Virales

Calculan cuánto sushi deben comer para que el buffet les sea rentable, entran en el local con un objetivo claro… y salen que es un poema

La creadora de contenido ‘Ugcbyalba’ ha visitado junto a su pareja un buffet libre de sushi con un plan: no ser rentables para el negocio.

Nació en Santa Marta de Tormes en 2001 y creció entre Guadalajara y Badajoz. Amante de la literatura, estudió Periodismo en la URJC. Se estrenó como jefe de Cultura en El Generacional. Ha sido corresponsal para El Estilo Libre y conductor de informativos en Cadena COPE. Entró en Diario AS en 2023 como redactor en Actualidad.
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Es raro el ecosistema que se forma en un buffet libre. Durante el rato que el consumidor se empadrona en el templo de la comida ilimitada, el universo parece detenerse y el tiempo se abona a la relatividad para derretirse en una membrana invisible que uno atraviesa con la mirada cuando se queda embobado pensando en si cogerá el sushi preñado de un trozo de tortilla o el que presenta una corona de salmón. Acostumbrados a los paseos peripatéticos, Alba y Marco han expuesto a su comunidad una de las incógnitas que con frecuencia abordan su mente compartida: ¿Cuánto sushi deben comer para convertirse en consumidores tóxicos para un negocio?

Alba Cruz, ‘Ugcbyalba’ en redes sociales, coloca el teléfono en el coche. Quiere secar el local y se dirige a sus seguidores desde el interior del vehículo con su pareja. Como si planeasen un atraco. “Hace unos días Marco me preguntó: ¿cuánto sushi habría que comer para que un buffer deje de ser rentable? Le preguntamos a nuestro amigo ChatGPT, y nos dijo que aproximadamente que de 35 a 45 piezas, teniendo en cuenta el precio del buffet, que es de 16′90″, explica los detalles del ‘golpe’. Luego da el pistoletazo de salida: “¿Conseguiremos batir la cifra? Vamos a comprobarlo".

Un golpe exitoso, una contribución desigual

Ambos se sientan en el restaurante y comienzan a ingerir comida. “Relaja la raja, vas muy rápido”, dice ella. “Quien no corre, vuela”, responde él. No es una carrera, pero Marco, quien parece no inmutarse en el intento, alcanza una velocidad envidiable. Una cámara rápida y un contador en la cabeza de cada uno expone la sorprendente habilidad del individuo para tragar piezas de sushi. “Yo creo que ahora mismo llevo veintimuchos”, hace un alto en el banquete y piensa en alto. Mentira. Lleva 45.

La pareja sigue el plan establecido. Uno tras otro. La tal Alba, que podría considerarse el cerebro de la operación —en tanto que es ella quien da la idea—, no puede más y se pierde en la hoja de ruta. Él se zampa 59 piezas; ella, 26. Luego piden un ramen. A efectos prácticos, él se ha comido 60 platos; ella, 30. “Estamos borrachos de comida”, dicen al salir, a lo que ella, risueña, añade: “No quiero escuchar ni hablar de comida... Hasta dentro de una hora”.

En la caja de comentarios han admirado la impresionante capacidad digestiva de Marco, quien ha hecho que el plan salga adelante y “salga rentable por los dos”. También hay quien ha levantado la ceja y, sumido en otra reflexión propia de buffet libre, ha alzado la voz: “La idea es no arruinar el restaurante”.

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