GOLF | BRITISH OPEN

Schauffele gana el British Open y los cuatro grandes de 2024 son estadounidenses

El estadounidense se impone en Troon y los cuatro grandes del año quedan al otro lado del Atlántico por primera vez desde 1982.

PAUL ELLISAFP

Quizá la gran lección que dejó el 152º British Open de Royal Troon, o más bien reconfirmó, sea una que poco o nada tiene que ver con este torneo en sí. La ganó Xander Schauffele, uno de los estadounidenses que mejor entiende el golf de links hoy por hoy, con una vuelta final de 65 golpes, seis bajo par y -9 en el acumulado, y recordó una verdad incómoda: que Europa es rival para Estados Unidos solo cuando junta sus filas en la Ryder. Cuando cada uno hace la guerra por su cuenta, lo habitual en un deporte individual, el pulso cae del lado de las barras y las estrellas.

Si el Viejo Continente consiguió cambiar las tornas de la bienal hace ya cuarenta años (13 de las 19 ediciones disputadas desde entonces han caído de su lado), en los grandes el dominio norteamericano se ha mantenido prácticamente inmutable desde que se juegan los cuatro actuales. Desde 1985, que marca el cambio de tercio en el enfrentamiento por equipos, 159 majors han sido disputados (la cifra es impar por la cancelación del British en 2020 debido a la pandemia) y 92 se los han agenciado las hordas del Tío Sam. Este año no han dejado ni las migas. Cuatro de cuatro. Ya ocurrió en 1982. Con la excepción de 1984, cuando entre Nick Price, Ernie Els y Chema Olazábal les afanaron toda la cosecha, lo normal ha sido que produzcan entre uno y tres campeones por curso. Schauffele es el último en una larga estirpe de supercampeones, el 51º jugador con dos grandes o más que produce el país. En comparación las Islas Británicas, cuna del juego, han dado 23. Otra prueba de que en esas latitudes se les da muy bien inventar cosas y mucho peor ganarlas, y otro efecto palpable de la brecha cada vez más grande entre el PGA y el circuito europeo.

No existe la justicia en el golf. Hay que hacer demasiadas cosas bien en un torneo a 72 hoyos para calificar a un campeón de injusto. Lo único que hay son buenas o malas decisiones, golpes bien o mal ejecutados. No puede decirse que este deporte le debiera nada a Xander Schauffele. Como mucho podía tener cuentas pendientes con la suerte o con Dios, si es que cree en él. En ambos casos estarían saldadas, porque su año, a falta de ver si defiende con éxito el oro olímpico de Tokio en París, es todo lo que puede pedir un profesional de esto. Llamó a la puerta de los grandes sin respuesta durante años, acumulando 12 top-10, hasta que la tiró abajo en el último PGA, y ahora hay que remontarse hasta 1941 para encontrar un precedente de lo que ha hecho en los últimos meses. Entonces Craig Wood, que también había alcanzado los dobles dígitos de posiciones entre los dos mejores sin llegar a saborear la gloria, ganó dos de una tacada.

Lo suyo en la última jornada fue de un cuajo impresionante. Solo él y Russell Henley cerraron sin un solo bogey entre la decena de aspirantes que partían con opciones. Su 65, misma tarjeta que entregó el domingo en el PGA, la primera vez en la historia que alguien firma ese guarismo en una vuelta final para acabar ganando un major, no sorprende de un tipo que fue segundo en 2018 y que tiene un 41º puesto como suelo en este torneo, además de todas las armas para conquistarlo: unos hierros fabulosos, el toque alrededor del green, un putter fiable.... “Quiero agradecer a toda mi familia y mi equipo. Ellos saben de quién hablo. Está siendo un gran viaje. Me siento muy honrado. Que mi nombre figure junto al título de campeón del Open es algo que he soñado toda la vida. Vi un resumen de la batalla entre Phil (Mickelson) y Henrik (Stenson) para motivarme y se ve que funcionó”, declaró tras abrazar la Jarra de Clarete, antes de tener un bonito gesto con los operarios de Troon: “Gracias a Billy McLachlan y su equipo de greenkeepers. Soy de San Diego y no sé cómo consiguen mantener el campo así de bien con este tiempo”.

En un último recorrido con condiciones más benignas de las esperadas nadie fue más bajo que él. Ni su compatriota Billy Horschel (-3 para -7), que salía en el partido estelar de un grande por primera vez en su carrera y peleó hasta el final por poner el broche a su historia de redención; ni el inglés Justin Rose (-4 para -7), que aspiraba a dejar el Open en casa por primera vez desde Nick Faldo en 1992; ni el irlandés Shane Lowry (-3 para -4), en busca de su segunda victoria tras la de 2019; ni el infalible Scheffler, esta vez falible, +1 para -1. Tampoco Jon Rahm, que llegó tarde a la fiesta con su -3 para -1 pero enseñó su mejor versión en lo que va de año. A falta de que el español vuelva a ser el que era con regularidad y de un paso adelante de la nueva hornada, los Hovland, Hojgaard, Aberg y compañía, con McIlroy KO tras otro fiasco de campaña en los grandes, estos son ‘territorio USA’.

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