Jose Almansa, creador de la ‘innovación caórdica’, explica cómo disfrutar del caos: “Nos dicen quiénes somos”
Charlamos en AS con el fundador de la metodología Grasshopper, un sistema para transformar necesidades no resueltas (NNR) en retos y soluciones innovadoras.
Jose Almansa es pionero en innovación en España, creador de Impact HUB Madrid, LOOM y la metodología Grasshopper, aplicada en universidades y corporaciones, un sistema probado para transformar necesidades no resueltas (NNR) en retos y soluciones innovadoras. Con motivo de la publicación de su libro Innovación caórdica, en AS charlamos con él sobre cómo disfrutar del caos en la vida, y cómo aprovechar también esto en las empresas, que pueden generar resultados reales partiendo NNR.
Su visión caórdica —equilibrar caos y orden— aporta un enfoque transformador y muestra cómo su metodología —implementada en empresas, ciudades e instituciones— abre la puerta a un nuevo modelo de gobernanza.
Su libro se titula Innovación caórdica. ¿Qué significa exactamente eso de dominar el caos y el orden?
La naturaleza no juzga: no dice “orden bueno, caos malo”. Simplemente usa cada uno cuando lo necesita. Si hay que cambiar, provoca caos para movernos y adaptarnos. Si hay estabilidad, activa el orden para aprovechar lo que funciona. Pero nosotros llevamos toda la vida intentando quedarnos solo con el orden, con miedo al caos, sin darnos cuenta de que sin caos no hay evolución. Innovación caórdica es “creatividad con resultado”: encontrar lo nuevo (caos) y prepararlo para que sea útil (orden).
Dice que todos nacemos innovadores, pero que la sociedad nos “desconecta”. ¿Cuándo se dio cuenta usted de que había perdido esa conexión?
Me di cuenta cuando empecé a buscar las respuestas solo en la cabeza. Cuando creí que el mundo funcionaba de una forma que tenía que aprender y repetir. Cuando pensé que todo estaba inventado y sentí miedo de decir algo que no viniera en los libros. De niño, si algo no encajaba, no buscaba una fórmula, buscaba una sensación, una intuición…, y confiaba en ella. Y casi siempre salía algo creativo, distinto, y bienintencionado. Porque ese es nuestro estado natural: somos responsables, curiosos e innovadores por naturaleza. Luego, el sistema se encarga de desconectarnos de eso.
Habla mucho del “niño de cinco años” que todos llevamos dentro. ¿Qué le enseña ese niño a usted hoy?
Me enseña a no volverme “adultil”. Todas las semanas le escribo una carta a ese niño que aún vive en mí. Me dice que confíe en mí, que me quiera más que a nada en el mundo, que no cambie mi esencia. Me recuerda que evite la culpa y la preocupación, porque son las que más me desconectan. Que disfrute del caos, poniendo orden dentro, y que entienda por qué hago las cosas. En el fondo, ese niño me enseña a vivir con propósito. A recordarme quién soy, cuando el ruido del mundo intenta hacerme olvidar.
En un mundo tan acelerado y controlado, ¿cómo se entrena uno para disfrutar del caos sin perder el equilibrio?
Desde pequeños nos dicen quiénes somos, cuál es nuestra religión, nuestras ideas, incluso a qué somos buenos o malos. Si alguien te dijo que eras malo en algo, probablemente lo has sido toda la vida. El caos maravilloso empieza cuando sueltas todo eso: las creencias, las ideologías y las etiquetas que te atan. Cuando te permites dejarte llevar y abrir el flujo creativo que todos tenemos dentro. Disfrutar del caos es sentir que todo es posible, pero sabiendo que pones el orden suficiente para hacerlo útil. Por eso el caos absoluto no existe: siempre estamos en movimiento dentro de la escala caórdica.
Ha creado la metodología Grasshopper, que ya se aplica en universidades y empresas. ¿Qué cambia en las personas cuando descubren que pueden innovar?
Llevamos toda la vida buscando ideas que ni siquiera son nuestras, y luego tratando de entender qué solucionan. No tiene sentido. Pensamos primero qué queremos hacer, incluso cómo, y al final intentamos entender “por qué”. El sentido real está justo al revés: detectar necesidades no resueltas —problemas u oportunidades— y después crear soluciones a medida. Eso es lo que hace la metodología Grasshopper. Te enseña a ver esas necesidades a las que no puedes llegar desde lo conocido ni desde las ideas, y desde ahí surge lo inesperado. Por eso cuando alguien lo experimenta, siempre aparece el “wow”. Pero no es una ocurrencia: es el resultado natural de un proceso caórdico que cualquiera puede aprender.
Dice que la innovación no existe, que solo existen las personas innovadoras. ¿Por qué?
Porque todo el mundo habla de innovación: los políticos, los gurús, los empresarios… Pero si juntas a los directores de innovación de las 30 mayores empresas de España y les preguntas qué es innovación, cada uno te dará una respuesta diferente. ¿Cómo podemos estar invirtiendo tanto en algo sobre lo que ni siquiera estamos de acuerdo en definir? Yo propongo una fórmula clara: innovación es el resultado del proceso creativo de un innovador ante una Necesidad No Resuelta. Es decir, no existe “la innovación” como entidad abstracta. Existen personas que innovan. Sin ellas, la innovación es solo un eslogan vacío.
Su carrera ha sido muy diversa: desde coworking hasta IA o sostenibilidad. ¿Cuál ha sido su mayor salto caórdico?
Siempre he buscado proyectos que nadie había hecho antes, con un mismo propósito: transformar desde las personas. He vivido la innovación en muchos ámbitos y siempre ocurre lo mismo: el innovador es cuestionado, frenado o copiado. Es un camino apasionante, pero también muy desgastante. Por eso creo que mi mayor salto caórdico aún está por venir: transformar la sociedad y la política para que funcionen por Necesidades y no por ideas. Si un político trabajara junto a la ciudadanía para detectar las necesidades no resueltas y crear soluciones a medida —como propone el método Grasshopper—, entraríamos en una nueva era de propósito, colaboración y evolución real.
¿Cómo puede una persona aplicar la innovación caórdica en su vida cotidiana: en casa, en pareja o en familia?
La innovación caórdica funciona igual para una institución, una empresa o una persona. Lo primero que genera es lo que llamo el “ángulo del observador”. La física cuántica ya lo confirma: todo existe, pero tú solo vives lo que observas. La escala caórdica te ayuda a salir de lo conocido, de lo que te mantiene atrapado en los mismos patrones, y a ver las necesidades no resueltas que antes no percibías. El proceso empieza con una pregunta caórdica: eliges un reto y anclas los dos extremos —la respuesta caos y la respuesta orden—. Eso te obliga a reflexionar desde otro lugar, más amplio, donde aparecen opciones que antes no existían. Es como abrir una ventana nueva en tu mente. Suena simple, pero cuando lo practicas, cambia tu manera de verlo todo.
En una época dominada por la inteligencia artificial, ¿qué papel le queda al ser humano verdaderamente creativo?
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Todo. La IA sustituye al que se apoya en conocimiento, pero potencia al creativo. El pensamiento crítico auténtico es caórdico: no parte de nada, no juzga nada, está abierto a todo. Ahí estalla la creatividad humana. Y cuando a esa creatividad le sumas el “orden” de la IA —capacidad de análisis, simulación, escala—, tienes creatividad con resultado: ideas que aterrizan. Nuestro valor es formular las buenas preguntas, detectar Necesidades No Resueltas, dar propósito y criterio; el de la IA, estructurar, acelerar y ejecutar. No compitas con la máquina en datos, únete desde tu intuición, tu ética y tu propósito. Así el humano creativo se vuelve imprescindible.
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