Los Dodgers de Ohtani: el Caballo de Troya de Japón en la MLB

Cuando Ichiro Suzuki desembarcó a comienzos del siglo en los Seattle Mariners, ya con 28 años y tras nueve temporadas jugando en la NPB de su Japón natal, pocos o nadie barruntaron entonces que el país asiático terminaría adquiriendo las enormes cotas de protagonismo que tiene hoy por hoy en la MLB estadounidense, el cielo de los peloteros. 24 años después, Los Angeles Dodgers, los que mejor han trabajado ese mercado en los últimos años, en gran medida por el caudal económico casi ilimitado del que disfrutan desde que Guggenheim Partners rige su destino, son campeones por tercera vez en seis años, la segunda consecutiva. Shohei Ohtani es ya el mejor jugador de este siglo y seguramente se retirará como el mejor de la historia; y Yoshinobu Yamamoto fue coronado MVP de las Series Mundiales tras un séptimo partido, en la madrugada de este domingo, en el que los angelinos sometieron finalmente a unos correosos Blue Jays de Toronto con un jonrón de Will Smith en la segunda entrada extra (4-5).

Ichiro, como se le terminó conociendo cariñosamente tras 18 años en las grandes ligas, no fue el primero (ese honor corresponde a Masanori Murakami, un zurdo que lanzó dos temporadas para los Giants de San Francisco a mediados de los 60), pero sí el que abrió la espita por la que después ha ido goteando de forma incesante el talento japonés hacia tierras estadounidenses. Fue él, 10 veces All-Star, MVP de la Liga Americana (una de las dos conferencias de la MLB) y Rookie del Año al mismo tiempo en 2001, 10 veces Guante de Oro, aún el titular del récord de impactos en una sola temporada con 262, quien demostró a las franquicias norteamericanas que había materia prima para sus plantillas más allá de sus fronteras y del Caribe. Allá donde el béisbol había llegado a mediados del siglo XIX, con la apertura al mundo impulsada en la Era Meiji.

Hoy por hoy todas y cada una de las 30 organizaciones que componen la MLB han contado en algún momento de su historia con un compatriota de Suzuki en sus filas, y el equipo más potente del momento, el que ya se ha ganado el derecho a ser considerado como una de las grandes sagas históricas de este deporte, se ha construido sobre una figura que estaba en peligro de extinción y ha tenido que venir a rescatar, paradójicamente, un extranjero. La del two-way player, el unicornio capaz de lanzar y batear, una rara avis a la que Ohtani ha dado una dimensión de excelencia que no se veía, como mínimo, desde los tiempos de Babe Ruth.

Entre los satélites que orbitan a su alrededor, una constelación de grandes jugadores reclutados a base de repartir algunos de los cheques más gruesos de la historia del deporte profesional (el de Ohtani, 700 millones por 10 años firmados en un contrato que arrancó en 2024, fue en su día el récord), figuran el citado Yamamoto y Roki Sasaki. Dos pitchers ‘pata negra’ adquiridos en las dos últimas agencias libres para apuntalar un cuerpo de lanzadores monstruoso, con cinco abridores que bien podrían encabezar cualquier rotación de la liga. El primero se ha hecho acreedor del título de mejor jugador de estas Series Mundiales a lomos de dos joyas en el segundo partido, que lanzó completo (ya lo hizo contra los Brewers de Milwaukee en las finales de conferencia), y el sexto, y de su esfuerzo sobrehumano este domingo, cuando volvió al montículo para sostener a su equipo durante las dos entradas adicionales, una vez el bullpen ya había sido exprimido. En total, 37 entradas y un tercio con 23 hits y solo 6 carreras permitidas, por 33 strikeouts, en esta postemporada. El segundo fue reciclado por Dave Roberts en el rol de closer, el encargado de mantener la ventaja de su equipo en los últimos turnos de bateo del rival, en el que ha completado a lo largo de los playoffs 10 entradas y dos tercios con un ERA (el promedio de carreras permitidas por entrada, la medida básica de la calidad de un lanzador, ínfimo, de 0,84).

Una ‘fiebre’ que va más allá del diamante

Tanto Yamamoto como Sasaki tuvieron en el Clásico Mundial, la Copa del Mundo del béisbol, su mejor campaña publicitaria. Fueron nombres propios en el triunfo japonés en la última edición y al final fueron los Dodgers quienes salieron vencedores de la ‘pelea de gallos’ que se organizó en torno a ellos cuando decidieron (y pudieron, pues el tratado entre NPB y MLB está diseñado para proteger a la estructura japonesa de un expolio por parte de su ‘hermana mayor’) dar el salto. No fueron los únicos. Masataka Yoshida, Shota Imanaga o Seiya Suzuki, otros integrantes de aquel plantel, siguieron el mismo camino. Y todo apunta a que el próximo será Munetaka Murakami, un tercera base al que en su país apodan ‘Dios’ y que será elegible en el próximo mercado de agentes libres.

Es una ‘fiebre nipona’ que también tiene ramificaciones fuera del diamante. El turismo de Japón hacia Los Ángeles, el Caballo de Troya en este asalto a Estados Unidos, ha crecido un 90% desde el fichaje de Ohtani por los Dodgers, cuya casa, el mítico Dodger Stadium, es ahora un mosaico de algunas de las empresas más poderosas del país. Nippon Express, Daiso, Toyo Tyres, Nippon Airways o Tokyo Electron se anuncian en Chavez Ravine. Básicamente los 700 millones que le van a pagar a Ohtani y los 325 comprendidos en su acuerdo con Yamamoto (a Sasaki, por las normas que rigen para jugadores de su edad, ‘solo’ le han tocado 820.000 dólares esta temporada, aunque se llevó 6,5 ‘kilos’ de prima de fichaje) se pagan solos mientras los anillos empiezan a caer como churros.

¡Tus opiniones importan! Comenta en los artículos y suscríbete gratis a nuestra newsletter y a las alertas informativas en la App o el canal de WhatsApp.

¿Buscas licenciar contenido? Haz clic aquí