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‘La Concesión’ y otros grandes gestos deportivos de la historia

Cuando se cumplen 55 años del putt concedido por Nicklaus a Jacklin para ganar la Ryder Cup de 1969 repasamos otras historias de grandeza.

PGA of América

Si la Ryder Cup es lo que es hoy en día, uno de los eventos deportivos más seguidos y apasionantes del mundo, buena culpa de ello la tienen tres nombres: Seve Ballesteros, Jack Nicklaus y Tony Jacklin. El primero, por empujar para que el equipo europeo se abriera a jugadores de fuera de las Islas Británicas y sus contribuciones tanto en el campo como fuera de él, y los otros dos por forjar uno de los momentos más recordados de la competición, que potenció el aura de pureza de una cita en la que se juega por honor, no por dinero.

Se produjo, este viernes hace 55 años, en el green del 18 de Royal Birkdale, cerca de Southport (Inglaterra), durante la edición de 1969. El Oso Dorado y el inglés llegaron allí con el partido empatado. De terminar así Estados Unidos retendría la copa por normativa, pero no podría decirse que Europa la había perdido. Jacklin se enfrentaba a un putt de unos 60 centímetros para dejar el duelo en tablas, pero nunca llegó a tirarlo. Tras embocar el suyo, Nicklaus recogió el marcabolas de su rival, ahorrándole el trámite. Fue el inicio de una larga amistad y dejó para la posteridad uno de los gestos más deportivos que se recuerdan, que pasaría a la historia como ‘La Concesión’, honrado con el diseño y construcción por parte de ambos del Concessión Golf Club en Florida (EE UU). Un episodio que trae a la memoria otros similares.

“Si se pudiera empatar, lo aceptaría con gusto”

Fueron las palabras que Roger Federer le dedicó a Rafa Nadal tras la final del Open de Australia 2017, un duelo épico a cinco sets que acabó cayendo del lado del suizo. “Honestamente no me habría importado perder”, completó. Sería uno de los últimos enfrentamientos de una rivalidad legendaria.

Un oro olímpico compartido

Es lo que decidieron, en los Juegos de 2020, el catarí Mutaz Essa Barshim y el italiano Gianmarco Tamberi durante la final de salto de altura. Ambos llegaban a esa edición tras sufrir graves lesiones, y cuando se vieron empatados en 2,37 metros hablaron con los jueces y les pidieron compartir el primer cajón del podio. Estos dieron luz verde a una imagen histórica.

Barshim y Tamberi, en el podio.

Hijo antes que atleta

Debió de pensarlo el padre de Derek Redmond cuando su hijo se rompió los isquiotibiales de la pierna derecha al poco de arrancar su semifinal de 400 metros en los Juegos de Barcelona 1992. Derek se levantó y trató de completar el camino hasta la meta a la pata coja, hasta que Jim acudió en auxilio, se echó su hombro a la espalda y le llevó hasta ella.

Lazos de sangre

Los que también unen a los Brownlee, Alistair y Jonny, hermanos y dos de los mejores triatletas del mundo en su día, que en 2016 protagonizaron otro momento que dio la vuelta al globo. Fue en la final de las Series Mundiales en Cozumel. Alistair empezó a tambalearse a causa de la extrema fatiga a unos metros de la meta, y su hermanó sacrificó su posición en la pugna por el triunfo para ayudarle a cruzarla.

La medalla devuelta

La de plata que Shawn Crawford ganó en los 200 metros lisos en los Juegos de Pekín 2020. ¿A quién? Al neerlandés Churandy Martina, al que consideraba su legítimo poseedor. ¿Por qué? Porque tanto Martina como su compatriota Wallace Spearmon habían sido descalificados por salirse de su carril durante la prueba, lo que propulsó a Crawford del cuarto al segundo puesto. Crawford se la mandó a Martina al hotel en el que se alojaba antes de una competición en Zúrich. Sin publicidad, sin fanfarria, pura y simple deportividad.

Una autodescalificación

Bobby Jones, el único golfista capaz de conseguir el Grand Slam, ganar los cuatro grandes en un año, aunque en su época no lo comprendieran los mismos torneos que ahora, es recordado también entre otras cosas por su extrema caballerosidad durante el US Open de 1925. Podría haber sido el 14º major en sus vitrinas, pero a Jones no le pareció apropiado. Cuando disputaba un segundo playoff por el triunfo contra Willie McFarlane, se autoinfligió una penalidad de un golpe porque su bola se había movido un pelo cuando se preparaba para golpearla en el hoyo 11 del Worcester Country Club. Nadie salvo él la vio moverse y en esos tiempos no había ninguna cámara enfocando, pero Bobby sabía perfectamente que el golf solo puede jugarse con el manual de reglas en la mano.

El rescate de Lawrence Lemieux

Si Lemieux no tiene en su curriculum la plata de la clase Finn en los Juegos de Seúl 1988 es porque decidió ser un ser humano antes que un atleta de élite. El canadiense navegaba segundo en la regata que decidía los metales cuando vio a la tripulación de Singapur del 470 caer al mar durante su regata. Era un día de condiciones climáticas complicadas, y al percatarse de que uno de los tripulantes no conseguía volver a la embarcación por culpa del oleaje no dudó en abandonar su rumbo e ir al rescate. Cuando los equipos de salvamento se hicieron cargo de la situación retornó a su carrera. Solo pudo acabar 21º, pero ese día ganó algo mucho más valioso que una medalla.

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