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Maite Galdeano reaparece destrozada y hace un llamamiento a Sofía Suescun: “No puedo vivir sola”

La exconcursante de ‘Gran Hermano’ ha implorado a su hija que le deje volver a casa e insiste en que Kiko no soporta la idea que Sofía sea ‘suya’.

La guerra sin cuartel entre Maite Galdeano y Sofía Suescun y Kiko Jiménez es, a todos los efectos, el suceso mediático que ha monopolizado la actualidad del corazón en el ecuador de agosto. Todo comenzó con una publicación de la exparticipante de Gran Hermano 17 en la que acusaba a su hija de haberla echado de casa bajo influencia de su pareja; la réplica llegó casi de manera inmediata: Jiménez, entre lágrimas, dio su versión de los hechos en Fiesta —no descartó emprender acciones legales— y Suescun rechazó el relato de su madre, asegurando que “no está bien y necesita ayuda urgente”.

Apenas dos días después del estallido del culebrón, los micrófonos de TardeAR han captado a Galdeano, quien, lejos de insistir en su versión de manera airada, se ha derrumbado implorando el perdón de su hija. “Estoy fatal. Le pido a Dios, por favor, que se meta en la cabeza de Sofía para que me perdone, que me acepte en casa, que me levante el castigo”, ha rogado.

“A Kiko le pica que diga que es mía”

De hecho, sus palabras son una cascada de condiciones que, casi, exige que le sean impuestas con tal de que vuelva a entrar en casa. “Estoy dispuesta a no decir nada del otro”, expresa, añadiendo que, por otro lado, la pelota está en el tejado de Jiménez, que no soporta el amor que ella profesa por su primogénita: “Es mi niña, es mía, yo la he parido. A Kiko le pica que diga que es mía, que es mi niña, que la quiero y que es mía. Eso le mata y hace una guerra. Por decir eso, pero es mía, es mía. Yo la he parido”.

Entonces se seca las lágrimas y, con el rostro visiblemente empañado por el dolor y el arrepentimiento, hace un llamamiento a su hija. “Por favor, Sofía, perdóname, que no puedo vivir sola. Otra persona puede, pero yo no. Yo estoy mala. Sólo quiero estar con mis animales, barrer la casa, hacer la comida... Lo que hacía yo, Sofía”, lamenta, dejando caer dos preguntas cargadas de intención: “¿Yo era mala? Dímelo, Sofía, ¿qué te ha pasado en la cabeza?”.

Tal es su situación que, con tal de volver, deja que sean ellos quienes pongan las normas de su regreso. “Estoy dispuesta a hacer lo que quieras. A que me pises la cabeza, lo que quieras, de verdad. Pero no puedo estar aquí, cariño”, dice, antes de resumir su dolor en apenas cuatro certeras palabras: “No puedo seguir así”.

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