Bnet, de chico de hielo a hombre de fuego
El freestyler madrileño se convierte en bicampeón nacional de Red Bull Batalla tras imponerse a Dani VK en Barcelona. En el horizonte, la Internacional de Chile.
Todas las calles de la Barceloneta van a parar a los pies de Javier Bonet, cuyas ojeras, rasgadas por la humedad de la ciudad condal y perfiladas por unos años que tiempo atrás se antojaban más livianos, reflejaban la felicidad del hijo pródigo que regresa a su hogar. A los pies de Montjuic, se vistió de Mark Twain para hacer real la fabulación y mostrar el grillo que esconde bajo el sombrero: la historia no se repite, pero sí rima. Y, por ende literario, Bnet culminó el relato al convertirse en bicampeón nacional de Red Bull Batalla.
Todavía quemaba el sol cuando Bekaesh y Marina Vinyals saludaron al ateneo barcelonés. Hay pocas ciudades en España que superen el aura magnética, ecléctica y urbana que Barna desprende por naturaleza; poner a los presentes al servicio de una Nacional era, independientemente de la evidente dificultad que presenta conducir un evento de semejante magnitud, un ejercicio de comunión que, de nuevo, volvió a acometerse a la perfección. ‘Roda el món i torna al Born’, que dirían los oriundos de Barcelona para justificar el regreso a un escenario que siempre cumple: lo hizo en 2008 con Piezas, en 2019 con Zasko y, otra vez, en 2025 con Bnet.
Los octavos de los ‘rookies’
De ahí el hervidero de los octavos de final. Lesoul33 y Gerdo afrontaron la responsabilidad de abrir el show: el primero lo hacía por segundo año consecutivo, y el segundo, a su vez, debutaba en la magna competición. Uno era gallego, el otro sevillano. Se pide que el entrante no sea un trámite, pero lo cierto es que el nivel que ambos aportaron hizo presagiar a los presentes que la Nacional en la que Red Bull Batalla cumplía 20 años sería algo todavía más especial: Gerdo, el primero de una lista interminable de rookies, tuvo un desempeño ejemplar que únicamente se vio frenado por la hiperactividad que aflora en la ronca voz del ‘gigante del norte’ cada vez que estalla una base de doble tempo.
La primera ronda fue un carrusel de buenos enfrentamientos que no permitió un único atisbo de enfriamiento a las miles de personas que se acumulaban frente al escenario. Tras el duelo inicial, Alek despachó a un digno TMS Dry Gin en una clara demostración de que la coherencia bien armada —casi— siempre vence al flow cuando este cojea de contenido. Luego un silencio escénica ante un ruido sordo. Marcaba el reloj las 20:23 cuando Bnet se levantó de la silla. Lgido había decidido que esa tarde salía por la puerta grande de la plaza de toros con una oreja o, directamente, no lo hacía; por ello escogió al madrileño en primera ronda. Aunque el de Almería se desempeñó muy bien, fue muy sólido y levantó la ovación general al concluir sus rounds, nada pudo hacer ante un Bnet que, con la tranquilidad y la sangre fría con la que un samurái termina con la vida de un enemigo honrado, sentenció a su rival con apenas dos rimas.
Entró el evento en dinámica. Nez echó azufre y mugre a las expectativas de Sozat, quien cayó con la cabeza alta y se marchó a casa con dos insuficientes réplicas del jurado en el bolsillo. Fabio y Baron hicieron de su enfrentamiento, que arrancó a trompicones por los fallos de dos micrófonos, un auténtico y voraz torbellino de terminaciones, métricas y multisilábicas del que salió peor parado el mallorquín, un peldaño por debajo de un Fabiuki excelso capaz de crear pliegues a las palabras con la elegancia matemática que exige la papiroflexia verborreica. Luego aconteció una masacre: Mnak hizo añicos las aspiraciones de un Jorge Mauro vestido con un traje de nervios que ocultaban sus buenas ideas. El manchego no quiso hacer prisioneros y ajustó los tornillos de su sangriento cortacésped lírico. Fue directo al cuello.
Dos duelos cerraron una ronda magistral. Dani VK se presentó al público con un estilo contundente que hirió a de gravedad a un NQP que, inmerso en su océano de palabras y terminaciones, revirtió la batalla. El andaluz fue el único en toda la tarde capaz de neutralizar al jovencísimo vallecano hasta la final. Dani VK se llevó el gato al agua tras una réplica que viró el voto hacia un lado y otro de forma constante, pero que terminó otorgando la victoria al madrileño debido a la inteligencia con la que, lentamente, se llevó a NQP hacia su propio terreno narrativo y escénico. Cerraron los octavos JDR y Elekipo en un enfrentamiento que premió la constancia del segundo a los puntos álgidos del primero.
Cuartos de narrativa, sombras sobre la lámina
Fueron los cuartos de final un espectáculo de sombras chinescas por el peso de la narración sobre las imágenes que las rimas de los freestylers proyectaban. Alek y Lesoul se batieron en un toma y daca del que escapó —réplica mediante— mejor parado el valenciano, que convertía en sutiles respuestas los contundentes ataques del gallego. El segundo semifinalista se decidiría en un enfrentamiento entre Bnet y Nez que el público reconoció como ‘batallón’: el madrileño supo sostener su ventaja sobre el manchego, que por momentos amenazó con tumbar la puerta. Cayó el séptimo y penúltimo debutante, pero el ateneo no pudo sino estallar en aplausos para reconocer la calidad y la fuerza de la nueva generación de competidores.
El tercer enfrentamiento fue una reedición de una de las batallas más polémicas de la anterior Nacional. Fabiuki y Mnak se volvían a ver las caras. El primero quería venganza; el segundo, sangre. El de Socuéllamos sometió sin piedad a un Fabio que, salvo en contados destellos, no llegó a conectar sus ideas a su rapeo: se quedó en un ‘quiero y no puedo’ que, finalmente, le bastó para llevar la batalla a una réplica. Y ahí el canario consumó su revancha: Mnak fue un mechero que, poco a poco, se fue quedando sin gas y, a medida que pasaban los minutos, perdió litros y litros del maná que une a un rapero con su público. Recibía cada vez un ruido más discreto, pese a rapear con más recursos escénicos y vocales que su rival en lo que a la labor de levantar al público respecta. A veces la vida es una cuesta de noventa grados en un mediodía de julio.
Unos minutos duró el lance de Dani VK y Elekipo, que cerraron los cuartos de final con una batalla en la que el almeriense fue más constante y el madrileño puso más corazón y gozó de los puntos más altos del enfrentamiento. Terminada la ronda, los jueces salpimentaron el ecuador del evento con una exhibición de freestyle que tuvo de todo: Akapellah conquistó los oídos de los presentes, Invert reeditó su mítica voltereta de la Nacional de 2008 para responder a un Blon cargado de ingeniosos dardos que aludían a la edad del vasco; Noult puso la nota old school y Robledo, que no se quiso meter en ningún jardín, vino a completar el quinteto con versos en los que brillaban reminiscencias del rapeo de los años inmediatamente previos a la pandemia.
El chico de hielo, el hombre de fuego
Y así se cruzaron los chicos de hielo. La primera ronda de semifinales sacó a bailar a Alek y Bnet. Y la música se hizo clásica. Alek fue más coherente en la narrativa durante toda la batalla, pero Bnet, que sabía perfectamente en qué lado se había quemado la tostada, apostó por trucos de viejo perro de competición para cerrar todas las ventanas al valenciano, quien aprovechaba cualquier resquicio contradictorio para hundir su veraz puñal. Dos veces paró Bnet la batalla. Y una el corazón felino de su contrincante.
En el otro lado del cuadrante se cruzaron los caminos de Fabiuki y Dani VK. Si bien ambos parten como nombres propios de la nueva generación de freestylers, fueron muy diferentes sus diligencias: el vallecano, inmerso en un estado de gracia que le profería el don de la infalibilidad, encadenó tantos golpes líricos que instaló en los presentes la sensación de que cualquier punch podía hacer irreversible la batalla. Aun así Fabio amagó con remontarlo. Pero no se dio. Prefirió mantenerse fiel a la coherencia dentro de su compleja técnica, algo que Dani, listo y pillo, sacrificó para dotar de mayor intensidad a cada uno de sus puñetazos. Y así llenó de moratones las aspiraciones del risueño joven de Vecindario.
Bnet y Dani VK. La final era un espejo generacional colocado en la selva de batallas callejeras que acogen los parques de Madrid. El pasado que quiso volver al presente y el futuro que quiso adelantarse al ‘ahora’. Fue Bnet superior en la primera ronda, mostrándose tranquilo ante la insistencia agresiva del vallecano; en la segunda, Dani VK dio la vuelta a la tortilla. El chico de hielo expuso al ecosistema de las batallas su inevitable metamorfosis, amén del lustro alejado del circuito, y, personificando el atrevimiento de Lope de Vega al asegurar que “un cielo en un infierno cabe”, fue su madurez, la del chico de fuego, la que salvó las castañas en la última ventisca del invierno.
Todo quedaba a merced de 120 segundos en los que cupieron, al menos, un mundo y dos vidas. Fueron las tablas y la experiencia las que hicieron que Bnet heredase la corona de Zatu en el 20º aniversario de la magna competición. Quizá fue su último verso en el que decantó una batalla, escrito con el corazón en el cielo de la ciudad condal con el eco de las moralejas que Mark Twain inyectó en las aventuras de Tom Sawyer a orillas del Misisipi: “Soy Javier Bonet González Planes y Castaño, bicampeón de la Red Bull Batalla de los p*tos Gallos”.
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