MÚSICA

Muere Cat Janice, la cantante con cáncer que se viralizó al dedicar su última canción a su hijo

La cantautora norteamericana dejó en herencia el tema y todas las ganancias a su pequeño Loren, de siete años, consciente de que iba a quedar huérfano.

Su última voluntad la dejó cumplida el pasado mes de enero. La cantautora norteamericana Cat Janice ha fallecido a los 31 años de edad a causa del mismo cáncer terminal que la llevó a popularizarse en redes sociales; a viralizarse por mostrar la cara más humana que esta especie conoce.

Aunque inició su carrera musical cuando tenía tan solo 20 años, su nombre y su trabajo dieron un giro de 180 grados hace escasas semanas. Janice entonces se encontraba en cuidados paliativos y decidió escribir una canción dedicada a su pequeño hijo Loren, de 7 años de edad. Sabía que se iba a quedar huérfano y quiso enfrascar su amor en tres minutos y veinticuatro segundos. Todos los ingresos obtenidos irían para su retoño. Así nació Dance You Outta My Head.

El anuncio de su fallecimiento lo ha dado su hermano a través de redes sociales. “Esta mañana, desde la casa de su infancia y rodeada de su amorosa familia, Catherine entró en paz en la luz y el amor de su creador celestial”, ha iniciado la amarga noticia.

“Estamos eternamente agradecidos por el derramamiento de amor que Catherine y nuestra familia han recibido en los últimos meses. Cat vio su música llegar a lugares que nunca esperaba y descansa en la paz de saber que continuará proveyendo a su hijo a través de su música. Esto no habría sido posible sin ustedes”, reza el texto.

Luego se aclara que será el propio hermano quien “gestionará todas las operaciones que rodean la música, mercancía y relaciones públicas” de Janice. Y que “a petición de Cat, hay algo más de arte que ella quiere compartir también”; pero, sin anticipar nada, indica que todo llegar “a su debido tiempo”.

Atar todo lo que uno quiere

Fue en 2022 cuando le diagnosticaron cáncer. Aunque la cascada de sentimientos negativos irrumpió en su vida con la fuerza con la que una ola causa grietas en un malecón, la intranquila calma volvió a instalarse en su visión cuando, pocos meses después, los médicos le dieron la mejor noticia posible. Había superado la enfermedad y estaba libre.

Apenas un año pasó hasta que la enfermedad regresó a su cuerpo, si es que alguna vez se había ido. Este mes de enero le comunicaron que se encontraba en fase terminal. Lejos de permitir que la pesadumbre se adueñase de sus torrentes sanguíneos, inyectó en su sonrisa las ganas de vivir y se dedicó, consciente de que iba a fallecer, a atar todo lo que más quería. Sabía que se marcharía, pero quería permanecer siempre.

Entonces decidió casarse con su novio y componer la canción para su hijo. Quería tocarla en vivo, en algún local. Y aunque no ocurrirá, siempre sonará, de algún modo, en la cabeza de sus seres queridos, que es el lugar de donde, según dijo antes de morir, nace: “Estoy agradecida de abrazar a mi niño, más con esta canción que inventamos en el coche en un día de verano. Los extrañaré mucho”.

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