Van Aert es de oro

La ciudad olímpica de Lausana presenció un podio de lujo en la octava etapa del Tour de Francia. Allí, frente a su reputado estadio, se había montado una meta en subida, en un puerto catalogado de tercera, en un escenario lo suficientemente exigente para eliminar a los velocistas puros y para plantear una batalla entre clasicómanos y vueltómanos, que a veces son los mismos, sobre todo en el caso de Tadej Pogacar, que se aclimata a cualquier terreno. El maillot amarillo volvió a probarlo, intentó su tercera victoria consecutiva… Pogacar, caníbal. Pero esta vez tuvo que conformarse con el imaginario bronce. El oro se lo llevó Wout van Aert, que suma así su segundo triunfo en esta edición para igualar el botín del esloveno, por delante de Michael Matthews, plata. Un trío de prestigio.

El ondulado perfil de la etapa, con dos cotas de cuarta y dos de tercera repartidas en 186 kilómetros, y su situación en el calendario, después de la primera llegada en alto y antes de los Alpes, invitaba a pronosticar una escapada numerosa, una jornada de aventureros… Y ese era su camino hasta que una caída masiva cambió completamente el guion. Mattia Cattaneo, Fred Wright y Frederik Frison ya rodaban por delante, a la espera de que se incorporaran más compañeros de fatigas, cuando Kevin Vermaercke rodó por la calzada en medio del pelotón y provocó una tremenda montonera, con la carrera lanzada a mil. La película dio un giro inesperado.

La caída hirió a varios ilustres como Mollema, Urán, O’Connor… Y cortó a algunos de los hombres más importantes de la clasificación general, entre ellos al número uno, Tadej Pogacar, pero también a Geraint Thomas, a Primoz Roglic, a David Gaudu, a Enric Mas, a Daniel Felipe Martínez, a Romain Bardet, a Nairo Quintana… A lo más selecto del Tour. Un accidente con tantas víctimas, y sobre todo con tantos galones, iba a parar necesariamente la carrera. Lo pidieron el Ineos y el Jumbo. Lo impuso el UAE Team a toque de corneta. El equipo del líder no quería más sobresaltos, después de haber perdido por la mañana a Vegard Stake Laengen por un positivo con coronavirus que ha hecho sonar las alarmas en su seno. La marcha ralentizó el ritmo para el reagrupamiento, mientras que el trío de cabeza abría hueco… casi sin querer.

La etapa cambió así su cara. Lo que podría haber sido una gruesa escapada, un grupo consentido, se transformó en un tridente condenado a mellarse. Los aventureros insistieron, pero sabían que la organización de los perseguidores buscaba otro desenlace. El pelotón controló en todo momento a los fugados, con especial ahínco del Bike Exchange de Michael Matthews y del Jumbo de Wout van Aert, dos ‘uphill finishers’, llegadores en subida, que se adaptaban perfectamente al trazado final, a ese puerto de tercera, con rampas del 12%, que conducía a un lugar icónico de Lausana, en frente del estadio. También se apuntó a la fiesta el UAE de Pogacar, que ya sabemos que juega a todos los palos. Tres figuras para un ilustre podio olímpico.

Suiza dará paso este domingo a “la primera etapa real de montaña”, como la describe el director del Tour, Christian Prudhomme, en la presentación de la jornada. Será, siempre en sus palabras, “un contacto suave con los Alpes”, que crecerán tras el reposo del lunes. El Pas de Morgins, un tendido puerto de 15,4 km al 6,1%, se corona a menos de diez kilómetros, una distancia perfecta para que vuelvan a saltar chispas entre los favoritos, para que el hiperactivo Pogacar pasee su maillot amarillo un día más. Un atractivo cierre de semana.