Jaume Pueyo: la medicina para el estigma del esquí de fondo

El esquí de fondo siempre fue algo ajeno para el gran público español. Una cosa de la lejana y fría Escandinavia, donde la nieve es una constante y no una excepción. Hasta que apareció un alemán de Marktoberdorf al que se apodó ‘Juanito’, en esa cosa tan de este país que consiste en ponerle diminutivos cariñosos a los nombres de difícil pronunciación, y se colgó tres oros en Salt Lake City 2002 con la rojigualda por bandera. Esa historia, ya lo saben los lectores más veteranos, acabó mal. A Johann Muehlegg, como se llama en realidad el tipo, le despojó de todas ellas poco después el TAS, una vez constatado, tras detectarse en un control durante esos Juegos, que había competido bajo los efectos de la darbepoetina, una versión sintética de la famosa EPO. Desde entonces, aunque nunca ha faltado representación, el mejor resultado olímpico de España en esta disciplina es el décimo puesto de Laura Orgué en los 30 km en Sochi 2014.

Algo que aspira a cambiar Jaume Pueyo (Barcelona, 24 años), un esprinter que bien podría ser influencer y que se ha puesto como objetivo “dar a conocer” este deporte en España. La medicina contra el estigma dejado por ‘Juanito’. Uno le ve y es más fácil imaginarle en una palapa en las Islas Caimán, enseñando a la gente por TikTok cómo ganar su primer millón antes de los 20, que surcando un manto de nieve a lomos de unos esquís. Pero se dedica a eso desde que bien pequeño se mudó de Barcelona a La Seu, donde conviven los deportes de invierno y las piraguas, y se enganchó a ambos. “Hacía eslalon y esquí de fondo a la vez. En piragüismo era un poco malo y en esquí acabé entrando en el club local, el CEFUC, y en el centro de tecnificación”, explica. Se especializó en esprint, la modalidad más explosiva. En el formato olímpico, los esquiadores salen en intervalos de 15 segundos y los 30 más rápidos en recorrer cerca de 1,5 kilómetros se clasifican para los cuartos de final.

Pueyo, alto y fuerte para ser español pero lejos, confiesa él mismo, de los “bicharracos de más de 1,85″ que producen en serie los países nórdicos, ya tuvo una primera experiencia olímpica en Pekín 2022, y fue 37º. Desde entonces se ha asentado en el Top-30 de la Copa del Mundo, y llegó a ser 10º en Finlandia el año pasado. Lo compagina con el rollerski, una variante surgida de la técnica empleada para entrenar el esquí de fondo en verano pero que no forma parte del programa olímpico. El pasado agosto fue tercero en la Copa del Mundo de Trollhaetan (Suecia). Buenos resultados que no le sacian. Tiene sus metas muy claras para esta temporada, y pasan por subir otro escalón en el circuito mundial, meterse regularmente “en semifinales” y, llegados los Juegos, alcanzar “el diploma olímpico”.

Para ello ha trabajado duro con su entrenador, Martí Vigo del Arco, el único al que cita cuando se le pregunta por sus referentes, que también fue olímpico en 2018, y otros dos nombres que completan el panorama de presente y futuro del país en esta disciplina, Bernat Sellés y Marc Colell. Una preparación en la que no faltan medios. Incluso han viajado a Noruega, Alemania y Suecia, donde cuentan con unos túneles similares a los de viento, que simulan las condiciones de la nieve en una prueba real. “La Federación nos ayuda en todo. A nivel de medios estamos súper bien. Si tienes pistas cerca, entrenar esquí de fondo en España no es un problema”, celebra. No ha tocado mucho la metodología respecto a Pekín 2022, porque considera que el factor diferencial será la experiencia que ha ganado en este ciclo: “Hemos cambiado unos toques de intensidad, pero muy poca cosa, detalles muy, muy simples. La diferencia te la dan los años y saber confiar en tu método. De un año al otro por cambiar una cosa no vas a cambiar nada, así que a seguir un poco la misma línea. Lo que sí que hemos hecho es practicar un poco más el cuerpo al cuerpo, ¿sabes? El estar con cinco tíos ahí peleones y ganar posiciones". La clave de su deporte, cuenta, es “ser bueno en todo”. “Porque ser bueno en la técnica camufla la poca capacidad aeróbica, y tener mucha capacidad aeróbica disimula los problemas técnicos”.

Todo eso aflorará este fin de semana en Ruka (Finlandia), donde tiene la primera prueba de Copa del Mundo del curso (también compite Sellés) que desembocará en Milán-Cortina d’Ampezzo. De ahí a Noruega y Suiza en diciembre, con la duda de si acudirá a Goms a finales de enero o se centrará ya en los últimos retoques preolímpicos. A priori no será esta la edición en la que caiga el primer metal limpio del esquí de fondo español, el que enterraría en las profundidades de la memoria las vergüenzas de un Muehlegg con el que Pueyo no quiere cuentas: “Siempre digo que no tengo nada de relación con el tío, cuando estaba compitiendo yo ni había nacido. No era ni español, le dieron la nacionalidad", se desmarca. “Tampoco quiero decir mucha cosa de él, porque se ve que era como muy creyente en espíritus raros y una secta o algo así, a ver si se va a enfadar conmigo”, remata con sorna.

Sí pueden ser los Juegos que consoliden una generación “con mucho potencial”, que amplíe el horizonte competitivo y mediático del esquí de fondo en España. Ahora, dice Pueyo (aunque cuenta con más de 5.000 seguidores en Instagram, que ya los querrían para sí otros de deportes más conocidos), no les conoce “ni Dios”. Quizá a partir de febrero sí.

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