GOLF

Fin al año uno del LIV: una revolución sin final a la vista

El nuevo circuito, lejos de desaparecer, pretende crecer en 2023. Las presiones de las estructuras tradicionales no han conseguido acabar con él.

Chris Trotman/LIV GolfGetty

Con el triunfo de los 4 Aces, el equipo de Dustin Johnson, Patrick Reed, Talor Gooch y Pat Perez, este domingo en el Blue Monster de Doral, el resort de Donald Trump en Florida, y una nueva lluvia de millones (50 en total, 16 para los campeones), concluyó el primer capítulo de la historia del LIV, el nuevo circuito golfístico financiado por el Fondo de Inversión Pública Saudí. Spoiler: no será el último.

La sombra de un cisma que largó tiempo sobrevoló este deporte cogió cuerpo a las puertas del verano, con la ‘fuga’ de las primeras estrellas del PGA (Dustin Johnson, Phil Mickelson, Sergio García...) para disputar la cita inaugural de la superliga en Londres. La pelea entre circuitos por un negocio milmillonario se enconó con la amenaza de sanciones a los ‘tránsfugas’ y a día de hoy sigue enfangada, con demandas cruzadas, el ranking mundial desvirtuado (los jugadores del LIV siguen sin puntos), figuras de peso renunciando a sus derechos de juego en Estados Unidos y Europa y el PGA investigado por las autoridades judiciales estadounidenses por un presunto intento de monopolizar el golf.

Lo cierto es que las presiones de las estructuras tradicionales no han conseguido sacar al elefante de la habitación. Y este no tiene ninguna intención de salir de ella. Más bien lo contrario. Atul Khosla, uno de los jefazos del LIV, reveló recientemente que los planes para la próxima temporada pasan por ampliar la agenda (de ocho a 14 torneos, con Valderrama entre las potenciales nuevas sedes) y la plantilla de jugadores (se habla de 60 por cita, en vez de los 48 que jugaban este curso).

En cuanto a la competición por equipos, uno de los conceptos más novedosos respecto al formato de PGA y DP World Tour (antiguo European) se aspira a un modelo de franquicias como el de las grandes ligas estadounidenses. Los golfistas tendrían una parte de la propiedad y habría patrocinadores, traspasos, agencia libre...

Por ahora no hay noticias de posibles cambios en la forma en la que el producto se distribuye, es decir, la retransmisión audiovisual. Esta temporada ha sido principalmente a través de Youtube y la web del circuito (DAZN también ha ofrecido algunos torneos) y no parece que ninguno de los grandes operadores que ya están comprometidos con la competencia (ESPN, NBC, Sky...) vayan a cambiar de bando. En cuanto a las audiencias, han sido modestas en comparación con sus rivales, especialmente con el PGA, y con una tendencia descendente: de la gran expectación que generó en sus comienzos a cierto bajón en la recta final de la campaña. Sea como sea, esta es una revolución sin final a la vista. Al menos no el que muchos en este mundillo querrían.

El campo de batalla de los majors se va despejando

Otro de los campos de batalla entre el LIV y el resto del ecosistema golfístico está en los majors. A estos se accede de diversas maneras: por haberlos ganado en el pasado, a través de torneos clasificatorios, diversas exenciones o la posición en el ranking mundial.

El hecho de que la junta que dirige este último organismo aún no haya concedido puntos a los torneos del LIV (que ha intentado entrar en el engranaje primero con el Asian Tour como paraguas y después a través del MENA) dificulta la presencia de sus golfistas en Augusta, US Open, PGA y British Open.

Todos ellos están organizados por entidades distintas y deciden sus criterios de clasificación. Por ahora ninguno ha anunciado un veto a los LIVers. Y de hecho Martin Slumbers, jefe de la R&A, organizadora del British Open, ha deslizado que este no se va a producir. En una entrevista reciente en Golf Digest, Slumbers aseguró que no traicionarán “150 años de historia” de un torneo abierto, como su nombre indica, y que anunciarán las opciones de clasificación a comienzos de 2023.

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