CASA REAL

La predicción de Nostradamus sobre el rey Carlos III y su abdicación

El boticario dejó por escrito que en 2024 tendría lugar un importante cambio durante el mandato del “rey de las islas”.

En junio de 1889 Vincent van Gogh pintó La noche estrellada. Fue desde la ventana de un manicomio, sumido en el extraño convencimiento de que las sombras nocturnas eran más coloridas que la luz del mediodía. Agarró un lienzo y oteó el horizonte. El resultado fue un torbellino de óleo cargado de simbolismo, de tintes místicos y corrientes oníricas. Fuego en las tinieblas del sur de Francia. Aquello aumentó el mito de una arteria de la Vieja Europa, una región donde la realidad depende de la ficción de cada uno. La Provenza. Pero aquel lugar era ya mágico mucho tiempo atrás.

A principios de diciembre de1503 abrió los ojos por primera vez en Saint-Rémy-de-Provence un bebé virtuoso. El retoño de una familia judía acomodada que se había convertido al cristianismo poco antes del nacimiento del pequeño. Fue bautizado bajo el nombre de Michel de Nôtre-Dame, creció entre libros, se ganó la vida como boticario y pasó a la historia como adivino. Nostradamus. Quizá imbuido por el mismo demonio incomprensible que Van Gogh, aquel extraño hombre comenzó a hilvanar versos con el difícil propósito de enredar el futuro en un mismo tejido. En 1555 encuadernó esa hilatura universal: 942 cuartetas poéticas en las que había dejado atado el devenir del mundo.

Aquel libro se tituló Les Prophéties. Y tuvo algún que otro acierto. Allá por 1610 acertó con el asesinato del monarca Enrique VI de Francia. Medio siglo más tarde dio de lleno con el incendio que devastó Londres en 1666, convirtiendo la urbe inglesa en un recuerdo de la Roma de Nerón. Nostradamus ya era una leyenda entonces. Por ello, los profetas de su creencia no han dudado en esbozar una perturbadora sonrisa al alertar que, tal vez, podría sumar otra predicción cumplida este mismo 2024.

La profecía de Carlos III

Se trata del trono británico. El antiguo boticario dejó escrito en su Cuarteto 22/10 lo siguiente: “Porque desaprobaron su divorcio / Un hombre que luego consideraron indigno / El Pueblo expulsará al Rey de las islas / Un hombre reemplazará a quien nunca esperó ser rey”. Las coincidencias se han materializado misteriosamente al anunciar Carlos III, rey de Inglaterra, que padece cáncer; sembrado el dilema de una posible abdicación, ríen los esotéricos.

Según reflexionó Mario Reading, autor británico que estudió a fondo los versos ambiguos y las vagas suposiciones sobre futuribles de Nostradamus, estas líneas se corresponden a Carlos III: el escritor argumentó —allá por 2006, cuando vivía Isabel II— que dejaría su cargo real y que el sustituto podría tratarse, leyendo entre líneas la profecía, de aquel cuyo ascenso al trono no esperan. No el heredero, sino el hijo que renegó. No William, sino Harry.

Aunque las posibilidades de que el Pueblo expulse a Carlos III son realmente bajas, dados los niveles de aprobación que la Corona posee en Reino Unido, lo cierto es que la noticia de su enfermedad ha abierto la puerta a un escenario que antes no se contemplaba. Pero no deja de ser una predicción. Una visión virtuosa, bautizada con la vaguedad con la que transita el fervor apocalíptico, que algún predicador de la edad Moderna creyó tener. Simiente de locura. Como aquel holandés que iluminó la noche provenzal.

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