LOS ANGELES LAKERS

La pataleta de Kobe: 2007 y el casi adiós a los Lakers

Kobe y los Lakers estuvieron muy cerca de separar sus caminos en 2007: la estrella exigió el traspaso, pero se quedó, ganó otros dos anillos y ya no se movió de Los Ángeles.

Lisa BlumenfeldGetty Images

Hay situaciones que recuerdan a las que vivió este último verano Kevin Durant. Y a muchos otros que hubo y que habrá, ya establecida la era de los jugadores empoderados. Eso sí, siempre hay precedentes de intentos de forzar un traspaso, de negativas a vestir una camiseta y estirar todo lo que se pueda una unión concreta con una entidad determinada. Kareem Abdul-Jabbar pidió salir de los Bucks en 1975 y acabó en un mercado grande como los Lakers. A inicios de la temporada 1981-82, Magic Johnson mostró su disconformidad por su entrenador de entonces, Paul Westhead, y Jerry Buss contentó a su estrella con el despido del técnico y el ascenso al puesto de Pat Riley, que pidió que Jerry West estuviera a su lado en el banquillo durante los primeros compases de su mandato. Y así llegamos a las salida de LeBron James de Cavs y Heat, la de James Harden de Rockets y Nets... Todas ellas tienen similitudes y diferencias, son indivisibles, muchas veces, a la historia de la NBA, y tienen algún que otro denominador común con uno que subyace sobre todos los demás: son estrellas las que han hecho una petición convertida casi en una exigencia. Eso sí, no todas han visto cumplidos sus deseos.

Lo quevivió a Durant es semejante a un punto cumbre en la carrera de Kobe Bryant, uno no tan conocido ni tan manido por la opinión pública, pero que no deja de ser clave en el desarrollo de una personalidad tan magnética, cautivadora y estudiada como la de la Mamba Negra. En 2007, igual que Durant 15 años después, Kobe pidió salir. Lo hizo en los Lakers y no en los Nets, equipo al que pertenece el genial (y también polémico) alero. Durant no salió al final de los Nets, que se han hecho fuertes en las negociaciones, han tanteado el terreno y han negado una y mil veces a la estrella su deseo. Y Kobe, en otra era no tan lejana, tampoco se fue de los Lakers, aunque en una situación muy distinta y con connotaciones que, si bien pueden recordar a las de Durant en la forma, no se asemejan en el fondo.

Kobe Byrant llegó enfadado al verano de 2007. Tras el divorcio con Shaq en 2004, las cosas no habían funcionado: un año sin playoffs (2005) y dos eliminaciones consecutivas en primera ronda ante los Suns del Seven Seconds or Less, con Steve Nash y compañía. En 2006 estuvieron cerca, y desaprovecharon una ventaja de 3-1 para caer por 4-3 en una serie con mucha historia (para bien y para mal); en 2007, las cosas no salieron igual, y el 4-1 fue aleccionador para los Lakers y enfureció a Bryant, que quería optar a un anillo esquivo desde la salida de un O’Neal que lo volvió a conquistar, adelantando al por su entonces archienemigo en su currículum particular (4, por 3 del escolta entonces). Las cosas en el equipo no funcionaban, la dinámica ascendente se vio frenada por una temporada de 42 victorias (por las 45 del curso anterior) y la química no fluía en una plantilla con gente problemática: Kwame Brown, Aaron McKie...

Y no sólo eso, ya que la sensación de soledad de Kobe era cada vez más acentuada, en lo social y en lo deportivo. No encontraba acompañante ni nadie que le entendiera y solo sus extraordinarias proezas deportivas permitían al equipo disputar los playoffs como séptimo entorchado: fueron cuatro partidos consecutivos de más de 50 puntos en marzo, tras una racha de siete derrotas consecutivas que se cortó por obra y gracia del escolta. En total, fueron 10 partidos por encima de la cifra, cinco en siete partidos durante la mencionada racha. La estrella ganó su segundo título de Máximo Anotador, pero volvió a ser ignorado para un MVP que Dirk Nowitzki ganó de forma ajustada a Steve Nash. En playoffs promedió casi 33 puntos y, en la única victoria de su equipo, se fue a 45. Todo insuficiente.

En otras palabras, Kobe no estaba contento y lo verbalizó: exigió a Jerry Buss que Jerry West volviera plenamente a sus funciones. Era el hombre que le había drafteado en 1996, su primer gran mentor, su descubridor y una leyenda de la franquicia que había salido por la puerta de atrás en el 2000, tras el primer anillo de la dinastía Kobe-Shaq y con un evidente descontento con el Doctor y el creciente poder que había permitido tener desde un inicio a Phil Jackson. Además, Kobe quería movimientos que permitieran a los Lakers optar al anillo, un jugador de primer nivel a su lado que, eso sí, no cuestionara su liderazgo, algo que le causó problemas con Shaq hasta la extenuación y posterior separación. Y, si todo ello no se cumplía, pedía salir. Y no sólo eso, sino hacerlo a una franquicia que le diera garantías para ganar el campeonato. Eso quería la Mamba Negra: ganar. Siempre ganar.

Un verano de reflexión y el encuentro con Pau

A Phil Jackson, que había mejorado la relación con Kobe tras su año de asueto (en el que tuvo mucho que ver la Mamba Negra) y su retorno posterior en 2005 (en lo que tuvo mucho que ver Jeannie Buss), le parecía catastrófica la posibilidad de perder a su gran jugador. Y a Jerry Buss, que había apostado por Kobe frente a Shaq en 2004 y siempre había tenido una predilección especial por el escolta, le preocupaba más todavía. Buss organizó una reunión junto a Mitch Kupchak (General Manager), su hijo Jim y Phil Jackson. Y le explicó a Kobe su punto de vista de la mejor manera que sabe hacerlo un hombre dotado de una inteligencia privilegiada, que trasladó al Forum lo que luego llevó al Staples, esa tradición de acumular estrellas en pista a base de acumularlas en las gradas: “Si tuviera un diamante de cuatro quilates, ¿crees que lo cambiaría por cuatro de un quilate cada uno? Pues no, en un valor jamás conseguiremos un valor equivalente al que tu aportas al equipo”.

Buss dio cancha a Kobe y le permitió entrevistarse con otros equipos y tantear el terreno. Los Bulls, el equipo que el escolta había seguido por su idolatría a Michael Jordan de joven, era el que más posibilidades tenía de hacerse con Bryant y los tres años que le quedaban del contrato que firmó en 2004, a razón de más de 136 millones de dólares en siete temporadas. Eran una media de casi 20 millones anuales. Kobe, anteriormente y pra presionar, ya habló con los Clippers en unas conversaciones que el entrenador de entonces, Mike Dunleavy, no dejó que llegaran muy lejos. Con el permiso de los Lakers, Kobe se trasladó a Barcelona. Shammond Williams, un base de la NBA que jugó en el Barça en 2005, primo de Kevin Garnett y compañero de Kobe esa temporada, le había recomendado el sitio. Y Bryant se trasladó allí para reflexionar y tantear ofertas y terreno en la distancia. Allí coincidió con Pau Gasol en el gimnasio de un hotel. Fue el primer encuentro personal que ambos mantuvieron, aún con el desconocimiento de que ambos compartirían equipo unos meses después.

La pipa de la paz

Kobe no salió de los Lakers ese verano... ni nunca más. No le convencieron otros proyectos y la enorme capacidad de convicción del Doctor Buss, que le prometió fortalecer al equipo, le hicieron decidirse. El fichaje de Derek Fisher, que regresaba a los Lakers tras pasar por Warriors y Jazz, tranquilizó a un Bryant que veía en el base a su compañero de fatigas inseparable, ese con el que llegó de la mano a la NBA y al equipo angelino en 1996 y que ejercía una tranquilidad y un liderazgo a la plantilla muy del gusto de un Bryant siempre dispuesto a guiar a los suyos desde el ejemplo. Los Lakers cayeron ante lo Rockets en el partido inaugural de la temporada y el Staples, tras unos meses de incertidumbre, abucheó al escolta, que ese día anotó 45 puntos. Sin embargo, las cosas pronto empezaron a cambiar: Andrew Bynum iba madurando y Kobe pronto le empezó a buscar en el poste y en situaciones de pick and roll. Lamar Odom, liberado de una responsabilidad que le imprimía mucha presión, pasó a ser un todoterreno sin el añadido de las expectativas y se soltó. Y los Lakers empezaron a ganar partidos.

El resto, ya se sabe: Andrew Bynum se lesionó el 13 de enero. Kobe vio como su mayor aliado en pista se iba al traste. Estaba promediando hasta entonces 13,1 puntos y 10,2 rebotes. Y, fuera porque los Lakers se vieron primeros de la Conferencia Oeste a inicios de año o porque olfateaban una posibilidad real, fueron a por todas. El 1 de febrero de 2008, Pau Gasol llegaba a los Lakers. La misma noche que aterrizó en Nueva Jersey, antes de su debut ante los Nets, Kobe fue de madrugada a su habitación y le dijo que el objetivo era ganar. Los Lakers se fueron a 57 victorias y cayeron en las Finales ante los Celtics (4-3). Los dos años siguientes fueron años de anillos. Y Kobe ya no dudó más (renovó en 2010) y desarrolló el matrimonio perfecto con la única camiseta que ha vestido en la NBA: la de los Lakers.

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