KÁRATE

La nueva vida de Sandra

La campeona olímpica, tras su retirada, atiende a AS. Clases de kárate online, debut como escritora… “Mis días casi son más intensos ahora”, explica.

EDUARDO CANDELDIARIO AS

Pipipí, pipipí… Suena el despertador. En el calendario, ya no hay competiciones a la vista, pero no es excusa. De la cama a entrenar, hasta las 13:00. Sandra Sánchez, tras retirarse con su 60ª medalla consecutiva, la que le faltaba, en los Juegos Mundiales de Birmingham (Estados Unidos), no se baja del tatami. El kárate es especial, una forma de entender y entenderse. “Es esa búsqueda, ese encontrar tu lugar, dar sentido a las cosas. Muchas veces damos demasiado valor a lo superficial. Nadie nace sabiendo eso y hay que no saberlo, para poder equivocarse y darse el gusto de comprenderlo”, explica la campeona olímpica a AS. Tiene corazón de karateca, una de las ideas centrales en su nueva, y primera, colección de libros, “Kat Karateka”, que ya cuenta con dos entregas (“El kata club” y “El gran combate”).

La talaverana, tras haberlo ganado todo, todavía rebosa energía. El oro en Tokio, dos Mundiales, siete Europeos, el Récord Guinnes de victorias en la Premier League, una hegemonía absoluta en el All Time Ranking, etc. Una lista interminable, pero la mejor de todos los tiempos no descansa. “Lo único que ha cambiado es que antes entrenaba mañanas y tardes y, ahora, por las tardes, sólo entreno dos o tres días por semana. Por la mañana, sigo el horario de competición. Hay que mantener el nivel para cuando demos los seminarios, las clases… quiero que sigan viendo a Sandra en el nivel en el que estaba, que vean mi 100%, y que lo absorban”, argumenta. Tras su enésimo triunfo, en Birmingham, se quedó en tierras estadounidenses para impartir una clase magistral junto a su entrenador y pareja, Jesús del Moral, con quien también ha lanzado la plataforma Chikara - energía, fuerza, poder, en japonés -, un espacio a través del cual compartir entrenamientos con ambos de forma online.

“Puede que sí”, responde Sandra, con su gracia innata, a si, pese a la retirada, su ajetreo aún es mayor. Ahora, sin ir más lejos, se encuentra en Indonesia, impartiendo clínics. No lo puede evitar. “A mí no me gusta estar quieta ni diez segundos. Las tardes que no entreno, nos vamos poniendo más proyectos”, confiesa. A diferencia de antes, eso sí, puede dedicarse más tiempo a ella misma y a los suyos. “Puedo disfrutar más de la familia, de mis sobrinos, mis padres… tener esa vida social que, durante la competición, queda un poquito de lado”. Sus lemas vitales se mantienen intactos. Cambia la forma, pero no el mensaje, ya sea en forma de libros, de clases o de charlas: “Quiero transmitir todo lo bueno y lo menos bueno que vives cuando entrenas, compites, cuando luchas por conseguir algo. Todo es parte de la vida. Y, si de alguna manera, puedo poner una semillita positiva en la gente… ese es mi objetivo en la vida”.

Madrid, capital de las emociones

Katerina Katosawa, Kat, es una gatita valiente y audaz con las ideas claras: quiere ser la mejor karateca del mundo. Quiere ingresar en el Kata Club, el mejor dojo de la ciudad, pero su ternura, además de su tamaño, pequeño, suponen una barrera. Al menos, para los ojos que, desconfiados, la observan. Sandra Sánchez, de cuatro años, acaba de empezar clases de baile. A ella, sin embargo, le gusta el kárate. Convence a su familia, pero, hasta los 32 años, no consigue formar parte del equipo nacional. “Me emocionaba mucho. Se me removían en la boca del estómago esos momentos que has vivido y que no fueron fáciles. Cuando se meten contigo, te hacen de lado… En ese momento no te das cuenta y tiras hacia adelante, pero dejan huella”, habla Sandra, por ella y por Kat, su protagonista literaria, con la que vivió un profundo proceso de catarsis.

Sandra Sánchez, en la presentación de Kat Karateka.EDUARDO CANDELDIARIO AS

En su camino hacia la leyenda, Sandra tuvo que convencer hasta a Jesús, inicialmente contrario a la idea de entrenarla. Terminó accediendo, desencadenando un tsunami de medallas que terminó llegando hasta Birmingham. Una colección interminable con un lugar especial para dos: “Los Juegos Olímpicos es el momento más increíble para cualquier deportista, pero, para mí, cuando gané el Mundial en Madrid, en el WiZink, y me di la vuelta y vi a mi padre y a mi madre llorando, sabiendo nuestra historia y todo lo que hemos vivido… va a ser un momento que… ese va a estar tatuado aquí, en el corazoncito”, se sincera, después de verse atrapada en un huracán de cariño. En la Rioja, en el Campeonato de España, en Turquía, en el de Europa, y en Estados Unidos. En una triple corona a la altura de su inalcanzable carrera. “Te sientes en deuda. A veces, no me da tiempo a llegar a todo. A responder a todos los mensajes, a estar con todo el mundo en los campeonatos. ¡Y tú quieres! Quiero que se sientan bien porque ellos a mí me hace sentir bien”, agradece. Kat, seguro, llegará al Kata Club.

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