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Un español se va a la “ciudad más fría del mundo” y lo que muestra impacta a una multitud de personas

Un creador de contenido muestra cómo el frío extremo condiciona la vida diaria, el transporte y las construcciones en Yakutsk.

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En el extremo oriental de Siberia, existe una ciudad llama Yakutsk, considerada la ciudad más fría del mundo. Esta enfrenta temperaturas invernales que descienden por debajo de los −50 grados centígrados y a pesar de las condiciones extremas, más de 300 000 habitantes continúan con su vida diaria allí. El frío no solo define el clima de este lugar, sino también la arquitectura, el transporte y las costumbres, convirtiéndola en un ejemplo único de adaptación humana a uno de los entornos más hostiles del planeta.

Rubén es un joven que se dedica a viajar por el mundo a la vez que nos va enseñando pequeñas curiosidades de cada lugar que pisa. En sus redes sociales es donde publica toda esta información y fue en su último viaje en Yakutsk dónde sin hacer nada ya se te congelan las pestañas. Así lo podemos ver a él nada más comenzar el vídeo, con las pestañas congeladas y un atuendo que le tapa todas las partes del cuerpo de arriba abajo.

Hace tanto frío allí que todo lo que intentes hacer va a terminar congelándose. Rubén hizo varios experimentos: comer fideos, cascar un huevo o simplemente sacar una fruta del coche, y todo terminó congelado en segundos. Hasta afirma que su mano quedó congelada: “He sacado la mano un momento para grabar este TikTok y se me ha quedado absolutamente roja”.

El joven explica algunas de las curiosidades sobre cómo vive la gente en este lugar donde el frio condiciona cada aspecto de la vida cotidiana. Los coches no pueden estar encendidos: “Deben estar apagados o cubiertos por una lona que vale miles de euros”, explica Rubén. Esto debe hacerse así porque si no los motores se congelarían en cuestión de minutos.

Otra realidad es que los edificios no pueden construirse directamente sobre el suelo: “Si estuviesen pegados al suelo se derretirían”, explica el aventurero. En Yakutsk, el subsuelo está formado por permafrost, una capa de hielo permanente que no se ha descongelado en miles de años. Si ese hielo se derritiera, el terreno cedería y los edificios podrían hundirse o colapsar. Por ello, las construcciones se levantan sobre pilotes, dejando un espacio de aire entre el suelo y la base, una solución ingeniosa que evita el contacto directo con el calor y permite que la ciudad se mantenga en pie pese a las condiciones extremas.

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Y es que este lugar también arrastra un pasado marcado por el aislamiento y la dureza del entorno. Durante siglos, Siberia fue utilizada por el Imperio ruso y más tarde por la Unión Soviética como destino de exilio y castigo para criminales y prisioneros políticos. No porque Yakutsk fuera una prisión en sí misma, sino porque su lejanía y su clima extremo hacían casi imposible huir, reforzando su imagen como uno de los rincones más implacables del planeta.

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