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Ni la ovación del público ni el dinero, Fernando Fernán Gómez y la mayor satisfacción durante su carrera: “Infaliblemente”

El prolífico autor y director de cine confesó en el documental ‘La silla de Fernando’ (2006) la relación que mantenía con el alcohol.

Nació en Santa Marta de Tormes en 2001 y creció entre Guadalajara y Badajoz. Amante de la literatura, estudió Periodismo en la URJC. Se estrenó como jefe de Cultura en El Generacional. Ha sido corresponsal para El Estilo Libre y conductor de informativos en Cadena COPE. Entró en Diario AS en 2023 como redactor en Actualidad.
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Fernando Fernán Gómez es a las letras españolas lo que Leonardo Da Vinci al Renacimiento italiano: una navaja suiza —hispano-argentino, en realidad— que supo entender la realidad social de su tiempo y, al mismo tiempo, convertirla en un torrente de obras diferentes repartidas géneros muy distintos. Desde la novela al ensayo, pasando por el teatro y el cine, que lo ejerció tanto detrás como delante de las cámaras. Su huella artística representa la multidisciplinariedad como pocos autores lo han hecho en la historia de España.

Llenó teatros y colmó salas de cine. Triunfó en taquilla y a los ojos de la Academia, logro que, aunque puede considerarse evidente, pocas veces sucede: Fernán Gómez ganó el Goya a nivel individual hasta en siete ocasiones, regando categorías que van desde Mejor actor principal hasta Mejor director, pasando por Mejor guion original (también se llevó la estatuilla por el adaptado) y Mejor actor de reparto. Y, pese a la estelaridad, ninguno de estos éxitos le produjo tanta satisfacción durante su larga y prolífica trayectoria como la sensación de mojar sus labios en una bebida espirituosa.

“Una diferencia radical”

Su carácter agrio y su sinceridad casi obligada, amén de la naturalidad que rodea a quien le importa un bledo la opinión de los demás, hicieron que la dependencia que tenía del alcohol no fuera ningún secreto. Él mismo ahondó en ello durante una entrevista que aparece en el documental La silla de Fernando (2006), dirigido por David Trueba y Luis Alegre.

“Un nirvana, desde luego. Yo notaba un placer en el beber en sí. No porque venciera mi timidez, y bueno, la prueba está en que también podía notar esta satisfacción estando solo“, dijo en aquella ocasión, espantando cualquier comentario que achacase dicho disfrute al espectro social de la farándula. De hecho, cuando más lo disfrutaba era en soledad. “Estando a solas, en mi casa, mientras escuchaba un disco. Pues estaba mejor solo, en casa, escuchando un disco con dos vasos de whiskey, que solo, oyendo el disco y sin el whiskey”, explicó, haciendo fácil la lectura del escenario y definiendo el salto de gozo de una situación a otra como “una diferencia radical”.

No era la primera vez que lo decía, pero quizá sí fue la más contundente. “Y además ahora que me acuerdo ya respondí esto hace una infinidad de años en una entrevista, en la que me preguntaba: ‘¿Qué es lo que a usted más satisfacción le produce en la vida?’ Y me acuerdo que la respuesta mía era muy lacónica, porque decía: ‘Infaliblemente solo el alcohol’“, reconoció. Sin tapujos. Y por encima de todo: ”El alcohol me ha dado más satisfacción que una subida de sueldo o la ovación del público, incluso más que el éxito".

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No quiso que la contundencia de sus palabras despertara la sensación de unicidad. “Creo que además con esto no estoy manifestándome como una persona singular, porque me da la impresión de que esto está generalizadísimo”, caviló, sentenciando su divagación con una aclaración tan realista que hasta resulta cómica —como su estilo literario—: “Evidentemente entre los que beben, entre los abstemios desde luego no”.

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