Porti, amigo, no te me despistes

Si tienes algo que te diferencia del resto es tu desparpajo, ese acento cheli más propio de José Luis López Vázquez en Ese señor de negro (¿se acuerdan cuando paseaba Florinda Chico por la Plaza Mayor y le decía: "Un monumento, usted es un monumento...") y ese aire de chaval campechano y sanote criado en las calles de ese pequeño paraíso llamado Aranjuez. Javier Portillo se ha ganado el cariño del Bernabéu y el respeto de los madridistas por esa ambición (desmedida para algunos) que lo convierten en un diamante por pulir. Lleva el gol en las venas y se despierta cada mañana pensando en los chicharritos que le va a meter a Iker y César en Las Rozas. Le encanta que Queiroz le dedique sesiones extra al término de los entrenamientos. El portugués cree tanto en él que le ha prometido viajar un día a Inglaterra para que aprenda los movimientos de Van Nistelrooy en el área. Portillo será el heredero de Ronaldo si mantiene la cabeza fría y refuerza ese espíritu de combate que lo convierte en un valor muy fiable ante los porteros rivales.

Por eso, amigo Javi, te pido (de buen rollito, como siempre) que no te vuelvas loco con eso de los cambios de look y las pijaditas del aspecto físico. No es que me parezca malo que te tiñas el pelo de rubio, pero es que creo que esas cosas acaban dando mala suerte. El Niño Torres se coloreó el pelo con un rubio amarillo-canario y desde entonces no mete una. Ya sé que a Beckham le ha ido de vicio con esos transformismos capilares. Pero Porti, tú eres auténtico en tu versión original y no necesitas modificar tu decorado. Pensarás que soy un carca. Y tienes razón. Pero tómatelo como una sugerencia. ¿Para qué cambiar?

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