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El adiós de Cauley-Stein a la NBA por culpa del fentanilo: “Podría haber muerto”

Willie Cauley-Stein, que intenta regresar a una NBA de la que salió en 2022, confiesa que abusó de pastillas contra el dolor y fue estafado con ellas.

The Basketball Tournament (TBT)

La carrera deportiva de uno de los pívots de futuro en el circuito universitario durante la pasada década quedó en entredicho hace ahora casi tres años. De los problemas personales, que influyeron en los profesionales, se pasó a un punto de inflexión que tuvo el consumo de drogas como detonante de un cambio del que habla pasado un tiempo prudencial. En estos momentos Willie Cauley-Stein se encuentra fuera de la rueda, buscando nuevas oportunidades, y ha decidido contar públicamente su experiencia para que se reconozca su voluntad de cambio.

En una confesión con Kyle Tucker en The Athletic este interior de siete pies, número 6 del Draft 2015 tras su paso por la prestigiosa Kentucky, se abre en canal. Willie Durmond Cauley, ya que se cambió el nombre para honrar el cuidado de sus abuelos maternos en una infancia sin padre presente, confiesa que a finales de 2021 acudió a un centro de rehabilitación contra la drogadicción en el que terminó por permanecer 65 días. Ése fue su -hasta ahora- final en la NBA, una liga en la que había permanecido siete temporadas. “Fácilmente podría haber muerto”, ha declarado.

La vida de este pívot nacido en Spearville, localidad del estado de Kansas, ha dado un vuelco en los últimos tiempos. De ese paso por el taller, el que pasa a hacer de dominio público, a una estancia de un año en el equipo afiliado de los Rockets en la liga de desarrollo y a una etapa corta en el Varese italiano, club que anda lejos de sus mejores tiempos, además de probar con Indios de Mayagüez en Puerto Rico. Ha entrado en la treintena y, ya limpio, Willie Cauley-Stein pretende tener la opción de dar lo mejor de sí en la liga que casi todos quieren jugar.

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Por establecer el orden cronológico, él mismo admite que desde su entrada en la NBA hasta 2019, en esos cuatro años, “todo era amor”, “la vida era buena”. Venía de ser escogido en 2015, el año en el que el pívot que le hacía competencia en Kentucky fue el número uno (Karl-Anthony Towns) y otros dos compañeros de universidad, Trey Lyles y Devin Booker, completaron los puestos de lottery pick. Él estaba entre los grandes incluso con competencia. El legendario John Calipari, descubridor e impulsor en los Wildcats, le llegó a comparar con Dennis Rodman. Casi nada. En los Kings se encontró con “el mejor pívot de la liga”, como Willie catalogó, DeMarcus Cousins. Cuatro años dura el contrato escalado de novato y en ellos se vio su progresión, sobre todo tras el traspaso de su titular a los Pelicans. Durante su tercera y cuarta temporada se instaló en los dobles dígitos. Aquí llegó el primer golpe. Tras promediar 11,9 puntos y 8,4 rebotes, entre otros atributos, estuvo entre los votados para el premio de Jugador Más Mejorado, justo en el momento en el que tocaba renovar, pero Sacramento le dio de lado y se centró en otros objetivos justo cuando su progreso era palpable. Pasó de lo que pudo haber sido un gran contrato a fichar por los Warriors con un mínimo salarial que, en esos momentos, no le hacía justicia. Ese verano tirotearon a tres de sus amigos, uno murió, y poco después diagnosticaron a su abuela con cáncer. Su mujer estaba embarazada. La situación le pudo y empezó a abusar de los calmantes. Y de ahí, de cabeza al infierno.

La confesión de Willie Cauley-Stein

“Todo empezó a ser una espiral de salud mental. Estaba tratando de lidiar con el baloncesto y todo lo que me pasaba, como estar en un nuevo equipo con un mal contrato. Muchas cosas raras, grandes cambios. Y empecé con las pastillas para el dolor intentando escapar de la realidad”

“Tomaba demasiadas pastillas. Estaba despierto todo el rato; y, cuando no lo estaba, realmente no era persona. No lo llevé de la manera correcta”

“Eché en falta poder decir adiós a mi abuela. Podía haber estado más con ella, haber hecho videollamadas, más cosas para estar con ella en su final, pero hice todo lo contrario. Fui un cobarde. Cada vez que hablaba con ella la veía peor y me di cuenta de que no quería pasar por todo eso”

Decidió entrar en el centro de rehabilitación seis días después de que su abuela Norma Jean muriera. La franquicia para la que jugaba, Dallas Mavericks, trató de proteger su privacidad asegurando que su ausencia se debía a “motivos personales” en vez de dar a conocer que se internaría en un complejo especializado contra las drogas. Fue cortado un poco después, en enero de 2022.

“El equipo se dio cuenta de que no tenía energía, ni amor, ni personalidad, ni nada. Las drogas me quitaron todo. Creía que estaba jugando duro, haciendo lo que tenía que hacer, y luego escuchaba: ‘No parece que le guste el baloncesto’. No se me ocurrió hasta que me empecé a curar y me di cuenta de que eso era lo que la gente veía de mí. No tenía la chispa que tengo cuando hablo. No podía mirar a la gente a los ojos porque sentía que podían ver mi alma y adivinar que no era el mismo tipo”

“Podía ver hacia dónde me dirigía. Era como si tuviera mil libras en la espalda. No me gustaba quién veía en el espejo y saber que tendría que seguir consumiendo drogas para jugar. Le dije a mi agente: ‘Necesito ayuda’. Tan pronto como llamé y me inscribí en el programa de drogas de la Liga y les conté todo sentí un alivio instantáneo. Me invadió una sensación como si mi abuela estuviera dándome el abrazo más grande posible: he hecho muchas cosas en la vida, pero nunca me había sentido tan bien”

El riesgo de muerte fue real. ¿Qué ocurrió en realidad? Había estado comprando pastillas de contrabando. Percocet. Una combinación de oxicodona y paracetamol. O eso creía él. Hasta que mandó analizar una de ellas para cerciorarse de qué problema tenía y contra qué luchaba. Resultó que no, que las pastillas eran falsas, estaban mezcladas con fentanilo. Para aquellos que no estén familiarizados con ello, el fentanilo es un analgésico 100 veces más potente que la morfina o 50 veces más potente que la heroína que desde hace unos años también se emplea como droga recreacional y que ha mantenido en vilo, entre otros países, a Estados Unidos por su alto porcentaje de penetración.

“No lo sabía hasta que me delaté. Miré a mi esposa y dije: ‘Dios mío’. Porque todo el tiempo escucho historias sobre chicos que van a una fiesta sin haber consumido drogas antes, deciden tomar un Percocet como ésos que termina siendo fentanilo, y mueren. Por una pastilla. Amigos, yo estuve tomando cientos de ellas durante meses y años. Fácilmente podría haber sido yo el que muriera”

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