Llull dinamita un Clásico que gobiernan Campazzo y Tavares

“Llorar o ponerse en pie”, era la encrucijada de Chus Mateo nada más caer en la final de la Euroliga. Y el Madrid eligió levantarse y saltar alto (97-78), ir a por la Liga, agradecerle a la afición el apoyo, desquitarse. Lo eligieron Campazzo y Tavares, que gobernaron un Clásico (67 de valoración entre ambos) que dinamitó Sergi Llull con cuatro triples en el último cuarto, en 110 segundos, en plena crecida azulgrana.

El Barça llegaba más fresco, preparado y con la exigencia de salvar la temporada. No era fácil. Además, en 48 horas, desde que aterrizara procedente de la Final Four de Berlín, es imposible borrar los fantasmas de una derrota tan importante; pero lidió con ellos y exhibió algo evidente: está bien de ritmo, en lo físico, menos desgastado a estas alturas que el año pasado después de levantar la Undécima. Y anda con ganas, en forma, y esas pocas horas le bastaron para ofrecer una magnífica cara.

El acierto que le faltó el domingo en la segunda parte frente al Panathinaikos lo recuperó para poner el 1-0 en la semifinal. Anotó 97 puntos con hasta un 60% en tiros de dos, un 44% en triples (11 acertados) y ningún fallo desde la personal (16 de 16) tras repartir 21 asistencias. Al Barcelona lo condenaron varias cosas, sobre todo no poder frenar el ritmo merengue, la sensación de que el rival llevaba el tempo, y su paupérrimo porcentaje de tres: 4/22, 18%.

El Madrid comenzó fuerte con Campazzo y Tavares a un nivel alto (24-14), perdió fuelle en el segundo acto con las rotaciones (30-31), repuntó de nuevo antes del descanso con la vuelta de su base y su pívot titular y pegó un demarraje demoledor en la reanudación con Musa, Hezonja y Facu rompiendo cadenas. Grimau y su banquillo recibían entonces dos técnicas, impotencia por no poderle echar el lazo al ahora subcampeón europeo.

El +23 (61-38) del minuto 23 parecía dinamitar el Clásico. No lo hizo, sin embargo, porque el mejor Laprovittola (8 puntos en medio cuarto con acciones de enorme talento individual) y la visión y acierto de Ricky Rubio encarando el aro cosieron de manera exprés parte de la brecha. Es lo que tiene el baloncesto moderno, de alta cadencia y muchas posesiones, que las ventajas y desventajas se esfuman más rápido: 72-64, minuto 31.

Llull se desboca

Había partido, no era una ilusión, pero Llull acabó con todo, ra-ta-ta-tá, cuatro triples en 1:50 exactos, desde que restaban 9:01 para el bocinazo a 7:11, canastones tras ejecutar lanzamientos bombeadísimos. El segundo, desde la esquina, casi no tocó la red de lo limpia que la atravesó y el tercero se coló después de rebotar varias veces en el aro. El cuarto, también magnífico, yéndose a la izquierda tras el bloqueo de Tavares. Jaque mate que adornó luego Yabusele mientras Grimau recordaba en un tiempo muerto que “esto es a cinco partidos”. Vamos, que queda mucho.

El viernes, el segundo asalto (20:30, Movistar Plus+), de nuevo en el WiZink, que este miércoles arropó a los suyos, más de 11.000 espectadores, para darles su apoyo en un trance difícil en el que Campazzo y Tavares pegaron un paso al frente con zancada generosa. El base argentino hizo 20 puntos y 10 asistencias para 32 de valoración y el pívot, que seguirá de blanco in aeternum, acabó con 18 tantos (iguala su mejor marca ACB del curso), 15 rebotes, 2 tapones y 35 créditos, +28 con él pista. Colosos.

Causeur (se abrió la ceja derecha) y Abalde tuvieron protagonismo, bien atrás, para ampliar la rotación sin Deck. Y en la filas culés, Willy volvió a contar, aunque los relevantes fueron Ricky (10 pases) y Lapro, también la movilidad de Da Silva por dentro (+12 con él en cancha). Necesitan más, alcanzar la final lo exige.

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