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La Superliga asoma por otro lado

Bernd Reichart, nuevo CEO del proyecto, ha anunciado que no habrá miembros permanentes, uno de los aspectos más infumables de la competición presentada por Florentino Pérez

La Superliga ha reaparecido esta semana en la figura de Bernd Reichart, que se nos presenta como CEO de A 22, empresa contratada por European Superleague Company (ESL) para rediseñar el proyecto presentado en su día por Florentino Pérez en El Chiringuito y paralizado de inmediato por una cadena de retiradas. Los seis ingleses, el Atlético, el Inter y el Milán se hicieron a un lado y dejaron en la mesa a Juventus, Real Madrid y Barça.

El nuevo portavoz trae un anuncio importante: no habrá miembros permanentes, se accederá por méritos. Se elimina así la pretensión de que una especie de Real Maestranza de Fundadores tuviera derecho eterno a participar y a consensuar cada año un pellizquito de invitaciones. Era el aspecto más infumable del proyecto, como bien expresó en aquellos días Guardiola: “Cuando no se reconoce el mérito, cuando ganar o perder da lo mismo, ya no es deporte”. Pero esa es la única concreción. No explica el camino de acceso, ni el formato de competición, ni si habrá más de una categoría, ni si hay ya financiación. En su día se presentó anunciando que se contaba con un préstamo de 4.000 millones de JP Morgan, pero el banco se echó atrás por evitar un daño reputacional visto la que se armó, sobre todo en Inglaterra.

Por lo demás insiste en los muy repetidos conceptos de Florentino: el gran fútbol no está bien explotado, el modelo actual conduce a la ruina, los jóvenes desertan, se precisa una Superliga en la que hubiera continuos enfrentamientos entre los mejores… Y remite sus esperanzas a la sentencia del tribunal europeo sobre el monopolio de la UEFA. Se espera para primavera, ya veremos si no se retrasa. En el caso de que el dictamen sea positivo para ESL, escucharemos un tronante alirón, pero habrá que ver luego, cuando se levante el banderín de enganche, quiénes se apuntan a la aventura. Inglaterra en pleno reaccionó contra esto en su día, hasta hacer echarse atrás a los americanos, jeques y rusos propietarios de los clubes complotados; Alemania y Francia no estaban; en Italia, la federación emitió una norma por la que cualquier club que participara en una competición organizada fuera de la FIFA y la UEFA sería expulsado.

En paralelo, la ECA y la UEFA han ido trabajando en un modelo también en la dirección de más partidos entre grandes. En realidad ha sido el signo de una evolución permanente desde las primeras copas de Europa, en las que entraba el campeón de cada país y sólo él, a este presente en el que entran hasta cuatro de las ligas más fuertes y los campeones de las menores son pasados por el filtro de unas fases previas que les pueden depositar en la Conference, la Europa League o, con mucho acierto y suerte, en la Champions. Para el curso que viene, y según un diseño preparado cuando Agnelli aún era presidente de la ECA y planeaba con Florentino su nuevo proyecto a espaldas de su compadre Ceferin, entra un modelo Champions con 36 equipos en lugar de 32 y más choques entre los de más alto ranking. Y se maneja la idea de a no mucho tardar convertir esos 36 en dos grupos, uno de élite con los 18 primeros del ranking, y los otros 18 como una categoría segunda tras la que irían la Europa League y la Conference.

Ese grupo élite de 18 coronaría quizá la evolución que ha ido experimentando el fútbol internacional europeo de clubes al compás de los tiempos y de sus necesidades. Así que en esta tensión se trataría de quién sería capaz de allegar mejores beneficios o más bien quién recoge el dinero y lo distribuye. El modelo UEFA sabemos cómo es, una pirámide de competiciones armonizada con los campeonatos nacionales, que envían sus representantes según la clasificación de cada año. Un sistema decantado y perfeccionado en el tiempo que ya mueve 238 clubes europeos. El de la ESL está todavía por conocer.

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