María Gómez, psicóloga, sobre los sesgos de la lotería de Navidad: “Tendemos a sobreestimar las posibilidades de ganar”
El próximo 22 de diciembre se celebra el sorteo del Gordo, todo un fenómeno social para el que familias, amigos y compañeros comparten décimos.
Cada mes de diciembre, la lotería de Navidad se convierte en un fenómeno social que trasciende lo económico. Familias, amigos y compañeros de trabajo compran décimos con ilusión, comparten números especiales y construyen historias alrededor de la posibilidad de ganar. Desde la psicología, este comportamiento no es casual: está profundamente influido por diversos sesgos cognitivos que moldean nuestra percepción de la probabilidad, la suerte y la toma de decisiones.
Así lo explica la psicóloga María Gómez en un vídeo divulgativo en YouTube: “Todos cometemos sesgos cognitivos. Son formas que tiene nuestra mente de llegar a la conclusión. Y muchas veces nos protegen, porque no podemos estar analizando la realidad todo el rato”, cuenta la experta.
Pese a que, tal como apunta, la posibilidad de ganar la lotería de Navidad es de uno entre 100.000, seguimos jugando influenciados ellos. El primero al que hace referencia es el sesgo de disponibilidad: “Tendemos a sobreestimar las posibilidades que tenemos de ganar al conocer casos destacados de gente que ha ganado la lotería, aunque son casos totalmente extraordinarios y muy raros”.
Asimismo, está el de fijación en las frecuencias absolutas: “Solo tenemos en cuenta el dinero ganado y no el invertido o el perdido”, así como el de ilusión de control: “Es la creencia que tenemos de que podemos influir en algo en el resultado, que es totalmente aleatorio. Esto se relaciona mucho con la superstición. Es algo muy humano”.
Hace referencia también a la atribución flexible, es decir, ajustar la atribución de lo que pasa para justificar. “Si pierdo la apuesta o no he ganado la lotería no es por azar, sino porque no he elegido bien el número, o la máquina no funcionaba”, explica la psicóloga. Y, por último, menciona la falacia del jugador, es decir, pensar que los sucesos pasados afectan a los futuros cuando estamos hablando del azar.
Otros sesgos
Además de lo mencionado, aparece el sesgo de representatividad. Tendemos a pensar que ciertos números parecen más ganadores que otros. Números redondos, secuencias curiosas o cifras con significado personal nos resultan más plausibles, aunque estadísticamente todos tengan la misma probabilidad. El cerebro busca patrones incluso donde no los hay, porque los patrones nos dan una sensación de orden y previsibilidad.
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También influye el sesgo del coste hundido. Quien lleva años jugando el mismo número suele pensar: “Después de todo lo que he invertido, ahora no puedo dejarlo”. Abandonar el hábito implicaría aceptar que el dinero anterior no aumenta las probabilidades futuras, algo que resulta psicológicamente incómodo. Continuar jugando parece más coherente, aunque racionalmente no lo sea.
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