BÁDMINTON | ABIERTO DE FRANCIA
Final de número uno
Carolina Marín supera a la japonesa Akane Yamaguchi, líder del ranking mundial, en Francia para optar a su segundo título tras el regreso a las pistas.
Puños cerrados, ojos también, un grito añorado, de cuclillas, cediendo ante la emoción y liberando un atasco de sentimientos. Hacía mucho que no se sentía así, tan poderosa, tan imparable, tan ella. Carolina Marín, tras superar a Akane Yamaguchi (21-14 y 21-18 en 47 minutos), número uno del mundo, disputará este domingo (sobre las 16:30), ante la china He Bingjiao, su segunda final desde su regreso a las pistas, desde que se rompiera el ligamento cruzado y los meniscos interno y externo de su rodilla izquierda en mayo del año pasado, a las puertas de los Juegos Olímpicos. A los dos días, ya empezaba a entrenar, con París en la cabeza; a los 337, en su primer torneo tras la lesión, se proclamaba campeona de Europa por sexta vez seguida, en Madrid. Algo improbable casi para cualquiera, pero pronosticable en su caso. El Viejo Continente siempre le ha quedado pequeño a la onubense. Su sitio está en Asia, ese territorio que conquistó apareciendo de la nada, rompiendo años de tradición y hegemonía; ese territorio que, desde su parón, se le había resistido.
Carolina y Yamaguchi se volvían a medir dos meses después de los Mundiales de Tokio, donde la japonesa, en casa, eliminó a la española en cuartos de final y revalidó título. Todavía no estaba preparada. Llegó y guerreó, apurando al máximo sus opciones, tirándose al suelo, creyendo firmemente en su cuarta corona mundial. En Madrid, en palabras de su entrenador, Fernando Rivas, “estaba al 60% o 70%”; en Japón, el porcentaje todavía no había subido lo suficiente como para superar a la número uno. No había prisa, ni la hay. El objetivo es claro y, proféticamente, se sitúa en el mismo suelo donde ese porcentaje parece haber aumentado de golpe. Antes de llegar a Francia, Carolina se despidió de Dinamarca con malas sensaciones, cayendo ante la china Han Yue, a la que también ha vencido en París. Ahora, disputará su primera final World Tour (Super 750) desde su lesión.
La buscó desde el principio, con una confianza que, desde su vuelta a las pistas, no había mostrado ante la élite asiática. Se vio obligada a parar, con contratiempos que todavía complicaron más la recuperación (un quiste en el menisco, coronavirus...), pero el bádminton mundial siguió golpeando el volante. Seguramente, con la española en la cabeza. Había que aprovechar la ausencia de la reina. Y prepararse para su vuelta, que podía ser tan arrolladora como su salida ante Yamaguchi, con un parcial de 7-0. Llevando la iniciativa, con cada vez más remates en salto, una herramienta nueva en la caja de la andaluza, y generando dudas en la nipona, muy incómoda, hasta con muestras de malestar físico. Seria y sobria como es, respondía con tranquilidad a sus entrenadores, que le preguntaban si se sentía bien. Carolina, mientras tanto, revisaba y ratificaba el plan de partido, que marchaba.
Entre sonrisas
Una victoria de varias conclusiones. En lo físico, como ya había demostrado, no hay atisbo de problemas en Carolina. En lo deportivo, la evolución, pese a los altibajos, sigue una tendencia positiva, con una meta muy clara. En lo anímico, puede que ahora lo más trascendente, se ha recuperado la alegría. “Muy feliz. Una final después de un año lesionada es algo complicado de definir. Emocionalmente, estoy muy, muy feliz, no tengo otras palabras. Mañana, una vez más, iremos a por todas. Creo que la actitud está siendo lo más importante en este torneo y quiero seguir concentrada y mejorando”, declaraba la onubense tras la victoria, que certificó sin poder ocultar su emoción. La primera manga, pese a los amagos de reacción japoneses (8-8), siempre estuvo bajo su control; la segunda, más igualada, la terminó entre sonrisas, con muecas de alegría tras cada punto. Necesitó cuatro oportunidades para cerrarla (desde el 20-15), pero lo hizo, ante la número uno y feliz.