Juan del Val, sobre las críticas tras ganar el Premio Planeta: “Una especie de milagro”

Juan del Val rompió anoche su silencio en El Hormiguero, el programa de Pablo Motos en el que trabaja, para hablar sobre la polémica y las críticas recibidas tras ganar el Premio Planeta de 2025 con su nueva novela, Vera, una historia de amor, disponible desde el día 5 en las librerías. Un libro en el que presenta a Vera, una mujer de la alta sociedad sevillana cuya vida cambia cuando conoce a Antonio, un chico de barrio. En palabras de su autor, su nuevo libro es una novela de amor verdadero en todas sus direcciones.

“Se puede leer desde ayer y ha tenido una acogida fabulosa. Se ha generado mucha expectación y todo el ruido que ha generado creo que ha beneficiado. Yo estoy muy feliz por todo lo que ha sucedido. Ganar este premio es algo muy importante que no solo me ha hecho feliz a mí, sino a mucha gente que quiero. Todo lo demás, es secundario”, dijo el escritor a Motos.

Del Val se mostró pletórico por el premio: “Es algo tan fantástico que siempre piensas que no te puede ocurrir a ti. Llevo yendo al Premio Planeta, como invitado, más de veinte años. Yo lo he vivido como una especie de milagro, como un acontecimiento del que no me quiero perder ni un segundo. Estaba muy emocionado al recoger el premio, sobre todo, por la felicidad que le iba a aportar a mi familia, a mis amigos y, muy especialmente, a mis padres, que son muy mayores y han tenido la oportunidad de poder vivir este momento tan bonito”.

Sin embargo, el premio ha estado empañado por las críticas: “La gente que me conoce se alegra de verdad y eso me da pistas de que algunas cosas sí las hago bien. Intento entregarme a las cosas y a las personas de una forma honesta y sé que la alegría que ellos sienten es real. Las críticas de la gente que no me conoce eran muy previsibles. Soy una persona crítica y entiendo que eso puede molestar, pero creo que me llevo mis críticas, también las propias de trabajar aquí, en El Hormiguero, y me llevo las de las guerras entre editoriales. Menos mal que quitarme la alegría a mí es algo muy difícil, porque, viniendo de donde vengo, haber ganado este premio es un milagro”.

Del Val reconoció haber leído todas las críticas: “Sí, no puedo huir de mí mismo. Lo leo todo y me pareció muy previsible. Muchas críticas se centraban en que trabajo en Atresmedia, pero la realidad es que no, que yo trabajo para la productora Siete y Acción y para Cuarzo. No tengo ningún contrato de cadena con Atresmedia, me podría ir mañana si quisiera a cualquier otra cadena”.

Para salir al paso, ha tirado de su carácter: “Soy una persona bastante segura de sí misma, eso es cierto. Tengo alma de luchador, no me permito ser débil, y eso no es ninguna virtud. El no permitirte caer, obligarte a ir siempre hacia delante, es complicado, me encantaría poder aflojar y no es sano no conseguir hacerlo”.

El fracaso escolar

Tal como reconocía, la presencia de sus padres fue muy importante para Juan de Val, quien ha confesado en varias ocasiones no haber tenido una juventud fácil. A ellos les dejó el premio en su casa: “Lo primero que me dijo mi madre cuando la llamé a contarle lo del premio fue: ‘Lo que hemos pasado tú y yo’. Creo que el hecho de que yo no fuera un chaval fácil parte del fracaso escolar estrepitoso que tuve. En mi familia se le daba una importancia tremenda a los estudios, era una obsesión, porque en mi casa estudiar era la única salvación, la única forma de llegar a algún lado. En mi familia todos son ingenieros, licenciados, y yo no. El hecho de que yo fracasara escolarmente me generó una herida que se la trasladé a mis padres, mi fracaso era su fracaso como padres. Eso me marcó toda mi vida”.

Una herida por la que tuvo que ir a terapia: “Hice psicoanálisis durante cinco años. Es un proceso largo y duro, pero finalmente muy reconfortante. A mí me salvó. La principal cosa que aprendí fue a no huir de mí mismo, sigo trabajando en ello”.

Y, tras el fracaso escolar, se convirtió en albañil: “Trabajé en obras durante tres años. Mi primer día fue traumático, empecé con diecisiete años. Ese primer día llevaba veinticinco kilos en cada brazo y al pasar por una zanja, que pensaba que estaba dura, resultó que estaba blanda y era mierda pura de una depuradora, me quedé ahí metido, en la mierda. Todo el mundo alrededor empezó a reírse de mí, pero para mí fue un dolor muy patético”.

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