Djokovic sobrevive

En el salvaje Nueva York, el perdón está prohibido. Y Roger Federer, el hombre de los 16 grandes, llevaba dos sets de ventaja sobre Novak Djokovic. Y dejó que le igualara. Y sirvió dos bolas de partido para ganar con 5-4 en el quinto y las desperdició, como le ocurrió el año pasado: resto ganador de derecha imposible del número uno ("pensé que debía jugármela) y bola a la cinta del suizo, que entregó el juego con una doble falta. El serbio olió la sangre, atisbó su tercera final en Flushing Meadows, y se lanzó directo a ella. Al final, 6-7 (7), 4-6, 6-3, 6-2 y 7-5 en tres horas y 51 minutos. Con Rafa Nadal y Andy Murray en la caseta viendo cómo se despedazaban.

Sin 'grande'.

Djokovic sólo había perdido, de verdad, una vez este año (la otra fue su retirada en Cincinnati). Contabilizaba ya 62 victorias y el único que había logrado cercenar su dominio insultante había sido Federer en Roland Garros, que con 31 años va a cerrar el curso sin ganar un Grand Slam por primera vez desde 2002.

El expreso de Basilea sacó su revés a una mano como un látigo en los dos primeros sets, pero necesitó de cinco bolas para adjudicarse la primera manga. Firmes, no se habían concedido ni una bola de rotura. El segundo voló para el suizo. Pero entonces se le apareció el fantasma de Tsonga, que le remontó un 2-0 en Wimbledon, la única vez que le había ocurrido en un grande. Y aflojó mientras Nole crecía hacia el triunfo. Golpes en el pecho y baile en la pista. Djokovic en estado puro.