DRAFT NFL

Subir a por un QB en el draft es sinónimo de fracaso en la NFL

La historia es cruel con los equipos y los jugadores que han protagonizado movimientos como los de Rams e Eagles este año con Goff y Wentz.

Madrid
Patrick McDermottGetty Images

Los Angeles Rams y los Philadelphia Eagles se han enamorado de Jared Goff y Carson Wentz respectivamente (o viceversa, que aún no lo sabemos con exactitud) y han hecho lo que hacen aquellos que dejan que el corazón guíe sus sentimientos: equivocarse. Han dado más de lo que deberían para subir al uno y el dos del draft de la semana que viene y, así, asegurarse escoger al sueño de sus entretelas y, con eso, han comprometido el futuro de sus plantillas, con menos elecciones, y de menor nivel, que sus competidores. Además, han metido una presión enorme a estos dos chavales y, ahí va el detalle menor que siempre se olvida en el análisis de estos traspasos, les han quitado armas y compañeros con los que construir un equipo a futuro al gastar tantas elecciones en ellos.

Eso ya lo habíamos dicho. Pero, es obvio, esto sólo es el análisis a priori, mucho antes de que ninguno de ellos, ni de los que elijan los Tennessee Titans y los Clevleand Browns con el torrente de picks que les han caído, salten a un campo de football, que será cuando empecemos a ver el resultado del movimiento. Sin embargo, amén de la lógica, también está de parte de los que creemos que Rams e Eagles han cometido una locura la misma historia de la NFL y el draft.

Desde el año 1990 ha habido cinco intercambios, y un asterisco, que han metido a un equipo en el top cinco del draft con la intención de conseguir un QB franquicia que sirviese como líder para toda una década en el ataque y como chico póster del equipo y la ciudad. En ninguno de los casos (ya hablaré del asterisco, que es diferente) eso se cumplió y, las más de las veces, la luna de miel acabó en divorcio.

El caso más sonado, más espectacular, y probablemente más exitoso pese a todo, fue el de Michael Vick y los Atlanta Falcons en 2001. Este equipo subió al uno, que tenían los Chargers, a cambio de una primera y una tercera ronda y eligieron al prodigio de Virginia Tech, convirtiéndole en el primer QB afroamericano elegido en el primer puesto del draft. Seis temporadas estuvo en los Falcons; en esos años llegaron a una final de la NFC, pero sus problemas legales, metido en peleas de perros, le llevó a la cárcel y a seguir su tambaleante carrera fuera de Atlanta.

En 2009 los New York Jets se prendaron de un chaval que sólo había jugado un año en USC y al que su entrenador, Pete Carroll, consideraba no preparado para jugar en la NFL. Se llamaba Mark Sánchez y por él subieron al cinco del draft a cambio de una primera, una segunda y tres jugadores. A pesar de que el equipo jugó dos finales de la AFC, en modo alguno Sánchez pudo disfrutar del aplauso de los suyos, que lo consideraban más un lastre que el protagonista de esos éxitos, y en cinco años estaba fuera de la franquicia. Nos dejó, eso sí, el culo-fumble, imborrable imagen de la NFL moderna.

El mayor de los fracasos se produjo en 1998. Ahora resulta muy ridículo recordarlo, pero el debate sobre su Peyton Manning o Ryan Leaf era mejor candidato al #1 era real. Y encendido. Los Chargers elegían el tres, pero tenían miedo de que alguien se les adelantase, así que mandaron a los Cardinals, el #2, una primera, una segunda y un jugador por lo que se hicieron con los serivicios de Leaf al elegir los Colts a Manning. Uno de los mayores busts de la historia del draft, Ryan Leaf estaba fuera del equipo tres años después.

Inolvidable, por ser aún actualidad, fue como los Washington Redskins dieron media vida a los Saint Louis Rams para escoger en el #2 del 2012 a Robert Griffin III, hoy, con tan sólo cuatro temporadas en su franquicia original, ya en Cleveland Browns con la necesidad de demostrar que aún puede jugar en esta liga. Un gran año rookie no le ha salvado de ser recordado con amargura en Washington, por él y por todo lo que se dio para conseguirle, que no mereció la pena en absoluto.

En 1990 los Indianapolis Colts creyeron ver el futuro de la franquicia en Jeff George, nativo de la ciudad, así que contactaron con los Atlanta Falcons para mandarles jugadores y elecciones del draft como para convencerles para que les diesen el #1. Lo consiguieron. El problema es que George, que se convirtió en el jugador mejor pagado por aquel entonces, fue un desastre que sólo estuvo tres años en los Colts, con sólo una temporada ganadora en ese época y acabó traspasado, mira tú, a los Falcons.

La historia no tiene por qué repetirse, eso es obvio, pero hay una características en todos estos casos que son idénticas a los de Rams, Eagles, Goff y Wentz de este año, y por eso estaría preocupado si fuese cualquiera de los cuatro: enamoramiento, impulso alocado y pérdida de recursos para mejorar el equipo, lo que redunda en menos opciones de hacerlo bien para el QB elegido. 

Os había prometido un asterisco, y ahí va. Se trata del caso de Eli Manning, Phillip Rivers, los New York Giants y los San Diego Chargers. En 2004 los Chargers eligieron al mejor jugador con su #1 del draft: Eli Manning. Pero éste se negó a jugar para ellos, por lo que hubo que instrumentalizar una salida digna, y rápida, al embrollo. Esta llegó vía New York Giants, que con el #4 habían seleccionado a Phillip Rivers. éste, más una primera ronda del año siguiente (que acabaría siendo Shawne Merriman) y otras rondas menores, se fueron a San Diego. Ambos han acabado cumpliendo con creces lo de ser 'QB franquicia' como para legitimar el traspaso, pero es cierto que ambos ya los habían elegido, si bien en orden cambiado, en su propia dinámica del proceso del draft. El equipo que más dio, los Giants, fueron bastante peores que los Chargers en los primeros años post-2004, siendo unos perennes aspirantes a ganar la AFC. La historia del pass rush de los Giants y como, con temporadas regulares nada espectaculares, se llevaron dos Super Bowls también está contada.

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