MÚSICA | THE CURE

La brutal pelea en Estrasburgo que casi acabó con The Cure

En la gira de 1982, las drogas, el alcohol y un tour desquiciado provocaron una riña a puñetazos entre Robert Smith y Simon Gallup que desintegró la banda.

La complicada vida de la bandas de rock suele generar chispazos que, a veces, degeneran en auténticos incendios que arrasan con todo. En ocasiones, sin vuelta atrás. The Cure acaba de lanzar su esperadísimo decimocuarto disco pero todo pudo terminar en 1982 en un tugurio en Estrasburgo. Mediada la noche, voló un puño. A ese, siguió otro. Y a esos dos, una melé. Eran Robert Smith y Simon Gallup, las dos fuerzas motrices de The Cure, dándose de palos. La sangre llegó al río como coitus interruptus de una desquiciada gira para presentar un aún más pasado de vueltas disco, ese Pornography que en 1982 acabó de asentar las bases del denominado goth rock. Un álbum escrito en buena medida por Smith en el desván de sus padres con dos herramientas: su guitarra y una bolsa llena de drogas.

Un proceso destructor y autodestructivo en el que se envolvió toda la banda. Gallup, bajista durante casi toda la vida de The Cure y el más sólido pilar al lado de Smith, también se dejó embarullar por los caminos del exceso y el baterista, Lol Tolhurst, el músico más limitado musicalmente del grupo, lo intentaba compensar con cantidades exageradas de alcohol. Lo que aumentaba sus fallos y multiplicaba la ira de un Robert Smith insatisfecho y frustrado. El cóctel para el desastre.

“Estábamos exhaustos así que optamos por una solución muy británica, aparcar nuestros sentimientos a base de alcohol y drogas”

Lol Tolhurst, miembro de The Cure en aquella gira de 1982

Pero volvamos a aquel antro en el norte de Francia. Después de 33 conciertos agresivos, la relación entre Smith y Gallup estaba lista para estallar. La banda se retiró a un club de Estrasburgo tras el show y mientras Lol andaba ligando con una francesa, los fans presentes alucinaban con la pelea entre Robert y Simon en la otra punta del garito. “Estábamos exhaustos física y mentalmente, así que optamos por una solución muy británica, ignorar las problemas y mantener nuestros sentimientos aparcados a base de alcohol y drogas”, narra Lol Tolhurst en su autobiografía, Cured. Se ignoraron hasta que chocaron como un accidente frontal.

Robert Smith y Simon Gallup, en una anterior presencia en Bélgica, en octubre de 1980.Gie KnaepsGetty Images

Lo tenían claro. A duras penas mantuvieron el compromiso de tocar en los bolos restantes, hasta el 11 de junio de Bruselas, el fin del suplicio. Salieron para tocar un único tema en el bis. Fue una improvisación a la que le dieron un título del que sobran explicaciones: The Cure Are Dead. Para añadir más patetismo a la escena, se cambiaron los instrumentos. Robert Smith se puso a la batería, Simon agarró la guitarra y Lol se fue al bajo. A saber como sonaría aquello. Lo que sí sabe es cómo terminó: con Robert lanzándole a Simon las baquetas a la cabeza. Era el fin.

Robert Smith, en un actuación en Brighton en 1982.David CorioRedferns

O así al menos se llegó a pensar internamente. La banda tomó el ferry de regreso al Reino Unido sin hablarse y virtualmente rota. “Al llegar a Londres me despedí preguntándome si volvería a verles”, dice en sus memorias Lol. La herida tardó año y medio en sanarse, con Robert Smith encabezonado en no arrojar la toalla con The Cure y editando The Top (1984) que fue casi una obra en solitario.

Regreso para llegar a la cima

Robert Smith es la imagen y el corazón creativo de The Cure pero una buena parte de su esencia está en los punteos de Simon Gallup. Lo dice el propio Tolhurst. “Hay una razón por la que Robert no es un solista, sí, escribe muchísima música y las letras, pero son los músicos los que dan vida a la canciones con corazón y alma. Sin Simon había un vacío...”. El lobo malo, como le gusta poner a Gallup en su ampli con cinta blanca, regresaría en 1985 para el disco (The Head On The Door) que realmente propulsó la carrera de The Cure hasta ser uno de los mejores grupos de los ochenta y convertirse en lo que hoy conocemos. Pero esa es otra historia.

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