Primeros problemas para Daniel Sancho en su nueva cárcel de Surat Thani

A las pocas horas de que la justicia tailandesa dictara cadena perpetua para Daniel Sancho por el asesinato y desmembramiento de Edwin Arrieta durante el verano del año pasado, el joven era trasladado a la cárcel de Surat Thani después de doce meses en prisión provisional en la de Koh Samui. Un cambio que el hijo de Silvia Bronchalo no quería llevar a cabo ya que su primer centro penitenciario era mucho más amable, seguro y con apenas 500 reclusos a diferencia de los más de 5.400 reos que conviven en la nueva.

Situada al sur del país, en la península de Malawa, la prisión de Surat Thani tiene diferencias muy significativas en cuanto a términos de peligrosidad. Y es que la actual cárcel de Daniel cuenta con reclusos con condenas que superan los 25 años, la mayoría de ellos por delitos de sangre al igual que el del español. Las condiciones allí son mucho más duras que en Koh Samui ya que en las celdas cohabitan hacinadas más de 20 personas y pasan más de 12 horas sin salir de ellas.

No hay colchones, se duerme en el suelo sobre toallas y las salidas no son muy habituales ya que Surat Thani está al doble de su capacidad con 5.400 reclusos. Las redadas policiales “suelen terminar con los presos semidesnudos y con celdas patas para arriba”, aseguran desde Lecturas. La salubridad en este centro también se pone en duda con multitud de enfermedades contagiosas y con una tasa de mortalidad del 25% cada dos años.

Los problemas de Daniel Sancho

El hijo de Rodolfo Sancho ha pasado su primera noche totalmente aislado para cumplir con la cuarentena “de entre 6 y 10 días” que recoge el estricto protocolo contra el coronavirus que todavía reina en el país asiático. Durante este tiempo, el joven tan solo puede recibir la visita de su abogado tailandés quedando prohibidas las de sus familiares.

Otro de los problemas a los que tendrá que enfrentarse el condenado es el idioma ya que en la cárcel de Surat Thani reina el tailandés entre los funcionarios. La gran mayoría de ellos desconocen el inglés y, por supuesto, el español. Según el relato de una de los trabajadoras del lugar, Daniel se interesó “por si alguien hablaba inglés” nada más llegar a la prisión y pidió un intérprete.

“Después de la cuarentena se decidirá en qué zona será instalado ya que hay pocos extranjeros. La mayoría son birmanos y camboyanos”, añade. Por su parte, Artur Segarra, el otro español condenado a cadena perpetua en Tailandia, se encuentra entre rejas en ‘El gran tigre’ en Bangkok.

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