EL REPORTAJE

Los ‘Ferole’, la familia que nació del viaje vital del Espanyol a Ucrania

Karyna huyó de la invasión rusa a bordo del autocar perico, embarazada de cinco meses. Su historia desde Chernóbil a Kiev, y la de sus dos estirpes llenan de valor el fútbol. Y la vida.

Gorka Leiza

Guarda tanta relación la vida con un partido de fútbol, con sus victorias, derrotas, esfuerzos, sinsabores y un carrusel inagotable de emociones, que en ocasiones este deporte se cuela directamente en el curso de historias vitales, dejando huella. Puede suceder incluso en la barbarie de una invasión, la de Rusia sobre Ucrania, sobrevenida en una guerra que dura ya diez meses y cuyo final no se atisba. Y así ha ocurrido con el viaje de Karyna Liebiedieva y con su hijo, que cumplirá seis meses en Año Nuevo. En sus vidas se cruzó el Espanyol. Y todo cambió para siempre.

Hoy Karyna vive y recibe a AS en la tranquila población de Santa Bàrbara, un emplazamiento repleto de simbolismo: rodeado de olivos, que son alegoría de resistencia, y en una tierra en la que confluyen el mar del Delta de l’Ebre y las montañas de Els Ports, situado además en la frontera entre Catalunya y la Comunidad Valenciana. Karyna no está sola. Aquí nació el pasado 1 de julio su pequeño Leo. Y a ambos los envuelve una familia maravillosa, que ya es también la de ellos. La de Bàrbara Rodrigo y Jordi Ferrer, y la de sus hijos Cinta, Ruben y Àlex. Tal es el vínculo que les une, a pesar de que sus orígenes se llevan más de 3.000 kilómetros de distancia, que ya han decidido llamarse, coloquialmente, los ‘Ferole’, como contracción de los tres apellidos: Rodrigo, Ferrer y Liebiedieva.

Àlex, Bàrbara, Karyna, su hijo Leo, Cinta, Jordi y Ruben posan para AS en su hogar.Gorka Leiza

Hasta el pasado 24 de febrero, cuando Rusia invadió Ucrania, Karyna era una chica de 18 años que compaginaba sus estudios de Económicas con trabajo, en Kiev, con pareja y embarazada de cinco meses. Pero la sinrazón de la guerra, como a tantísimas otras personas –casi ocho millones, calcula ACNUR– la convirtió de la noche a la mañana en una refugiada. Forzada a huir de su país. Peor suerte corrió su chico, que como mayor de edad tuvo que incorporarse a filas. Tres días tuvo que esperar Karyna, sin poder avisar a sus más allegados por la falta de cobertura, en una estación de la capital a poder subir en un tren atestado. Otras seis jornadas tardó en llegar a su destino.

En el tren que nos llevaba a Polonia, todo el mundo iba gritando”, destaca Karyna, como uno de esos recuerdos que tiene grabados a fuego de su odisea. Porque una vez en Chelm, en el Este polaco, tuvo que embarcarse en otro convoy que dio tumbos por el país, pasando por Varsovia (mucho más al norte), hasta llegar a Rzeszów, ubicado mucho más al sur. Y allí llegó el primer respiro.

Afortunadamente, no había llegado a Rzeszów sin rumbo fijo, ya que la fueron a buscar Elisa y Lucho, dos miembros de la asociación ‘És per tu’. Desgraciadamente, el motivo por el que conocía a esta ONG es porque como menor de edad Karyna, huérfana y nacida en Kraysatychi, en la yerma zona afectada por la explosión de Chernóbil, había pasado veranos enteros junto a sus hermanos, Denys y Daryna, en tierras catalanas, donde desde 1998 ‘És per tu’ organiza estancias de niños para al menos durante un tiempo descontaminarlos de la radiación y propiciar que recuperen sus defensas naturales.

“Soy del Barça, pero me siento plenamente orgulloso del Espanyol”

Jordi Ferrer

Así fue como Karyna y Denys conocían a la familia Ferrer Rodrigo, que los venía acogiendo desde 2016, motivo por el cual ella habla en un perfecto catalán. Y de este modo es como entra en acción el autocar del Espanyol, que el club había decidido enviar a la frontera de Ucrania con Polonia, a mediados de marzo, para poder congregar al máximo número de refugiados. “Hasta el tren me vino a buscar también Jordi (Via, del departamento de comunicación del club), un chico muy majo, que incluso pensé que era futbolista”, bromea Karyna, quien subió al bus, donde también la esperaba entre otros Rosa Martín, la imprescindible presidenta de ‘És per tu’, para iniciar un nuevo trayecto, este de dos días y medio, para iniciar una nueva aunque provisional vida.

La descripción de la escena en que Karyna se reencontró con su familia catalana podría adaptarse perfectamente a un guion cinematográfico (si es que no lo es toda su historia, desafortunadamente): a las tres de la madrugada, en una esplanada de acceso a un cámping, con lluvia menuda cayendo. “Por nosotros, como si hubiera granizado, no podíamos estar más felices”, apunta Bàrbara. Y añade Jordi: “Yo soy del Barça, así que cuando vi llegar el autocar del Espanyol fruncí un poco el ceño. Pero, fuera bromas, me sentí plenamente orgulloso por cómo un club de fútbol de la tierra se había implicado en una tarea tan bonita y necesaria”.

El abrazo entre Bàrbara, Karyna y Jordi, a la llegada del autocar del Espanyol.RCDE

Pasados los meses, nació Leo. “Es la alegría de la casa”, señala Cinta, la hija de Bàrbara y Jordi, y como una hermana para Karyna, que hace unas semanas consiguió un trabajo en la hostelería, cerca de Santa Bàrbara, lo que le permite sufragar al menos las primeras necesidades de su pequeño. “Y no necesita guardería, porque somos una familia grande y estamos encantados de cuidarlo cuando ella está trabajando”, explica Bàrbara, a lo que Karyna responde, señalándolos: “Estoy con ellos porque son mi familia. También la tengo en Ucrania, y claro que quiero ir, pero ahora no puedo”.

No en vano, sus hermanos llegaron a acompañarla un tiempo con ella en Catalunya, pero se tuvieron que marchar en octubre con su tía por parte de madre, que ejerce de tutora. Ahora vuelven a vivir en Krasyatyachi. Así que la incertidumbre no cesa. “Primero, cuando comenzó la invasión, pensamos que por allí jamás pasaría el ejército ruso, porque es la zona de exclusión de Chernóbil, rural, contaminada y sin industrias”, desgrana Karyna. “Pero fue uno de los primeros lugares por donde entraron las tropas y los tanques”, lamenta. “De hecho, construyeron un puente solo para entrar desde la frontera de Bielorrusia, que está a 40 kilómetros”, indica Bàrbara.

“Pensamos que el ejército ruso jamás pasaría por la zona de exclusión de Chernóbil, pero fue uno de los primeros lugares por donde entraron las tropas y los tanques”

Karyna Liebiedieva

“Hubo unos días en que no supimos nada de la familia”, rememora la matriarca. “Duró una semana”, precisa Karyna, capaz como no es para menos de retener cualquier detalle. “Tras los dos primeros días de haber llegado el ejército ruso, el pueblo se quedó sin cobertura, ni luz ni agua”.

Y explica cómo, una vez recuperada la línea, se las tenían que ingeniar para comunicarse: “Rastreaban (los rusos) las llamadas desde un coche en la calle, como en las películas, así que si alguien telefoneaba desde casa le podían entrar a pedir la documentación. Mucha gente se ha escondido en graneros que hay bajo tierra, sin techos”. La solución que encontraron su tía y muchos otros ucranianos fue la de subir a llamar por teléfono a las azoteas de los edificios, donde las antenas de los ‘espías’ no podían alcanzar. Ahora se comunican con mayor frecuencia.

“Hubo unos días en que no supimos nada de la familia”

Bàrbara Rodrigo

Se suceden las historias del horror entre la sala de estar del domicilio de Santa Bàrbara, de cuya fachada cuelga una bandera ucraniana, y más adelante, cuando cae la noche y se encienden las luces navideñas en los balcones, durante el camino de la familia a una pequeña feria de la Navidad instalada en el centro del municipio.

Y se alterna con la cotidianeidad: “No me gusta demasiado el fútbol, porque veo que Ruben y Àlex sufren cuando ven los partidos, pero en el caso del Espanyol estoy muy agradecida”, concede Karyna, ya con 19 años cumplidos, mientras empuja el carrito donde porta abrigado y risueño a su hijo Leo, simpatiquísimo. Y surge, obviamente, la pregunta del millón, el hasta cuándo, que nadie puede acertar a responder. De lo que no cabe duda es de que la familia ‘Ferole’ es una piña. Y que, en lo que dure esta espantosa guerra, no pueden estar Karyna y Leo arropadas por un mejor equipo. El fútbol. Y la vida.

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