ATLÉTICO

Simeone, por si acaso, tira de cábala

El Cholo insiste con Witsel como compañero en la sala de prensa en la previa de Dortmund. Son tres veces seguidas ya, desde la vuelta ante el Inter. Como lo del meñique y el índice, los horóscopos y el padre de Augusto. Y las camisetas.

LEON KUEGELERAFP

Simeone es así. Cabulero por antonomasia. Las supersticiones han acompañado en todos sus años de fútbol, en su vida, y ahora que está acariciando su cuarta semifinal de Champions (13-14, 15-16, 16-17) no va a cambiar. Ni cotizaba que el jugador que le acompañaría en la sala de prensa ayer por la tarde en el Signal Iduna Park sería Axel Witsel. Por un lado, claro, esta vuelta de cuartos supone el regreso del belga al estadio donde jugó cuatro años (de 2018 a 2022), pero, curioso, ya fue el futbolista al lado del Cholo en el partido de ida... Y en la vuelta ante el Inter de Milán, cuando los rojiblancos estaban ante la gesta de remontar un 1-0 de la ida en Italia ante un equipo que contaba todos sus partidos por victoria en 2024. Tres de tres, las últimas tres seguidas. Con Simeone no puede ser casualidad.

Como que la tercera equipación, la verde, haya quedado arrinconada en el fondo del armario tras, precisamente, aquella ida ante los italianos en San Siro. Han pasado dos meses y cuatro partidos fuera pero el Atleti nunca más, desde aquella noche, se la ha vuelto a poner. En el imaginario colectivo se vincula a tantos tropiezos fuera de casa de los del Cholo esta temporada aunque en realidad el saldo esté repartido con la rojiblanca, tres una (verde: Valencia, Athletic y Girona en Mestalla, San Mamés y Montilivi) y tres otra (rojiblanca: Las Palmas, Barcelona y Sevilla en el estadio de Gran Canaria, Montjuïc y Pizjuán). Después de San Siro, el Atleti sacó para Almería una cuarta equipación, en homenaje a la noche de Madrid, que tampoco. Sólo se ha visto una vez. Aquella. Y más tarde regresó a la segunda que no había lucido en toda la temporada. La azul y blanca fundacional. Con ella perdió en la ida de las semifinales ante el Athletic en la Copa, ya sentenciada desde la ida (0-1), pero ganó en Vila-real, un estadio a menudo hiel para el Atleti y el Cholo. El club ayer anunciaba en un tuit que esos serían sus colores en este partido en Alemania. Ni cotizaba tampoco que la verde seguiría desterrada. Claro, que la rojiblanca, con la que podría jugar, por si acaso, también.

Tampoco cotizaba que el hotel en el que se aloja el Atleti en este viaje a Dortmund no es el mismo que el de la última vez que jugó en la ciudad, cuando perdió 4-0, la derrota más contundente en Europa del Cholo. Forma parte de sus supersticiones. Como el rezo previo, el santiguarse dos veces y besarse las muñecas antes del partido de esta noche. O el apoyar los dedos meñique e índice al pisar el campo. O la lista de música en el vestuario en el pen drive como siempre, sin saltos ni paradas taquicárdicas. Lo primero que hizo el entrenador nada más llegar al Atlético fue mandar cambiar las redes de las porterías del Calderón para barrer aquello del Pupas. ¿Alguien es consciente de que con Simeone esa leyenda se acabó por completo? Otrora tan a mano, con el Cholo suena a viejo, a tiempo pasado, a apelativo enterrado por siempre. También nada más llegar cambió el hotel de concentración de los jugadores. Desde aquel momento, en ese momento, se alojarían para los partidos en casa en uno que Simeone conocía muy bien como jugador: sería aquel en el que se alojaba el Atlético del Doblete. La primera vez que vistió su inseparable traje negro fue en aquella final de la Copa del Rey ante el Madrid en el Bernabéu en 2013. Y ya nunca más se lo volvió a quitar, salvo en los partidos de pretemporada.

La del padre de Augusto

Conocida es aquella del padre de Augusto también. De nombre Walter, viajó a Madrid el 20 de marzo de 2016 para ver a su hijo. El día antes el Atlético había perdido contra el Sporting de Gijón en la Liga. Después comenzaría una racha de victorias, solo empañada al segundo partido con el 2-1 del Barça en los cuartos de la Champions que los rojiblancos sin embargo remontarían, que provocaron una cosa: cuando Walter dijo que se iba, el cuerpo técnico del Atlético no le dejó. Como si fuese un trébol de cuatro hojas, la pata de conejo en el llavero, el pie derecho tocando suelo al levantarse de la cama. Se quedó dos semanas más, como entonces relataba Marca, periódico que descubrió y relató la cábala. Cuando los quince días llegaron a su fin el Atleti seguía ganando. El Profe Ortega, entonces, se dirigió a él para que alargara su estancia en Madrid, para que pudieran seguir frotándole los partidos por el lomo como se hace con los décimos de la lotería. Accedió. Cuando quiso volver a marcharse, lo mismo. Estaba atado a Madrid y la sucesión de victorias del Atleti. Fueron nueve hasta mayo, cuando los del Cholo perdieron ante el Levante en la penúltima jornada para apearse de la lucha por la Liga con Madrid y Barcelona. Pero habían llegado a Milán.

A Simeone, que mira hasta el horóscopo de sus fichajes y también de sus rivales, por si acaso, en la previa de aquella final de la Champions ante el Madrid, por cierto, le acompañaban Gabi y Fernando Torres en la sala de prensa. Ni cotizaba tampoco. Lo hacían desde cuartos, la eliminatoria ante el Barça. La que había llevado hasta allí. La final en San Siro. Ahora, detrás del ‘muro amarillo’, espera una semifinal. Witsel calienta...

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