. Y el quinto y último, ignorar el componente emocional. “Un propósito puede ser perfecto en papel, pero si internamente genera presión, miedo o rechazo, no funcionará”, añade. Y es que, según Herrero, “no fallamos por falta de voluntad, sino por falta de estructura emocional y claridad. Nos pedimos demasiado y nos acompañamos muy poco”.

Qué funciona

Una vez identificados los obstáculos, el siguiente paso es construir propósitos que sean realistas, medibles y emocionalmente sostenibles. Estas son las claves que la experta recomienda. En primer lugar, elegir pocos propósitos, pero significativos, ya que la transformación llega por enfoque, no por acumulación. Por otro lado, hacerlos tangibles: “Metas que puedan verse, medirse y sentirse: caminar 20 minutos, escribir 10 líneas al día, reducir X horas de pantalla…”. Asimismo, poner fechas y marcos temporales claros: “Sin fecha, el propósito no es un compromiso, es un deseo”.

Además, para Herrero es importante conectar con el “para qué”. “La motivación real no nace del objetivo, sino del sentido que le damos: para qué quiero esto, qué cambiará en mi vida”. Y estos se han de revisar y ajustar sin culpa: Un propósito no es una sentencia. Ajustarlo forma parte del proceso”.

Por último, y no menos importante, es conveniente pedir acompañamiento si se necesita. “El error más extendido es creer que tenemos que poder con todo solas. Un proceso de coaching aporta claridad, estructura y una mirada externa que evita el autosabotaje”, afirma Herrero.

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Más allá de la productividad o la disciplina, los propósitos pueden convertirse en una herramienta de autoconocimiento. Según Herrero: “Un propósito bien planteado no es una obligación: es una dirección. No busca convertirte en otra persona, sino acompañarte a ser quien quieres ser con más calma, intención y verdad personal”. Cuando se formulan desde este lugar, los propósitos dejan de ser una carga y se transforman en una guía de bienestar para el año que empieza.

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