CINE

C.Tangana se consagra con ‘La guitarra flamenca de Yerai Cortés’

El polifacético artista madrileño trae su primer film a la capital tras presentarla con éxito en San Sebastián. Se estrenará en diciembre.

En esta sala es Antón Álvarez y nada más. Atrás queda C. Tangana y sus visuales de su cara esculpida en oro o El Madrileño y el ‘Sin cantar ni afinar’ ante miles de personas y una gira por España y Sudamérica montando una juerga flamenca en cada escenario en una producción sin precedentes. Así le presentan y se expone en la sala 4 de los cines Verdi con un jersey de cuello alto blanco, que a buen seguro esconde una cadena al cuello, y unos pantalones de traje. En el centro de su ciudad luce rictus de un nuevo primer día. Después de presentar ‘La Guitarra Flamenca de Yerai Cortés’ en San Sebastián, Antón enseña su primera obra ante varios académicos, gente de la televisión o prensa. Se siente cómodo a su manera y reconoce todos los errores posibles. “No me hacéis sentir un intruso, en la música somos más quisquillosos”, reconoce ante los presentes dejando a un lado el síndrome del impostor.

Después de recomendar y agradecer que haya un buen sonido para ver la película, Antón jura haber sido fiel a la historia que narra y desaparece de la sala. Las luces se apagan y un cohete despega en la pantalla. El cohete que ocupa el cartel, que parece y hasta es totalmente ajeno al flamenco, va lleno de tripulantes. Antón lo lanza desde tierra, Yerai Cortés lo pilota y los espectadores no lo saben, pero van dentro de él.

La sensación de haber visto la vida misma y bajarse de un viaje en cohete es con la que abandona uno la sala tras ver la primera incursión de Pucho en el cine. Después de justificar la presencia del vehículo interestelar, el guitarrista y compositor flamenco Yerai Cortés comparte su proceso creativo sobre su primer álbum. Y entre palmas, guitarras y compases aparece La Vida. Tan cruda, tan triste, tan feliz, tan humilde, tan de oro. Tan sencilla, tan difícil. El que hizo o dejó de hacer Yerai a nivel musical importará y a la vez, terminará siendo lo de menos.

Yerai cuenta y canta a una gran ausencia junto a sus padres, su familia o su pareja desde su barrio y desde la Gran Vía de Madrid. Desde charlas con su padre en una mesa de chapa, la casa de su madre o comidas con Pucho en el Café Gijón, donde aún se sigue haciendo arte. Lo hace Yerai, pero también toda su familia. Una sin la que no se explica su música ni tampoco el film. Su padre, que le puso una guitarra en la mano y conducía un coche ‘fantástico’, hasta se atreve a pedirle a Pucho que se suba en una base flamenca para volver a la música en uno de los momentos más cómicos del documental. O los monólogos de la madre de Cortés en su cocina donde junto a ella uno llora de risa, de nostalgia o de pena. O la charla en el salón de Mallorca. O el paseo por el centro de la capital, cerca de donde lucía un anuncio gigante del propio Tangana, en el que todo se coloca.

La narración llega acompasada con temas cuya composición corre a cargo del propio Antón y Cortés con el lujo de ser explicados por el propio flamenco en los créditos. Todo acompañado de ‘videoclips’ dentro del propio documental donde Yerai toca mientras comparte un rato con su pareja Tania, enseña la tradición gitana junto a Israel Fernández, le canta a sus seres queridos, te mete de lleno en una juerga en la plaza de su barrio o narra la difícil vida de su madre a través de una alegoría. Una familia que une Yerai, su guitarra y un viejo secreto que han decidido que debe airearse en el mejor sentido de la palabra. Que debe liberarse, respirar… Su madre le da su bendición literal y figurada para que él y Álvarez lleven a cabo la obra. “Tu corazón es puro y lo que salga de él es sagrao”, le espeta en un mirador de un barrio obrero de la costa de Levante.

Sin dejar de ser lo que es, un documental sobre flamenco y el disco de Yerai Cortés, también consigue ser algo más. Un viaje sentimental sobre la vida de una familia que suena a guitarra, más de una risa o llanto y huele a guiso, algún cigarro y café de puchero.

Antón Álvarez vuelve, sin pretenderlo, al ‘Sin cantar ni afinar’. Le pasaba en la música y le vuelve a pasar en el documental. No se termina de sentir del gremio y hasta pide permiso por el enorme respeto que le tiene, pero le debería ver ‘to España’. Si es así,  dará de bruces con una narración tan común (por humana) como redonda y emocionante.

Él ni canta ni afina, Yerai y su gente no tienen guion y usted no necesita entender ni qué palo del flamenco toca Cortés ni cómo se llama el plano que ha elegido Pucho para disfrutar de este viaje en cohete propulsado por bulerías, tangos y soleás al espacio de la vida cotidiana.

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