Fin a las medallas de la polémica: “Como si tuvieran 50 años...”
Los españoles que ganaron un bronce en París, como Fran Garrigós o Diego Domínguez, reciben nuevos metales por su deterioro. Algunos, como Álvaro Martín, se quedan el original.
Fue uno de los temas más comentados durante los días (o semanas o meses) posteriores a los Juegos Olímpicos de París. “¿Qué demonios pasa con las medallas de bronce?”, se preguntaba todo el mundo. Era un clamor entre los deportistas que se habían subido al tercer escalón del podio. Lejos del glamour francés, su metal se había convertido en chatarra. Literalmente. “Lucía bien cuando era nueva, pero, con un poco de sudor y tras dejársela a mis amigos, parece que acaba de volver de la guerra”, exponía el skater Nyjah Huston en redes sociales. El estadounidense fue el primero en levantar la liebre, aún con los Juegos disputándose. Luego, llegó una oleada de quejas que hasta provocó un terremoto en la Monnaie de París (su Casa de la Moneda), con el despido de los tres grandes responsables de la fabricación de las medallas. Finalmente, el Comité Olímpico Internacional (COI) decidió cortar el problema de raíz: quien quisiera, podría cambiar su bronce.
Esta semana, 400 días después de la ceremonia de clausura de los Juegos de París, la historia ha llegado a su fin. Los deportistas que pidieron una nueva medalla ya la tienen. Al menos, los españoles. Entre ellos, Fran Garrigós, que habla con AS mientras sostiene su nuevo bronce. “El otro estaba mal, mal, como si hubieran pasado 50 años”, explica el judoca, que empezó a ver el deterioro de su metal “a las horas” de bajarse del podio olímpico. “Después de las entrevistas y del control antidoping, ya vi que tenía un círculo extraño, como que empezaba a perder el color y el brillo”, recuerda. “Al principio, no sabía si era la mía, por algún mal uso, o le estaba pasando a más deportistas. Hasta que vi a un chico de skate, que fue el primero que se quejó. Ahí ya vi que no era sólo cosa mía. Hablándolo con otros medallistas en actos, siempre las comparábamos y estaban casi todas igual de mal”, añade.
Diego Domínguez, bronce en piragüismo al lado de Joan Antoni Moreno, coincide en todo. “Se empezó a estropear desde el segundo uno. Recuerdo que, a la noche, cuando me fui a dormir, ya tenía algo. Al principio, no sabía qué era. Se descascarillaba un poco. No sabía si eso era normal o no, hasta que ya lo empezó a decir todo el mundo”, se suma el palista, que aún no tiene la nueva medalla en posesión. La recogerá próximamente en Madrid (entrena en Mallorca), en la sede del Comité Olímpico Español (COE), encargado de la gestión. “Nos quejamos en octubre, más o menos, y el COE dio parte al COI. Enviamos una foto de cómo estaba la medalla y accedieron al cambio. Las entregamos en marzo al COE y ellos se encargaron del trámite de la devolución”, desgrana Garrigós, que ha estado siete meses sin medalla. Ahora, la mira con cariño. “Ya la podré poner en su vitrina”, celebra.
800 € el oro... y 3 € el bronce
Según la versión oficial de la Casa de la Moneda francesa, el deterioro de los bronces (no pasó con los oros ni las platas) se debió a la modificación de su barniz, con el objetivo de “optimizar su fabricación y hacerlos más resistentes a ciertos usos de las medallas observados en los atletas”. El medio La Lettre, sin embargo, publicó que la modificación estuvo motivada por la obligación a ajustarse a una reciente normativa de la Unión Europea que prohibía el trióxido de cromo, una sustancia inicialmente utilizada. A través de las redes sociales, pronto empezaron a circular estimaciones que situaban el valor de los oros en más de 800 €, el de las platas en más de 400 € y el de los bronces, en poco más de 3 €. “Sí, los deportistas también leíamos esos rumores y lo hablábamos, pero no sabemos qué hay de cierto”, confirma Garrigós entre risas.
Los más valientes, como el boxeador Enmanuel Reyes Pla, decidieron hacer la guerra por su cuenta. El Profeta, tras verlo en un tutorial de YouTube, intentó mejorar el estado de su bronce con agua y vinagre. Spoiler: no funcionó. “En algún acto que nos la enseñó después, estaba todavía peor”, recuerda Fran con humor. “No sé qué conjuro hizo ahí, pero yo no lo seguí (risas). Prefería no arriesgar tanto. Me imagino el momento en mi casa, echando el bicarbonato o el vinagre y metiendo la medalla... prefiero no pasar ese momento. La guardé en la caja y traté de cuidarla lo máximo posible”, se suma Diego, “orgulloso” de que todo el mundo pudiera disfrutar de su antigua medalla, pero con ganas de tener la nueva. “Al final, la medalla es para toda la vida. Lo vivido, vivido está. Prefiero que mis futuros hijos la puedan ver en buen estado”, explica.
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Otros, sin embargo, han optado por mantener la original. Es el caso de Álvaro Martín. “Decidí no cambiarla porque el valor simbólico y el apego emocional que tiene esa medalla es muy grande. Que la cambien por otra, evidentemente, está bien, pero, a mí, me pesa más el valor emocional de ser esa medalla original”, reflexiona el marchador, doble medallista en París (bronce individual y oro al lado de María Pérez) y ahora retirado. “La tengo bastante deteriorada, pero no tanto como las que he visto de otros compañeros. Más que nada, porque yo, desde el principio, la he tenido guardada en la caja con la que nos la dieron. La tengo ahí, no expuesta, y evito totalmente enseñarla o que la gente la toque porque veo que se está deteriorando muy rápido”, añade. Sea como fuere, tanto su bronce como los (dos) de Garrigós y Domínguez ya forman parte de la historia del deporte español.
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