Alberto Ruiz y Joan Gómez no tienen límites

Ni en el más optimista de los pensamientos de la organización del XXVII LaLiga FC Futures, cuidada hasta el extremo con mimo y todo el éxito posible, pudo acabar mejor el torneo que se disputó esta semana en el sur de Gran Canaria. Un derbi madrileño, resuelto en la última jugada, que evidenció además que en la capital de España se encuentran dos de los mejores futbolistas de su generación, cuyo juego habla por ellos. Resulta imposible establecer su límite.

Si de nombres propios se tratara, en la final emergieron los dos mejores y más decisivos futbolistas del torneo. Hasta “el mejor del mundo de esta edad”, en palabras de José Ramón de la Morena, cuya Fundación anda detrás de este evento, cada día más grande y global, desde hace tantos años.

Se refiere el periodista al madridista Alberto Ruiz, cuya zurda causa estragos a los rivales y condiciona, tanto para los suyos para los contrarios, cualquier partido. Como encare, nada que hacer. Con la pelota siempre pegadita al pie, hasta recuerda a un poquito a Messi por más que su camiseta vista de blanco impoluto. La calidad se le cae. Apenas hubo debate: fue el claro MVP del XXVII LaLiga FC Futures por mucho que el Real Madrid cayera en la final. Con siete goles, acabó siendo el pichichi en Maspalomas como antes en Villarreal, donde también fue MVP, y después en Orlando. Dominador absoluto en categoría Sub-12, brilla como el que más dentro de la factoría de Valdebebas. Vaya joya tiene el Madrid en casa.

Como todo el Madrid, Ruiz se topó en la final con Joan Gómez, el maravilloso portero del Atlético de Madrid, muro para todos y desquicie para los rivales. Apenas encajó cinco goles en todo el torneo y se encargó de sostener a su equipo, con paradas de todos los tipos y colores, cuando más apretaba el Madrid en la final. A poco que la familia rojiblanca lo trate bien, tiene la entidad rojiblanca portero para un par de décadas.

El particular pódium de mejores futbolistas del XXVII LaLiga FC Futures bien lo podría completar Tiago Polo, del Real Betis. Pequeñito, se movía como pez en el agua entre gigantes. Fue líder tanto futbolístico como espiritual de su equipo. “”¡Moveos!”, le gritaba a los suyos buscando la remontada ante el Atlético en semifinales. Él mismo, de penalti, comenzó la escalada (3-1), que no acabó en la cima por culpa de Joan Gómez, otra vez, que salvó a su equipo con varias paradas de antología.

Táctica.

En la banda también se vieron muchas cosas buenas en un torneo donde Fabio Futre, hijo de la leyenda atlética, se destapó como un estupendo entrenador y un héroe para sus muchachos. Otro que acabará, más pronto que tarde, en el primer equipo rojiblanco. Tampoco es que tenga prisa. “Ojalá pueda llegar al fútbol profesional. Pero es que estoy enamorado de entrenar a chicos de estas edades”, sostiene.

Su maestría táctica fue más que decisiva para que el título acabe en las vitrinas de la Academia. “Camarero venía jugando todo el torneo jugando de lateral pero hoy (la final) le tocaba jugar por dentro para vigilar a Alberto Ruiz. Qué partido ha hecho”, dijo Futre del 14 de su equipo, cuyo golazo cuando el partido agonizaba terminó por desconchar al Real Madrid. Antes se había dejado el lomo intentando que Ruiz no estuviera cómodo. No lo estuvo, pero es que es tan bueno que acabó tirando de su equipo. Sea como fuere, el polivalente Camarero también hizo un torneo para enmarcar, obligando así a que su nombre sea tenido en cuenta casi como el que más.

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