El US Open vuelve a la gran pantalla 75 años después
El torneo se celebra en Los Ángeles, con una escena golfística marcada por las celebridades y el glamour, por primera vez desde 1948.
Seguramente no haya lugar en el mundo en el que el golf como ‘deporte de ricos’ cobre tanto sentido como en Los Ángeles. Vaya por delante que en La-La-Land, en la capital mundial del entretenimiento, a la que el US Open vuelve este jueves tras 75 años ausente, es mucho más transversal que eso. Como en prácticamente todos los lugares en los que se practica. Ahí están los datos (119 millones de personas interactuaron de alguna forma con el golf en Estados Unidos en 2022 según la National Golf Foundation, y no hay 119 millones de ricos, un tercio del país, en Estados Unidos) y los ejemplos (Tiger Woods, el mejor jugador del siglo XXI, no lo era). En Los Ángeles, el golf burbujea, desde los cocktails en restaurantes estilo colonial de club de campo a las latas de Coors o Budweiser que apuran, más humildes, las masas entre golpe y golpe en los munis, los campos públicos.
Esa transversalidad es muy palpable en una ciudad que ofrece un contraste continuo. De la ‘milla de oro’,ese conglomerado ultraexclusivo que forman en el entorno de Wilshire Boulevard, una de sus arterias fundacionales, Riviera Country Club, Brentwood Country Club, Los Angeles Country Club, Hillcrest Country Club y Bel-Air Country Club, patios de recreo de las celebridades de Beverly Hills, a pistas más humildes como el Roosevelt Golf Course, una joya a los pies del observatorio Griffith, o Rancho Park, una instalación municipal de 18 hoyos diseñada por William P. Bell, el hombre detrás de Torrey Pines, que ha acogido golf competitivo en varias ocasiones.
En cualquier caso son los primeros nombres, esos clubs de campo, la quintaesencia del norteamericano (muy) acomodado, los que obviamente más han contribuido a enriquecer el imaginario popular de este deporte. Cuando se habla del golf angelino se habla especialmente de Riviera, escenario de 59 ediciones del ahora Genesis Invitational, el torneo de Tiger Woods, cita fundada en 1926 como Los Angeles Open, lugar de retiro de las primeras estrellas del celuloide, los Douglas Fairbanks, Mary Pickford, Charles Chaplin... Walt Disney figuró entre sus miembros, igual que Errol Flynn, arrestado un día al propasarse en su intento de seducir a una dama en la casa club. La diva sueca Greta Garbo se compró una casa en un risco que preside el hoyo 13, por cuya calle paseaba al caer la noche, y el green del 12 lo guarda un sicomoro que hoy en día se conoce como el ‘árbol de Bogart’, porque el bueno de Humphrey se echaba allí con un termo de café a meditar y ver pasar golfistas.
Precisamente Riviera fue sede en el triunfo de Ben Hogan en 1948. Era la primera vez que el US Open tocaba la costa oeste. Antes de eso las latitudes más occidentales alcanzadas se circunscribían al mid-west: Illinois, Ohio, Missouri.... A partir de ahí, el Olympic Club (San Francisco), Pebble Beach (Monterrey) o Torrey Pines (San Diego), nunca Los Ángeles. Hasta LACC, quizá el que menos contenido ofrece para los acólitos de la farándula. Precisamente por los problemas que generó a sus vecinos el espíritu libre de las estrellas, fue más reacio a admitirlas. Entre los rechazados, Randolph Scott, Victor Mature (”Jamás he sido actor, y tengo 70 películas para probarlo”, cuenta la leyenda que argumentó a su favor) o Bing Crosby, que ni comprándose una casa junto a la calle del 14 consiguió la admisión. También recelaban de los judíos, y por eso en 1921 nació Hillcrest, que pasó a integrar mayoritariamente el Hollywood perteneciente a ese credo.
El ‘Carmageddon’
Hay que afrontar una tasa de entrada entre los 275.000 y los 460.000 euros para formar parte de la propiedad, que se asienta sobre un terreno hoy en día valorado en miles de millones de dólares. George C. Thomas, cuya firma también está en Riviera y Bel-Air, que fue miembro, construyó su campo norte sobre una idea inicial de Herbert Fowler, y Gil Hanse ha estado retocando sus bunkers y greenes desde 2008 para esta cita. Un par 70 con una distribución atípica, cinco pares 3 (el 11 un monstruo de 267 metros) y tres pares 5.
Quizá LACC nunca haya albergado un US Open hasta ahora por el simple hecho de que está en pleno meollo de una de las ciudades más congestionadas por el tráfico del mundo, y de hecho se han puesto en marcha planes especiales para organizar el enorme flujo de coches, autobuses, furgonetas, camiones y, por supuesto, limusinas (en la prensa estadounidense se ha hablado con sorna de un ‘Carmageddon’) al que habrá que hacer frente. Incluso se ha tirado un puente provisional por encima de Wilshire Boulevard para facilitar el tránsito de los espectadores, cuya presencia ha quedado limitada a 22.000 al día. Descontando compromisos con patrocinadores, famosos y autoridades, solo quedarán 4.500 pases generales por jornada. Las estrellas del cine verán, 75 años después, a las del golf, emparentadas entre otras muchas cosas por este deporte que Los Ángeles respira.