La historia real del crimen que inspiró ‘As bestas’, la película que arrasa en las nominaciones a los Goya
El director Rodrigo Sorogoyen y su coguionista, Isabel Peña, están triunfando en las salas y entre la crítica con un suceso de la crónica negra gallega de 2010.
Con un total de 17 nominaciones a los premios Goya, As bestas, la película escrita y dirigida por Rodrigo Sorogoyen, junto con su coguionista habitual, Isabel Peña, se destapa como el acontecimiento cinematográfico del año en España, después de haber triunfado ya en Francia y en el Festival de Cannes.
Éxitos anteriores como El reino o la serie Antidisturbios han permitido al director español llevar a cabo este proyecto basado en un suceso real de la crónica negra gallega. En la cinta, el conflicto entre ambas familias comienza cuando una compañía eléctrica ofrece dinero por la cesión de unos terrenos en la zona. Los galos se niegan a ceder el terreno comunal para la energética y la respuesta violenta por parte de los hijos de sus vecinos, interpretados por Luis Zahera y Diego Anido, no se hace esperar.
En concreto, el crimen ocurrió en Santaolalla, una despoblada aldea ourensana en la que vivía un matrimonio mayor con su hijo pequeño y a la que llega una pareja holandesa en busca de la tranquilidad y la vida ligada a la naturaleza. Las relaciones entre estos únicos vecinos del lugar se complican por el ofrecimiento por parte de una eléctrica de 6.000 euros por la colocación de cada uno de los 25 molinos que desea instalar, así como por la propiedad de unos pinos. Los foráneos no aceptan la propuesta y comienzan a quejarse del acoso por parte de los otros habitantes.
El foráneo sufre encontronazos con los lugareños y termina por desaparecer, tras manifestar en varias ocasiones que teme por su vida a manos del hijo del clan e incluso llegar a colocar cámaras de vigilancia en su hogar. Pese a las sospechas, los gallegos niegan durante casi un lustro tener cualquier tipo de relación con el suceso, hasta que años después un piloto de una avioneta de extinción de incendios se encuentra con el coche del desaparecido.
Martin Verfondern se había asentado en 1997 en la localidad hasta que el 19 de enero de 2010 se fue a hacer unas compras en su coche y nunca más se supo de él. El hijo pequeño de sus vecinos le disparó y el hermano le ayudó a ocultar el cadáver quemándolo en un monte de A Veiga. El autor terminó por confesar el crimen y fue condenado por ello, mientras que su hermano quedó eximido de responsabilidad en el ocultamiento del cuerpo por el parentesco.
Por su parte, la pareja de Verfondern sigue viviendo en el lugar. Ahora es la única vecina del paraje, al que acuden jóvenes y estudiantes y demás personas que desean tener contacto con la naturaleza bucólica que su marido anhelaba.