BATALLA DE GALLOS

Red Bull Batalla: Baron espanta un fantasma en Barcelona

La primera de las cuatro regionales que repartirán los cupos para la Final Nacional ha coronado al mallorquín. Fabiuki y Mike Shinobi, clasificados.

La llovizna creaba al Tibidabo una lengua de niebla que descendía sobre la ciudad de Barcelona con ese halo de misterio a ciencia cierta que sólo la ciudad condal reserva para las noches en las que se espantan los fantasmas. Fue a través de una conjura que sus calles hace mucho rehusaron olvidar: un corro, gorras torcidas, personas agitando la cabeza, gritos al unísono y versos. Muchos versos. Un aquelarre de hip hop que terminó con Baron —aquel que en 2018 decidió bajarse de la Final Nacional porque su motivación se esfumó pesarosa, el mismo que retornó tras la pandemia— proclamándose campeón de una Regional casi una década después de su primera participación en Red Bull.

No había hoguera. Tampoco escenario. Un cypher que permitía el aliento en las nucas de los participantes, a escasos metros del público y con el calor de aquello que vino a llamarse ‘la plaza’, fue el formato escogido para desarrollar un evento que estuvo marcado por una vena artísticamente frenética que temblaba por la elocuencia imprevisible del que, a la postre, resultó la sorpresa de la noche, Mike Shinobi. El único capaz de frenarle fue un canario que gargajea métricas inteligentes con la misma frecuencia que escupe un aspersor de riego automático: Fabiuki.

Caída de gigantes

Habría que suspirar varias veces hasta que se formase el citado podio. Eran las ocho de la tarde cuando se apagaron las luces del Big C, en pleno corazón de Barcelona. La voz de Bekaesh reverberó entre sus muros de ladrillo; idéntico efecto surtió la de una Marina Vinyals que se sabía local. A los platos, Dj Verse; en el jurado, Mc Men, Piezas y Blon.

Venue of the Red Bull Batalla regional in Barcelona, Spain, on April 27 2024. // Gianfranco Tripodo / Red Bull Content Pool // SI202404280026 // Usage for editorial use only // Gianfranco Tripodo

La primera ronda fue de menos a más. Elekipo y Zoyert tuvieron el honor y la responsabilidad de ser los contendientes de la primera batalla; el primero como favorito, el segundo como revelación del pasado año tras batir en esa misma ciudad a un Arkano que regresaba del más-allá-batallero. Pasó Elekipo, cayó el primer barcelonés. Minutos después, un holgado Fabiuki sacaba de la ecuación a Taros, segundo barcelonés.

Después los octavos se convirtieron en una montaña rusa: a Nacho Argentino le sirvió la constancia para imponerse a JMD —réplica mediante—, misma teoría que explica la victoria de Hander sobre Paco CBA; los aciertos de Sergi tumbaron a un veterano y extrañamente errático Sof —”le vi en parque y le ganó a media plaza”, escuchaba uno antes del veredicto—; la amistad se rompió en el ruedo y no en la realidad durante el choque entre Mr Aaron y Adriana, ganando el primero y pinchando el sueño de la segunda, y Baron desvaneció a un Reuto exhausto. Quedó en la retina el debut de Shinobi, que, tras réplica, mandó fuera a Nocre, nombre que figuraba en todas las apuestas, con una exhibición de técnicas atropelladas que conectaba hábil: sus frases parecían fruta en el aire cortada por la catana de un samurái.

Los cuartos de final transitaron de la sorpresa a lo previsto. Fabiuki metió una pelota más a sus malabares líricos y la gente perdió la cabeza al encontrar la rima en un mar de terminaciones: venció a Elekipo después de una réplica y se coló en semifinales. Shinobi hizo lo propio con Nacho Argentino, convenciendo a un público que ya le conocía del entorno urbano local de que, realmente, y no era broma, podía conseguir un cupo a la Nacional. Hander y Baron terminaron con Sergi y Mr Aaron, respectivamente, esbozando una recta final de evento que podía decantarse hacia cualquiera de los cuatro que entonces quedaban en pie.

El rizo de lo imposible

El recital de Fabiuki y Shinobi fue tan complejo que de estamparse en una pared el resultado sería la fachada del Nacimiento de la Sagrada Familia. No surfeaban las olas: se metían en ellas, amenazaban con caerse y, después, hacían el pino y salían airosos. Una réplica, que sembró la duda en parte del corro, alargó una batalla que, finalmente, se llevó el canario. Por el otro camino, Baron empezaba a creer que aquello era posible: tumbó a Hander con un aluvión de frases que danzaban al ritmo de estructuras bien orquestadas a las que añadía la guinda de la respuesta.

Después de que Shinobi completase su metamorfosis estelar, naciendo un nuevo astro para el panorama nacional e internacional al vencer a Hander en el tercer y cuarto puesto, amén de un espectáculo en la ronda de objetos a capela, llegaría el momento.

Fabiuki y Baron. Baron y Fabiuki. Ambos dieron rienda suelta a la creatividad en la estructuración de los versos, pero el mallorquín fue más sólido. Estaba por suceder. Terminada la batalla se convocó una cuenta atrás conjunta. Diez segundos que goteaban en una mente donde, probablemente, reinaba ese tipo de silencio que sólo interrumpen los latidos de uno mismo. Bekaesh levantó el brazo de Baron al cielo de Barcelona, que para entonces ya había visto despejada la lengua de niebla que horas antes descendía el Tibidabo.

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