Keira Knightley confiesa la sexualización que sufrió en ‘Piratas del Caribe’: “Esto es lo que te mereces”

Estaba llamada a ser capitana. Apenas era una adolescente cuando decidió embarcarse en el navío hollywoodiense del séptimo arte más taquillero, pero a Keira Knightley poco le importó: la actriz británica tenía 18 años en el momento en el que saltó a la fama a nivel mundial por su papel de Elizabeth Swann en la saga de Piratas del Caribe. Era 2003 y todo iba viento en popa. Poco después protagonizó Orgullo y Prejuicio, lo que le valió la nominación al Oscar en la categoría de Mejor Actriz. Los calendarios recogían bonanza en el precoz y exitoso amanecer de una intérprete llamada a romper la industria.

No es que desapareciera —de hecho, volvió a ser nominada a la estatuilla dorada por su rol de Joan Clarke en Imitation Game—, pero en los años posteriores sus apariciones empezaron a ser menos mediáticas, apostando por cintas independientes y obras teatrales; en la última década, sus trabajos, si bien han continuado en primera línea cinematográfica, no han prolongado el éxito de la estela que marcaron sus primeros pasos. De aquellos primeros años ha reflexionado en una entrevista concedida a Los Ángeles Times en la que, repasando su última producción, Black Doves, ha realizado un alto en el camino para mirar en el horizonte del tiempo.

“Tuvo un gran costo”

“Es muy brutal que te quiten tu privacidad en la adolescencia, a principios de los 20, y que te pongan bajo ese escrutinio en un momento en el que todavía estás creciendo”, ha cavilado, consciente del esfuerzo público que supone un éxito tan grande a tan corta edad. Sin embargo, y pese a todo, no se arrepiente de nada porque, en pocas palabras, sin aquello no habría obtenido lo que hoy posee: “Dicho esto, no tendría la estabilidad financiera ni la carrera que tengo ahora sin ese período. Tuve un período de cinco años entre los 17 y los 21, y nunca volveré a tener ese tipo de éxito”.

Aquella época, dice, la “preparó totalmente para la vida”. Ante la pregunta de si permitiría que sus hijos fueran actores se realiza algunas cuestiones cuyas respuestas dibujan la meditación vital que entraña un dilema como ese. “¿Tuvo un costo? Sí, lo tuvo. Tuvo un gran costo. Conociendo el costo, ¿podría, con toda la conciencia tranquila, decirle a mi hijo: ‘¿Deberías hacer eso?’. No. Pero, ¿estoy agradecido por ello? Sí. Pero así es la vida, ¿no? Afortunadamente, mis hijos no están interesados en absoluto”, explica.

“Hubo mucha manipulación psicológica”

Por otro lado, apunta que, a diferencia de otras jóvenes que vivieron un infierno en aquellos años, encontró la salvación en el apoyo de sus seres queridos. “Tuve una familia muy estable. Siempre tuve amigos y familiares que no se beneficiaban de ello. No tenían nada en juego. Yo tenía una vida separada de la industria y la he mantenido. Eso ha sido muy importante”, razona. Sin esta estabilidad no puede sostenerse un escenario en el que “tienes es un montón de gente que está ganando dinero a tu costa y que tiene un interés personal en que sigas adelante, incluso si tienes que parar”.

Con el paso de los años piensa en aquella etapa y no puede sino quedarse “con la boca abierta” al reparar en todos los casos machistas que ahondaban en la industria. “Era absolutamente impactante. Hubo mucha manipulación psicológica porque un montón de hombres me decían que ‘tú querías hacer esto’. Era el lenguaje de la violación. Ya sabes, ‘esto es lo que te mereces’. Era una atmósfera muy violenta y misógina”, detalla.

En la actualidad, reflexiona, “las redes sociales han puesto todo esto en un contexto totalmente distinto”, especialmente “cuando se observa el daño que se ha hecho a las mujeres jóvenes, a las adolescentes”. No obstante, Knightley insiste en que hay cosas que no cambian: “En definitiva, eso es la fama: es ser avergonzada públicamente. Muchas adolescentes no sobreviven a eso”.

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