Serbia borra a Djokovic

Novak Djokovic, que sufrió las guerras de los Balcanes y la desintegración de Yugoslavia en el seno de una familia sin grandes medios económicos, sabe bien lo que es pasar del infierno al cielo. De viajar por el mundo sin dinero a amasar una inmensa fortuna con sus 24 Grand Slams. De no ser nadie a convertirse en Dios en su país. Un país, o más bien una parte, que ahora quiere borrarle de su panteón de ídolos. A degradarlo de héroe a “traidor”. El tenista se puso del lado de las protestas estudiantiles contra el presidente Aleksandar Vucic desde finales del 2024, y eso le está pasando factura.

Lo último, con alto valor simbólico, la vandalización de un mural con su imagen en el centro de Belgrado, que apareció teñido de negro y que su autor, Andrej Josifovski, no tardó ni 24 horas en reconstruir. La representación no era cualquiera, sino la de Djokovic celebrando una de sus victorias en Wimbledon este año haciendo el gesto de utilizar un inflador. Un gesto utilizado por los estudiantes con el significado de meter presión sobre el Gobierno. El tenista explicó entonces que no obedecía a eso, sino a una canción llamada ‘Pump it up’ con la que bromea con sus hijos. Pero unos meses antes, en febrero, se había presentado en un derbi de baloncesto entre Partizán y Estrella Roja con una sudadera (que ahora se comercializa) con el lema ‘Students are champions’ (Los estudiantes son campeones).

Unos estudiantes que denuncian corrupción en las instituciones y el gobierno conservador y elecciones anticipadas. Todo, después de que en noviembre de 2024 una marquesina de la estación de tren de Novi Sad colapsara matando a 15 personas por falta de mantenimiento. “Como alguien que cree profundamente en la fuerza de los jóvenes y su deseo de un futuro mejor, es importante que su voz se escuche. Serbia tiene un enorme potencial, y una juventud educada es su mayor fortaleza”, apoyó Djokovic.

No tardaría Vucic, el presidente que ensalzó al tenista con mejor palmarés de la historia cuando fue deportado de Australia por negarse a vacunarse del COVID y calificó aquello como “una caza de brujas”, en colocar a Djokovic en el disparadero. A todo un héroe nacional que gritó “¡Serbia!” en la ceremonia de premios de Roland Garros 2023, cuando rebasó a Rafa Nadal y Roger Federer en número de grandes. El mismo hombre que con sentimiento nacionalista escribió “Kosovo es el corazón de Serbia: detengan la violencia” sobre una cámara de televisión, posicionándose a favor del gobierno en la disputa territorial. El mismo, también, que recibió un pasaporte diplomático tras ganar la Davis de 2010. O el que lo fio todo en 2024 a conquistar para su país el oro olímpico, lo único que faltaba en su carrera. La patria es sagrada para él.

Una patria de la que, sin embargo, se aleja. Con residencia fiscal en Montecarlo durante 15 años, últimamente pasaba largas temporadas en Marbella, donde vive y trabaja su hermano Marco, en una casa de su propiedad. Pero, según la prensa serbia, su mudanza al ateniense barrio de Glyfada está consumada. Pero no sólo la de él y su familia, también el torneo ATP que organizaba en Belgrado, uno de sus legados. La licencia ha volado y el Belgrade Open pasa a ser Hellenic Championship, del 2 al 8 de noviembre, en el pabellón del Panathinaikos. Un torneo en el que Djokovic (38 años), que ha renunciado al Masters 1.000 de París y lucha contra su físico en un año en el que únicamente ha ganado el torneo de Ginebra, participará. El “traidor”, ahora, para el gobierno. El ejemplo y el héroe para buena parte de la juventud.

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