Acude a ‘La Revuelta’ con un mensaje de ‘El Hormiguero’ y sorprende a Broncano: “Queremos hacer las paces”

A David Broncano se le debe dibujar la clásica ‘mirada de las mil yardas’ cuando sale a la tarima del Teatro Príncipe de Gran Vía. Los primeros compases del programa son siempre iguales: saluda el jienense y, delante del público, se deleita escuchando al ateneo rugir, vociferar e insultar; en ocasiones, hasta lanzan cosas. En la vorágine de este sinsentido ha ocurrido este martes que el rizo se ha rizado: una espectadora silenciosa ha llamado la atención del presentador. Aguardaba su momento vestida de Trancas. Y le llegó.

“Para que la gente entienda lo que es para mí empezar el programa, mirar al público y encontrarme con esto”, dijo. La cámara apuntó a una mujer mayor que lucía un casco que convertía su rostro en el de una de las mascotas de El Hormiguero. Y se metió en el personaje. “Es que queríamos hacer las paces”, expresó, a lo que Broncano celebró que escenificara su misión hasta el punto de emplear la primera persona.

Un simulacro y un descubrimiento

Aquello fue a más. “Danos algún dato de ti, aparte de esta performance increíble", solicitó el conductor del programa. Ella confesó llamarse Piluca y ser enfermera recién jubilada; concretamente, se dedicaba a asistir partos. Y sorprendió a Broncano. “He traído un simulacro, porque llevo 38 años cortando cordones umbilicales, y como no sabías cómo se cortaba lo he traído. Es para que la gente sepa cómo se hace”, pidió, entre líneas. Broncano requirió inmediatamente su presencia sobre la tarima. Funcionó.

La primera broma la hizo Ricardo Castella. “Ojalá vean en El Hormiguero esto sin audio”, deslizó; Broncano completó a su compañero: “La escena es fuerte, eh. Trancas atendiendo un parto. En El Hormiguero habrá pasado alguna vez, con 5.000 programas que llevan...“. Y ahí que Piluca se puso manos a la obra, ya que ”es raro, pero podría pasar". Tras explicar paso por paso qué maniobras deben hacerse, así como las herramientas correspondientes, y después de llamar “Risto” y “Cristo” a Grison, la espectadora terminó su cometido. “Yo soy un transeúnte que pasa por aquí”, vaciló, mientras observaba a Piluca con un bebé falso; ella sonrió: “No, no. Tú eres el padre”.

Lo surrealista se tornó hasta entrañable. “Piluca, eres un descubrimiento increíble”, confesó Broncano. Ella descendió las escaleras y se dirigió al asiento. Se dio la vuelta. “¿Qué nombre le vas a poner?“, preguntó con inocencia. Broncano devolvió el gesto agradable y, con una mueca de ingenio y cercanía, la despidió: ”Pablo, ¿no?“.

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