CINE

¿Quién es Juan Mariné, el ganador del Goya de Honor 2024?

El veterano director de fotografía tiene a su espalda una dilatada carrera que inició un día cualquiera de 1924 en el que conoció a un tal Charles Chaplin.

No existe una persona que ejemplifique mejor el taciturno trabajo detrás de una cámara para hacer lucir lo que hay delante de ella. El silencio, la imagen, los colores —incluso cuando al mundo sólo le miraban unos ojos en blanco y negro, incluso cuando la tragedia de la guerra prendió fuego a las esperanzas de un séptimo arte libre—; la vida, en sí misma, y el retrato que de ella se hace. Hay tantas formas de describir el trabajo de Juan Mariné como películas. A todas y cada una de ellas se rinde homenaje en Valladolid al entregar al veterano director de fotografía el Goya honorífico.

Su retina empezó a filmar por primera vez el último día de 1920. Con tan solo cuatro años conoció el cine. Fue a través de un austero proyector —entonces se decía que era un último sistema traído de París— que unos comerciantes de antigüedades utilizaron para mostrar un cortometraje de un tal Charles Chaplin. Aquello ocurrió en Arenys de Mar. Cuando volvió a su Barcelona natal, ya era tarde para deshacer el hechizo. Se había enamorado del cine.

De sus trabajos en la guerra hasta la primera película en color

Aquella pasión se convirtió en oficio y a ella se entregó. No hay nadie que haya cultivado este género artístico desde la Guerra Civil —los estudios Orphea le encargaron que asistiera al rodaje del entierro de un famoso sindicalista y trabajó durante la contienda para SIE Films, la productora de la CNT, hasta que, junto a la Quinta del biberón, fue llamado para luchar en la Batalla del Segre— hasta la Democracia, pasando por el régimen franquista y la Transición. Casi un siglo en los que el cine y Mariné crecieron de la mano, aprendiendo el uno del otro.

El sello de Juan Mariné ya era vital en el cine de Alfredo Landa, como lo fue en el de Lina Morgan y en el de Fernando Fernán Gómez; en el de Gracita Morales y en el Paco Martínez Soria; de Edgar Neville a José María Forqué. Inventó técnicas nuevas e innovadoras, tales como la máquina de lavar negativas —que él diseñó— o la copiadora óptica.

Ya era alguien reconocido cuando participó en La gata, película que pasaría a los libros de este arte por ser el primer filme en color de la historia de España. Corría el año 1956. En 1989 hizo lo que mejor sabía hacer por última vez: tomar la batuta de la fotografía en un largometraje. Se llamaba La Grieta. Y con ella se cerraba una larga lista de más de 150 películas.

Más allá de los estudios de cine y fotografía, en lo personal, Mariné ha vivido con la misma intensidad con la que sólo él puede entender el mundo. Fue reportero de guerra y cubrió la realidad de los campos de concentración franceses de Saint-Ciprien y Argéles-sur-Mern, muros que encerraron a los exiliados españoles tras 1939. Nueve años después se casó; fue con Carmen Brandi, hija del torero Ángel Brandi, y con ella tuvo tres hijos. Veinte años más tarde se divorciaron.

Él era así. Él es así. Este diciembre cumplirá 104 años. Aquel que rechazó Hollywood, aquel que admiró Orson Welles y a cuya casa no dejó de invitar; aquel que aprendió de la vida para hacer cine y no al revés. El premio Goya de Honor irá para aquel niño que sintió un carrusel dorado de emociones una tarde cualquiera en Arenys de Mar. El resto es una historia de silencio, de imagen, de colores. De vida.

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