Wembanyama rompe todos los moldes
El pívot de los Spurs es la gran sensación de la NBA: un jugador nunca visto con un físico que le permite hacer cosas que solo hace él.
Victor Wembanyama es ya muy real. Durante el último año, su (alargadísima) sombra se ha cernido sobre una NBA que ha esperado su llegada con una expectación nunca vista desde LeBron James en 2003. Los cuatro partidos que el francés ha jugado en pretemporada han dejado claro que se trata de algo nunca visto: un nuevo prototipo, un jugador imposible. Hasta los que dudaban de su adaptación en el salto de un lado a otro del Atlántico han visto suficiente para disipar incertidumbres. Paul George, por ejemplo, acaba de decir esto en su podcast: “Ya me puedo tragar todo lo que dije… hace jugadas que no va a parar nadie. Va a tener a todos los entrenadores pensando qué hacer con él a todas horas”. Un histórico como Paul Pierce dijo en charla con Kevin Garnett, otra leyenda de los Celtics, que Wemby ya era “uno de los cinco jugadores con más talento de la NBA”. Garnett contestó que veía a los Spurs en playoffs ya en esta temporada. Tal es el impacto que espera del número 1 del último draft en su primer curso en la NBA.
Lo que hace especial a Wembanyama es lo que hace con ese físico, claro: maneja la bola como un base, tira como alero y se mueve como un jugador total que, además, mide 2,24 y tiene una envergadura de 2,44. Algo casi inconcebible pero que ya está aquí: tapones de videojuego, mates casi sin saltar, robos metiendo manos desde lejísimos… todo lo que ha pasado cuando estaba él en pista, en sus partidos de pretemporada, ha estado condicionado por su presencia. Los Spurs han ganado tres de los cuatro en los que ha jugado y en poco más de 20 minutos de media en pista ha promediado 19,3 puntos, 4,8 rebotes y 2,8 tapones.
Wembanyama (nacido en Le Chesnay, al oeste de París) tiene 19 años, mide 2,24, tiene una envergadura de 2,44 y pesa, dicen ahora, unos 103 kilos. Sigue siendo extremadamente delgado, pero ha cogido casi diez kilos ya de masa muscular desde que fue drafteado y se le daba, oficialmente, 94 kilos. Con zapatillas, su altura sube a 2,28. Eso, con su envergadura, resulta en un algo que el periodista Brian Windhords explica así: “Levanta la bola y sus dedos están a cuatro centímetros del aro. Y eso con los pies bien puestos en el suelo. Si se pusiera de puntilla, podría agarrar el aro sin saltar. Eso es increíble”.
En cuanto al número de calzado que usa, otra cosa que le preguntan constantemente, es el 57. Para la gala de un draft en el que sabía que San Antonio Spurs le iba a dar el número 1 (como antes a David Robinson Y Tim Duncan), tuvo que pedir a una marca francesa, J. M. Weston, que le hiciera unos mocasines especiales. “Son los zapatos más difíciles que hemos tenido que hacer”, dijeron unos fabricantes que sabían que su producto iría a un cantadísimo número 1 del draft. El segundo europeo de la historia en lograrlo después del italiano Andrea Bargnani (2006). Y el sexto que llega a esa cima sin haber pasado por College: Kwame Brown (2001), Yao Ming (2002), LeBron James (2003), Dwight Howard (2004) y, otra vez, Bargnani.
En la NBA, los jugadores del tamaño de Wembanyama no han tenido por lo general carreras largas. De hecho, solo seis de al menos 2,24 han jugado más de 400 partidos: Mark Eaton (875), Rik Smits (867), Shawn Bradley (832), Manute Bol (624), Yao Ming (486) y Ralph Sampson (456). Y solo cuatro han estado por debajo del peso actual de Wemby en toda la historia de la Liga (también con al menos su altura): Manute Bol (91 kilos), Chuck Nevitt (99), Ralph Sampson (103) y Shawn Bradley (106). Su reto es convertir sus posibles debilidades en virtudes y entender lo que le espera a partir de ahora en las zonas de la NBA. De entrada, parece que lo tiene muy claro y, por si acaso, ha dejado claro que no tiene miedo al reto de enfrentarse a unos defensores que seguramente traten de subir al máximo el nivel físico contra él: “Todo el mundo tiene sus puntos fuertes, y llevo toda la vida viendo cómo los rivales intentan ser especialmente físicos contra mí. Ha sido así cada vez que he pisado una cancha en los últimos años y desde luego no es algo que me asuste. La velocidad supera a ese mayor nivel de contacto físico cuando se usa de la forma adecuada. Es parte del juego, estoy acostumbrado”.
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